Sólo quien conoce a Dios conoce al hombre:
Romano Guardini
Abdón Moreno García
Iglesia de España en ROMA
Es conocido en
Europa que la popularidad que tenía Guardini en la Universidad de Munich era
irrebasable, sobremanera en los años cincuenta, y en los anteriores al Vaticano
II. Allí estaban codo con codo creyentes de diversas religiones e incluso
agnósticos para escucharlo. La Iglesia de S. Luis estaba los domingos con
entrada completa hasta las puertas del atrio de los gentiles con cientos de
personas de pie. "lo que me atrae de Guardini -decía un agnóstico que le
frecuentaba- es su ethos de verdad,
su voluntad de ir a la entraña de los
problemas del hombre y abrir vías claras de solución. Nunca me defrauda.
Siempre me enseña algo profundo acerca de la vida". Esta pasión por la
verdad atravesaba también las lecciones que impartía en la Universidad que
abarrotaba el aula magna para escucharlo. Al escucharlo se tenía la sensación
de estar ante un gran protagonista de la cultura del s. XX[1].
Justo por ser
protagonista de la cultura del s. XX, le hago a veces un contrapunto textual con María Zambrano, aquella que fue, sin duda
alguna, otra gran protagonista del veinte, y una de las pensadoras ilustradas
más hondas de su cultura, puesto que con frecuencia parecen dos almas gemelas,
sobre todo cuando La agonía de Europa les
hace reflexionar sobre el amanecer de
una nueva cultura.
1. Apuntes biográficos
Romano Guardini
nace en Verona en 1885, y muere en Munich en 1968, Vivió casi toda su vida en
Alemania, dado el trabajo de su padre como diplomático.
Su vida
académica camina en tres círculos concéntricos en Berlín, Tubinga y Munich. En
Berlín consigue la cátedra de Filosofía de la Religión y enseña desde 1923
hasta el gobierno fascista de 1939. En Tubinga enseña tres años, de 1945 a
1958. Y, por último, obtiene la cátedra de Filosofía de las Religiones en
Munich, donde imparte lecciones desde 1948 a 1962. El iniciado puede ver a
final de nuestro ensayo una reseña de todos sus libros, que podrá completar con
cientos de artículos en Revistas universitarias de Italia y Alemania,
principalmente.
Guardini
descubrió enseguida que la vida cultural de Occidente se veía desgarrada por
una serie de falsos dilemas. Si hay que escoger entre vertientes de la vida y
de la cultura que deben integrarse, cualquier opción será equivocada y nefasta.
¿Tenemos que optar entre razón o vida, ethos o logos, interioridad o
exterioridad, subjetividad o objetividad? Guardini adivinó ya de joven que,
tanto si elegimos lo uno como lo otro, nos condenamos a la soledad y a la
miseria espiritual y provocamos la asfixia de nuestro ser personal. La única
actitud pertinente al respecto es fomentar la integración de estas vertientes
esenciales del ser humano[2].
Guardini intuye
que el hombre no se logra recluyéndose en su interioridad, vista como una
fortaleza inexpugnable frente a cuanto se presente como distinto. El hombre se
desarrolla, se cimenta y se endiosa, abriéndose a todas las realidades que en
principio son distintas, distantes y externas, cuando no extrañas respecto a él
mismo; pero esas realidades pueden y deben llegar a serle íntimas, sin dejar de ser distintas.
Una de estas
realidades es la Iglesia, entendida como la comunidad de creyentes que comparten
una misma fe y un amor común. Es lugar de encuentro y plenificación. Guardini
advierte con alegría en su obra "los pecados de la Iglesia", que en
muchos espíritus está avivándose el amor a la Iglesia: Erwacht die Kirche in
den Seelen[3]
(Despierta la Iglesia en las almas). No extraña pues, que en un escrito acerca
de la formación litúrgica, haya hecho esta luminosa afirmación: "Si nos
dejamos llevar por la Iglesia, presentimos que hay leyes esenciales en nuestra
vida que nosotros mismos desconocíamos; en nuestro cuerpo, en nuestra palabra,
en cada gesto: en todas las cosas alientan imágenes esenciales"[4].
La Edad Moderna,
en cuanto actitud cultural y espiritual, terminó el año 1918, al concluir la
Primera Guerra Mundial. Nunca más podrá aceptarse el mito del eterno progreso como principio motor de
una cultura. Si el hombre acierta a corregir su forma de pensar lo suficiente
para que se ajuste a la realidad y sus veneros, pondrá los cimientos de una
nueva época. Ésta no se caracterizará por la renuncia al esfuerzo, por la
entrega a experiencias incontroladas,
por la ruptura de vínculos con todo lo excelente y valioso, por la
primacía de lo irracional, puesto que una actitud así desarraigada, sin raíces ni entrañas[5],
no supondría una edad postmoderna, sino sencillamente la entrega al vértigo y
la caída consiguiente a una embriaguez destructora y destructiva. La nueva
época, si ha de ser tal, debe asumir creadoramente los mejores logros de la
anterior -Edad Moderna- y orientar las
energías humanas por caminos todavía más fecundos[6].
2. El hombre se realiza en el
encuentro.
A lo largo de la
Edad Moderna, el hombre occidental cobró una conciencia aguda de su condición de sujeto, ser autónomo, dotado de
iniciativa, de poder crítico, de capacidad de conocer la realidad y dominarla,
y erigirse así en centro del universo lo cual deriva en una crisis de Occidente[7];
esta acerada conciencia individualista se alarga hasta nuestros días. "La
Edad Moderna desarrolla cada día con más fuerza la idea de autonomía. Cada
hombre reclama el derecho a vivir conforme a sus propios juicios éticos, y tener
convicciones propias acerca de la verdad. La ciencia se basa exclusivamente en
la investigación crítica. La misma autonomía exigen el arte, la economía, la
política... La existencia humana en su totalidad se desgaja del contexto
religioso y surge un mundo puramente mundano"[8].
Por el
contrario, los modos elevados de unidad, los que implican presencia, sólo se
dan entre realidades que salen al encuentro.
Voy por el campo en busca de una fuente, veo que brota el agua de lo profundo,
de sus manantiales; salta a la vista, se deja ver, se muestra y se ofrece. Me
acerco a ella y bebo. He aquí un encuentro. Dicho de otra manera: compro una
partitura de una obra musical desconocida y
la pongo en el atril del piano. Siento la llamada de la obra que se
esconde tras la fronda de las notas, y se deja adivinar por quien conoce el
lenguaje musical. Me invita a conocerla, a re-crearla, a moverme entre sus
avenidas. Cuando estudio la obra, o cuando la interpreto, ella y yo nos vamos
al encuentro.
Pensándolo bien,
estamos ante un punto decisivo: el encuentro
no es posible entre objetos, sino entre ámbitos de realidad (Räume); sugiere
siempre un tipo de realidad que no se reduce a la suma de los elementos sino
que actúa como un todo, con iniciativa, con una peculiaridad propia, con un
estilo, y se compenetra con quien se
entrega a ella e intercambia sus posibilidades de acción. Un piano para un
pianista no es un mero objeto, como para la mujer de la limpieza que le quita
el polvo igual que a una silla; es un campo de posibilidades de acción musical.
El pianista es, a su vez, un campo de posibilidades de interpretar diversas
obras, es decir: de asumir activamente las posibilidades que éstas obras le
ofrecen.
A la postre, y
sin ambages, el entreveramiento de dos ámbitos da lugar a un encuentro. Éste surge siempre de forma
concreta merced a las actividades de realidades singulares. Pueden ser difusas,
inasibles, indelimitables. Lo decisivo es que sean capaces de relacionarse
entre sí. La vida humana auténtica tiene lugar cuando el hombre se relaciona
con realidades concretas que constituyen un todo
orgánico y vital[9].
Por el contrario, la huida de la realidad esteriliza siempre la vida humana,
como se muestra desgraciadamente en el drogadicto; su unidad interior se ha
partido en mil pedazos y ya nada de lo
suyo es codificable, se prepara para su propio exilio interior.
La vuelta a lo
concreto no significa un alejamiento aversivo respecto a lo universal, sino la
búsqueda de lo supraindividual por la
vía, siempre fecunda, de las realidades singulares: "los pies en la
tierra" acuñó la sabiduría popular[10].
Más que aversión alguna, se trata de amor a lo que tiene poder creador de
relaciones y es, a su vez, fruto de nuevas relaciones. "Cada realidad,
bien vista, es un punto de vibración en el que hacen acto de presencia mil y
una realidades". El pan y el vino no son objetos, no son el producto de
una actividad. El pan se elabora, pero no así el trigo. Éste es el fruto de una
interrelación múltiple; relación del campesino y la tierra; del campesino, la
tierra y la simiente que aquél depositó confiado en ella; del campesino, la
tierra, la simiente y el agua, el sol, el viento, la tormenta, el océano y la
sociedad en que está enclavada la casa del labranza... A su vez, el pan -y de
modo semejante el vino- es lugar viviente del encuentro que tiene lugar en la comida a la que se invita a un
amigo para compartir la amistad.
La categoría de
encuentro es eminentemente personalista[11],
porque en toda su labor alienta la voluntad de desplegar al máximo la
creatividad y lograr, de esa forma, el pleno desarrollo personal. Toda vida
implica relación con el ser viviente y su medio. Esta relación en el hombre
debe ser instaurada mediante una forma de participación libre y reflexiva.
Muchos de los
libros y ensayos de Guardini incluyen en su título el sustantivo vida y el adjetivo viviente[12].
Ello no indica una adscripción a la corriente vitalista, sino el afán de marcar
distancias frente al objetivismo y al subjetivismo, pues la vida humana no es ni objetiva ni
subjetiva; es relacional-creadora. El hombre no se reduce nunca a
un sujeto que, con el poder de su razón, domina objetos. Es una persona que
toma distancia frente a las demás realidades e instaura libremente con ellas relaciones
de encuentro. Dar este giro significa desbordar la Edad Moderna y entrar en una
nueva época, capaz de asumir los mejores logros de aquélla, y soslayar sus
temibles riesgos[13].
Pero ¿Es posible
tal giro hacia un nuevo tipo de cultura? No resulta nada fácil llevarlo a cabo,
porque el hombre actual conserva la vieja tendencia a incrementar a ultranza
sus zonas de dominio, y sigue bordeando, en consecuencia, la sima del absurdo y
el nihilismo. Veamos más despacio a continuación.
3. Carácter verbal de la persona
Toda realidad,
vista en un contexto de vida creadora de vínculos, aparece como el punto de confluencia de diversas realidades que se entreveran fecundamente.
Este cúmulo de cruces y encuentros constituyen un todo complejo y ambiguo, Aquí
sale en nuestra ayuda una realidad increíble: la palabra, que es el vehículo
del encuentro. se aprende a hablar, al tiempo que se aprende a encontrarse. La
palabra, por tanto, no es un medio para comunicar lo ya sabido[14],
es mucho más: es el medio en que nos fundamos en nuestra mismidad más honda y
en los ámbitos más importantes de nuestra historia, ya que el hombre no deja de
ser un pródigo de la palabra[15].
Se puede ver muy bien en una
conversación entre amigos íntimos, que nos ilumina siempre para entendernos , nos
ayuda a nombrar lo que nos pasa, y a transfigurar la cruz en gloria. Cuando un
hombre llora ante un amigo, remonta siempre el vuelo, todo se mira con ojo
avizor, sus ojos ven mucho más y mejor la armonía del universo entero.
Guardini asume
la doctrina de la filosofía dialógica sobre la palabra, y subraya que "el
cuerpo es palabra del espíritu", y que el hombre fue creado por Dios al
ser llamado por él. Toda vida humana
llega a su término cabal, a su meta o pleno logro, cuando responde libremente a
esta llamada. Todo el Génesis es
llamada[16],
y la creación entera y cada uno de sus elementos son presentados como parto y
fruto de una llamada: Dios va llamando a ser y a existir. Es la palabra de Dios
la que funda en el ser y la historia humana. Justo por eso el hombre no se
entiende a si mismo si no escucha la llamada a ser lo que es, y al no ser capaz
de entenderse en su devenir histórico se vuelve loco y va a la farmacia a por
antidepresivos.
La persona y las
realidades todas del universo que colaboran a configurar su propia vida
temporal, presentan un carácter verbal.
Han sido creadas por la palabra divina. de entre ellas sólo el hombre tiene el sentido de la palabra, puede hacerse
cargo del origen divino de las realidades, convertirse en su portavoz, y volver
con ellas al origen, cerrando así el círculo de amor al universo[17].
Dios crea por
amor. Crear por amor significa crear al hombre libre, para que sea capaz de
responder a la llamada y fundar una
relación de encuentro. Dios no quiere
amor de esclavos, quiere el amor de personas libres que son capaces de decirle
¡no!, pues "todas las cosas son palabras de Dios dirigidas a la creatura
que está determinada por esencia a vivir con Dios en una relación yo-tú".[18]
La concepción de
la palabra como vehículo de la creación de ámbitos, permite comprender la necesidad
de unir la palabra con una forma de acción no meramente utilitarista, sino
desinteresadamente creadora; "la palabra es ese extraño ser que existe en
tanto se da"[19],
que como el pan "alcanza la plenitud de su ser dándose"[20],
y es capaz, por lo tanto, de crear por sí misma el espacio de intercambio y
circulación que precisa[21].
Esta conjunción feliz acontece de modo ejemplar en la acción litúrgica, en la
cual se aúnan los gestos simbólicos, la entrega espiritual, la proclamación, y
la escucha reverente de la palabra de Dios. De las múltiples interpretaciones
de pasajes que nos legó Guardini, se
desprende la idea motriz de que la palabra revelada es el vehículo viviente de la
vida divina misma, no un mero transmisor de contenidos significativos. Las
palabras de vida son moradas en las que se habita, y en las que ha de
sumergirse el creyente para vivir de su misterio, y nutrir su espíritu con el
ritmo lento y propio de todo proceso de maduración[22].
4. El cuerpo es la palabra del espíritu.
Al afirmar que
el cuerpo es palabra del espíritu, Guardini sugiere la idea de que entre ambos
se da un nexo enigmático, creador y expresivo, no meramente causalista, al modo
ideado por la Edad Moderna. Si se entiende tal relación como el mutuo influjo
de dos objetos, "desaparece el carácter de imagen que tiene el lenguaje,
la expresión de la actitud corporal, la capacidad expresiva del vestido y la
habitación... desaparece el Arte como interpretación de la existencia, y
transfiguración de la vida, escuela de sabiduría y arte de recto mirar.
Desaparece la formación viva, la configuración de la corporeidad por el
espíritu, y la revelación del espíritu en el cuerpo. Desaparece la cultura, y
adviene la civilización y la barbarie".[23]
Al descubrir que
la persona en sí misma y en sus relaciones, es un ámbito capaz de entrar en juego
con otros ámbitos y dar lugar a ámbitos nuevos, se alumbra el sentido verdadero
de la formación humana. Formarse no es, en primer lugar, adquirir erudición,
dominar la realidad con el conocimiento, ficharla, inventariarla para tenerla a
buen recaudo. Significa configurar el propio ser conforme a un modelo esencial
(Bild). Formarse es ponerse en disposición de conferir al propio ser la figura
que le corresponde. La figura del ser humano es relacional. La formación se
logra en el encuentro. El hombre fue creado por una llamada, una llamada al
encuentro. De ahí que encontrarse
sea, primariamente, trascenderse[24]
del torcido ensimismamiento y,
desde esa trascendencia, responder a esa llamada
creadora. y liberarse del envenenamiento ante la crisis. En la
susodicha respuesta radica la verdadera formación.
Las diversas
formas de encuentro entre el hombre y el entorno mundano constituyen la trama
de la cultura. El hombre abierto creadoramente al mundo, se convierte en un ser
cultural. El encuentro de este ser cultural con el Ser Supremo no se oponen
sino cuando se entienda ésta -la cultura- como una técnica de dominación. No es
extraño, pues, que María Zambrano, cuando repiensa la agonía de Europa, haya
definido la cultura como un sistema de
esperanzas[25].
Pero la estética[26]
de la esperanza, en Zambrano, está llena de realismo.
Evita el personaje y la máscara, la huida en falso del propio destino. Va más
allá que Ortega, ahonda más, humaniza la circunstancia del hombre y se abraza a
ella. Lo refleja muy bien en la concepción de la libertad del alma española:
“Yo y mi circunstancia. Esa cárcel y estos
hierros. Pero quien así se queja no pretendió jamás evadirse. Quizás sea esta la manera de llegar a la libertad del
alma española: la reabsorción de la circunstancia, la vivificación de la
circunstancia, el abrazarse a lo que nos limita sujetándose libremente a lo que
encadena; encontrar la libertad en la lucha y jamás en la evasión. El español
prefiere hundir las raíces en la tierra a ensayar alas para un vuelo fugaz”[27].
Sin evadirse
nunca de la propia realidad, sin huir de sí mismo podemos ahondar en el
concepto de cultura. Cultura es cuanto el hombre realiza para unirse a lo real
circundante con modos relevantes de unidad, sin adueñarse ni tiranizar la
realidad[28].
Tal género de dominio es posible si
consideramos a la realidad en una sola de sus vertientes: la
cuantitativa, la sometible a cálculo y medida. El conocimiento de cómo se
comporta la realidad da lugar a dominio
pero no a un encuentro, puesto que no permite el entreveramiento personal
del hombre con la realidad. Se traduce, por tanto, en un tipo muy alto de civilización, pero pone en riesgo la
verdadera cultura[29].
En la liturgia
queda patente que la verdadera cultura no va en dirección opuesta a la experiencia
religiosa; sino que muy al contrario, camina en la misma línea, la del
encuentro, y ofrece un campo de expresividad muy adecuado para la experiencia
religiosa. El canto, la arquitectura, las Bellas Artes, las flores, los
tapices, los metales, la palabra y el gesto, la retórica y las telas bordadas
exprimen toda la fuerza expresiva del hombre artesano que dialoga con los
dioses y le ofrece lo mejor de sus manos. Todo se carga de simbolismo, es
decir, todo colabora a fundar un campo de
iluminación y esperanzas en el cual lo religioso cobra campo expresivo[30].
Esta concepción
del conocimiento como una forma de encuentro o entreveramiento de ámbitos, nos
descubre el carácter circular de las experiencias humanas más profundas[31].
La vida del hombre se teje de interrelaciones, y éstas son siempre reversibles.
El lenguaje nutre al poeta, y el poeta configura el lenguaje. El pianista configura la obra musical,
y ésta configura al pianista. El hombre agustianiano marcha inquieto hacia Dios
porque ya le ha encontrado de algún modo, pero le encuentra porque le ha
buscado. Ello permite entender la célebre idea de Pascal: "Ponte de
rodillas y creerás en Dios". Si no creo en Dios, arguye el incrédulo,
¿cómo me voy a poner de rodillas. Y Pascal rearguye: "Si no te pones de
rodillas, inocente, ¿cómo vas a creer en Dios, realidad que sólo puede
aceptarse con una actitud de sencillez?[32]
De la concepción
relacional del hombre se deduce que el "hombre supera infinitamente al
hombre", como decía Pascal, un autor muy del gusto de Guardini.[33]
El alcance auténtico del hombre supera una visión alicorta que se tiene del
mismo, cuando se le ve recluido en los límites del yo aislado que tetaniza la alteridad[34]
y la espesura de lo relacional. Todo hombre que tenga un mínimo de madurez
personal se acepta a sí mismo en todo su alcance, vale decir: en lo que es y en
lo que está llamado a ser[35].
La vida del hombre es fruto de la respuesta a la llamada del Creador. de ahí
que "sólo quien conoce a Dios conoce al hombre"[36].
Esta frase constituye el título de un opúsculo de Guardini que condensa y
corona toda su doctrina sobre el ser humano. "El hombre sabe quién es en
la medida que se comprende a sí mismo desde Dios. Para ello debe saber quién es
Dios. .. Si se rebela contra Dios o tiene una idea falsa de él, deja de saber
cuál es su propia esencia. Ésta es la ley básica de todo conocimiento del
hombre"[37].
Este trabajo concluye: "A través de la confusión de las diferentes
tensiones políticas, económicas y culturales que llenan el mundo, pasan dos
frentes que van a decidir las cosas más hondas: el frente de los hombres que
reclaman el derecho a entenderse a sí y a sus obras, desde sí mismos; y el de
quienes reciben su nombre del nombre de Dios, y sienten que su misión les ha
venido regalada por el mismo Señor del universo".[38]
Ya en sus Cartas del Lago de Como, Guardini
anunciaba alborozado el surgir de una nueva época, caracterizada por una idea
renovada del conocimiento y la libertad,
de la creatividad humana y de las realidades que la hacen posible.
"Nuestro
lugar se haya en el futuro que se está gestando. Nuestro entusiasmo vibra ante
su imponente fuerza y su voluntad de responsabilidad... Un nuevo tipo de hombre
debe surgir, un hombre de profunda espiritualidad, con un nuevo sentido de la
libertad y la intimidad, con una nueva conformación y poder de
configuración"[39].
5. Caminando hacia una nueva época
La Edad Moderna
en cuanto impostación cultural terminó en 1918, al concluir la primera Guerra
Mundial. Asumiendo los mejores logros del s. XIX, podemos orientar las energías
humanas por vías todavía más fecundas, pues nunca más podrá aceptarse en serio
el "mito del eterno progreso" como principio motor de una cultura[40].
Guardini señala
algunas de estas vías con la esperanza puesta en la regeneración de Europa, que
no se caracterizará por la renuncia a todo esfuerzo, por la entrega a
experiencias incontroladas, por la ruptura con vínculos con lo elevado y
valioso, ni por concesiones de primacía a lo irracional. Esta actitud
desarraigada no supondría una "Edad postmoderna" sino sencillamente
la entrega a las diversas forma de
vértigo, y la caída consiguiente en la embriaguez destructiva donde la muerte[41]
se hace la gran igualadora. Por estas veredas podrían caminar los hombres de la
nueva época:
La nueva época
no anulará la inteligencia humana, su poder racional, su capacidad de proyectar
e inventar. El pensamiento ha de ir aliado al respeto hacia las realidades que
conocemos, y a la voluntad de de fundar con ellas modos elevados de unidad.
Esta forma de conocimiento
aliado con el amor y el respeto, no reduce los seres del entorno humano a meros
objetos dominables. respeta su propio modo de ser con todas sus implicaciones.
Para ver de este
modo amplio, relacional, hace falta intuición,
entendida como el poder de integrar la visión y el concepto. La intuición[42]
que postula Guardini es una especie de visión
en relieve. No se queda en las figuras superficiales, sino que capta imágenes. Las imágenes tienen un
carácter bifronte, remiten a algo que está más allá de lo que ven los ojos
tomados a solas.
Este modo de
visión no puede darse cuando el sujeto se fusiona con la realidad que desea
contemplar. Para ver con la debida profundidad hay que tomar distancia de perspectiva; sin ello
desaparece el fenómeno del encuentro.[43]
Del conocimiento
como presencia y encuentro, se deriva que el conocimiento de las realidades más
nobles de la vida sólo es viable cuando el sujeto supera la actitud
individualista que aleja el objeto para dominarlo. Alejar es poner en frente con
actitud de indiferencia.
La experiencia
personal del encuentro, o entreveramiento de ámbitos, permite comprender que
los términos que son utilizados para expresar tal acontecimiento no se oponen
entre sí, sino que se complementan.
En la intimidad
del encuentro brotan los símbolos, se
suscita el sentimiento de gozo y entusiasmo, se alumbra luz. En la Edad Moderna se pretendió en buena medida
iluminar toda la existencia con la sola luz de la razón, y se abocó a una
situación de absurdo y sinsentido radical[44];
ello responde en el fondo a un enfoque desafortunado. Se buscó la plenitud del
hombre en la relación lineal del sujeto al objeto, y se entendió tal relación
como una forma de acción dominadora. El objeto con ello quedó desplazado. En
los casos en que sentía la nostalgia de la unión, se fomentó un modo de unidad fusional, que elimina toda
posibilidad de auténtico conocimiento y desarrollo de la persona.
Al decir de
Cencillo[45],
"Es verdaderamente lamentable que el desfondamiento
humano, capaz de tender al infinito y
a la plenitud, y constitutivamente inconformista ante lo convencional y lo
aparente, pueda en la mayoría de los casos, terminar achatándose hasta el punto
de no ser más que la oquedad de un deseo.
Y un deseo que paulatinamente ha ido desvirtuándose, casi infantilizándose,
hasta acabar convertido en un deseo insaciable de juguetes, como cuando era niño".
5. Traduciones de Romano GUARDINI
Guardini pensaba y escribía en alemán,
aunque había nacido en Brescia, por tanto de lengua materna italiana; pero el
alemán le servía mejor para comunicar los muchos matices de su pensamiento,
aunque a veces se siente heredero de la cultura italiana y usa su lengua. En el
Fausto de Goethe se formula una consigna que puede valer de lema de vida
para quien, como el hombre, es esencialmente un heredero, como dijera
Ortega, un heredero de la sangre, la lengua y la cultura:"Lo que tus
padres en herencia te dejaran, hazlo ganancia propia que puedas poseer" (Fausto,
682). Pues cada uno a su guisa, la
lengua castellana también es heredera de la de la herencia de Guardini[46].
Como siempre la Zambrano nos asombra
penetrando en la entraña de la misma idea anterior:
"Hay que pensar que el primer lenguaje tuvo que ser delirio.
Milagro verificado en el hombre, anunciación, en el hombre, de la palabra.
Verificación ante la cual el hombre, ya poeta, no pudo sino decir: 'Hágase en
mí'. De ahí ese temblor que queda tras de todo buen poema y esa perspectiva
ilimitada, estela que deja toda poesía
tras de sí y que nos lleva tras ella; ese espacio abierto que rodea a toda
poesía. Hágase en mí según tu palabra y sea yo no más que su sede, su vehículo.
El poeta está consagrado a la palabra; su único ser es este hacerse con él...
Para que haya palabra tiene que cesar o extinguirse, aunque sea insensiblemente
la silaba, ya que la palabra se arquitecta en la intersección del vacío y el
silencio; así como para que haya visión, sentido de la luz, o asimilación a la
luz, ha de haberse vivido la noche"[47].
A la postre, y muy poco a poco, sus
obras fueron traducidas a diversas lenguas, perdiendo con ello luces
irrecuperables. Su traducción fue con frecuencia su traición. Su obra fue entrando
en la cultura hispánica muy lentamente, hasta llegar a una gran popularidad en
el último decenio del s. XX, en que fueron traducidos sus ensayos más
significativos. Se da pacíficamente por convenido que nada puede suplir al
contacto directo con las fuentes de un autor, por ello dejo constancia para el
iniciado de un elenco -de las traducciones castellanas- de los libros de Romano
Guardini:
El universo religioso de Dostoievski. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1954. 311 pp.
Pascal o el drama de la conciencia
cristiana. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1955. 280
pp.
El universo religioso de Dostoievski. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1954. 311 pp.
Via Crucis, Ed. Rialp, Madrid, 1954. 108 pp.
La muerte de Sócrates. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1960.
Verdad y Orden (4 tomos). Ed. Guadarrama, Madrid, 1960
El ángel en la Divina Comedia del
Dante. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1961. 126
pp.
La aceptación de sí mismo. Ed. Guadarrama, 1962. 161 pp.
Panorama de la eternidad. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1963. 244 pp.
La cuestión judía. Ed. Sur, Buenos Aires, 1963. 88 pp.
Sobre la vida de la fe. Ed. Rialp, Madrid, 1963. 163 pp.
La esencia del cristianismo. Ed. Guadarrama, Madrid, 1964. 108 pp.
La Madre del Señor. Ed. Guadarrama, Madrid, 1965. 114 pp.
Oraciones teológicas. Ed. Guadarrama, Madrid, 1966. 120 pp.
Libertad, Gracia y Destino. Ed. Lumen, Buenos Aires, 1987. 244 pp.
Los Signos Sagrados. Ed. Surco, Buenos Aires, 1946. 151 pp.
El poder: un intento de orientación. Ed. Cristiandad. 1977.
La esencia del cristianismo. Ed.
Cristiandad. 1977.
Obras Selectas, Tomo I. Ed. Cristiandad.
1981.
Apuntes para una autobiografía. Ed.
Encuentro. 1992.
Mundo y persona: ensayos para una teoría cristiana del hombre. Encuentro. 2014.
Cartas sobre la formación de sí mismo. Ed. Palabra. 2000.
El talante simbólico de la liturgia. Centre de Pastoral Litúrgica. 2001.
El Rosario de María. Ed. San
Pablo. 2005.
El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo. Ed. Cristiandad. 2006.
El Espíritu de la liturgia. Centre de
Pastoral Litúrgica. 2006.
Las etapas de la vida: su importancia para la ética y la pedagogía (5ª edición). Ed. Palabra. 2006.
Biblia y ciencia de la fe. Ed.
Cristiandad. 2008.
Escritos políticos. Ed. Palabra. 2011.
Orar con el Rosario de Nuestra Señora. Ed. Desclée De Brouwer. 2012.
Orar con el Via Crucis de Nuestro Señor y Salvador. Ed. Desclée De Brouwer. 2012.
La conversión de Aurelio Agustín. Un proceso interior en sus Confesiones. Ed. Desclée De Brouwer. 2013.
El comienzo de todas las cosas. Ed.
Desclée De Brouwer. 2013.
[1] Seguimos de
cerca a LÓPEZ QUINTAS, A., Romano
Guardini y la dialéctica de lo viviente, Ed. Cristiandad, Madrid 1966, 59-75.
[2] GUARDINI, R.,
Vom Geist der Liturgie, Herder,
Friburgo de B. 1918 y 196818.
[3] GUARDINI, R., Vom
Sinn der Kirche. Fünf Vorträge, Grünewald, Maguncia 19554.
[4] GUARDINI, R.,
Liturguische Bildung. Versuche, Burg
Rothenfels, Maguncia 1923, 82.
[5] Pero la estética de la esperanza, en Zambrano,
está llena de realismo. Evita el personaje
y la máscara, la huida en falso del
propio destino. Va más allá que Ortega, ahonda más, humaniza la circunstancia
del hombre y se abraza a ella. Lo refleja muy bien en la concepción de la
libertad del alma española:
“Yo
y mi circunstancia. Esa cárcel y estos hierros. Pero quien así se queja no
pretendió jamás evadirse. Quizás sea esta la manera de llegar a la libertad del
alma española: la reabsorción de la circunstancia, la vivificación de la
circunstancia, el abrazarse a lo que nos limita sujetándose libremente a lo que
encadena; encontrar la libertad en la lucha y jamás en la evasión. El español
prefiere hundir las raíces en la tierra a ensayar alas para un vuelo fugaz”: ZAMBRANO, Mª., “Señal de vida. Obras de Ortega y
Gasset (1914-1932)”, Rev. Occidente 24-25 (1983) 277.
[6] Cfr. LÓPEZ
QUINTAS, A., El triangulo hermenéutico, Ed.
BAC, Madrid 1971, 501-558 y Cinco grandes
tareas de la filosofía actual, Ed. Gredos, Madrid 1977, 139 ss.
Para comprender
rectamente la Edad Moderna y abrir vías de superación de sus posibles
deficiencias, es indispensable tener ante la vista las dos líneas de
interpretación del pensamiento de Descartes, a quien suele considerarse como
promotor y pionero de la modernidad.
Para el iniciado que quiera profundizar más, los dos libros citados levantan
acta de este contexto.
[7] MORENO, A., “La crisis de
Occidente en Gabriel Marcel: Reflexión y misterio”, Auriensia 15 (2012) pp. 175-194 y “Sintaxis teológico-bíblica del ministerio de la gloria y el
ministerio de la justificación (2Cor 3,7-11)”,
Gregorianum 91 (2010) 671-704.
[8] GUARDINI, R.,
Der Atheismus und die Möglichkeit der
Autoritat, en Sorge um den Menschen, Werkbund, Würzburg 1962, 95.
[9] Seguimos de
cerca a LÓPEZ QUINTAS, A., Cuatro
filósofos en busca de Dios, Ed. Rialp, Madrid 1989, 151-174.
[10]
MORENO, A., “El cínico Dión Crisóstomo escribe sobre el retiramiento interior
(peri anajoreseos): Un manuscrito del humanista Pedro de Valencia (1555-1620)”,
Epimeleia 8 (1999) 225-246.
[12] Vom Leben des Glaubens (Sobre la vida de
la fe);
Lebendiger Geist (Espíritu viviente); Lebendiger Gott (Dios vivo); Der Gegensatz. Versuche zu einer Philosophie
des Konkret-Lebendigen (El contraste. Ensayos acerca de una filosofía de lo
concreto-viviente.
[14] Cfr. GUARDINI,
R.,: "El lenguaje no constituye sólo un medio mediante el cual se
comunican sucesos, sino que en el lenguaje se realizan la vida y la actividad
espiritual", Welt und Person.
Versuche zur christlichen Lehre vom Menschen, Werkbund, Würzburg 1950, p.
107.
[16] Un
interesante y original estudio antropológico: Ignazio SANNA, "Ogni uomo è
Adamo", en Chiamati per nome.
Antropologia teologica, Ed. San Paolo, Milán 1994, 25-166; que se viene a
completar con su gran obra, muy conocida en el mundo italiano: Idem,
"L´antropologia della modernità", en L´antropologia cristiana tra modernità e posmodernità, Ed.
Queriniana, Brescia 20043, 44-145..
[17] MORENO, A.,“Los gemidos del Espíritu: La oración de
la esperanza (Rom 8, 26-27)”, Estudios Trinitarios 35 (2001) 307-324.
[18] Welt
und Person, pp. 110 y 113. Traducción
reciente en castellano: Mundo y persona: Ensayos para una
teoría cristiana del hombre. Ed.
Encuentro, Madrid 2014.
[20] ZAMBRANO, M., "Un lugar de la palabra:
Segovia", en España, sueño y verdad,
Ed. Siruela, Madrid 1994, 151 y 171.
[22] Se puede ahondar en la palabra como razón estética y sumergirse en su
belleza con ZAMBRANO, Mª: MÚGICA, H., "De la palabra del alma al alma de
la palabra", en María Zambrano. La visión
más transparente, Congreso
Internacional, (Ed. BENEYTO, J. Mª.),
Ed Trotta, Madrid 2004, 105-116; DÍAZ LÓPEZ, J., "De la palabra sagrada
como acción operativa", en María
Zambrano. La visión más transparente,...135-146.
Cfr. otro Congreso Internacional de
Castilla la Mancha, para celebrar el centenario: Pensamiento y Palabra. En recuerdo de María Zambrano. (1904-1991), MORA-MORENO, J. M., ( Eds. ), Valladolid
2005. Pueden interesar, en concreto, dos estudios de este Congreso: NOGUEROLES,
M., "María Zambrano: Una filosofía de la salvación", y JÁCOMO, A.,
"La razón poética como esencia
del espíritu ibérico", 507-518 y
551-558.
[23] GUARDINI, R., Liturguische Bildung. Versuche, Burg Rothenfelds,
Maguncia 1923, 24.
[24]
ZAMBRANO, Mª., El hombre y lo divino,
Ed. Siruela, Madrid 1992, 272: El trascenderse
de la Zambrano
libra al hombre del envenenamiento ante la crisis, por el contrario la trascendencia le refresca, si bebe el
cáliz que le ofrece el ángel. El huerto de los olivos es para ella la clave de
bóveda de la construcción de un ser auténticamente humano que no huye de sí
mismo, sino que se acepta y se ama en soledad. De cómo vivir esta soledad
levanta acta nuestra filosofa en la p. 272:
“En la Pasión divina hay un instante supremo
en que parece que se detiene para decidirse, suspendida sobre el abismo
infinito. Jesús está solo ante su destino; en soledad completa ante él. Un
ángel le alarga el cáliz de su inajenable padecer. Misterio en que lo humano
obtiene su liberación suprema de la tragedia de ser sombra del semejante. El
ángel se aparece siempre a los que logran la soledad; ¡es la imagen sagrada de
la soledad! Y el hombre que lo haya sentido cerca, aún sin verlo, estará libre
para siempre del acecho de la envidia; del
torcido ensimismamiento, donde la mirada se desvía ante el equívoco espejo.
Pasión incompleta la del hombre que no haya vivido su hora a la manera humana,
lejos de todo y sin sombra. Entonces nace a la soledad, algo ya imperecedero.
Pues no se verá en el semejante, ni tendrá nada de él. Pero también cabe desdecirse
en el Huerto de los olivos, desviviendo el destino, arrepintiéndose de la
Pasión” (p. 272).
[25] ZAMBRANO, Mª., La
agonía de Europa, Madrid 1988, 45-46.
Cfr. CEREZO, P.,
"La herencia de Unamuno, Ortega y Gasset, y X. Zubiri en María
Zambrano", en Congreso Internacional de Castilla la Mancha, para celebrar
el centenario: Pensamiento y Palabra. En
recuerdo de María Zambrano. (1904-1991),
MORA, J.L.-MORENO, J.M. (Eds.), Valladolid 2005, 19-50.
[26] Para
reflexionar sobre el camino estético
en los últimos años se puede ver el reciente y precioso estudio en
colaboración, editado por J. INSON, (Ed.) The Oxford handbook of
Aesthetics, Ed. Oxford Un. Press, Oxford NY 2005. Cfr. R. UTON, The
Aesthetic Understanding. Essays in the Philosophy of Art and Culture,
London – New York – Methuen 1998.
[27] ZAMBRANO, Mª., “Señal de vida. Obras de Ortega
y Gasset (1914-1932)”, Rev. Occidente 24-25 (1983), 277.
[28] MORENO, Abdón, “De la tristeza según Dios y según
el mundo, consideración sobre un lugar de S. Pablo. Un manuscrito inédito de
Pedro de Valencia sobre 2 Cor 7, 3-11”, Helmantica 47 (1996) 453-477.
[29] LÓPEZ QUINTAS, A., Cuatro filósofos buscan a Dios, Ed. Rialp, Madrid 1989, 157-158.
[30] MORENO, A., “Fuentes y contenido teológico del
Comentario a Qohélet de S. Jerónimo”, Bologna, Annali di storia dell´esegesi,
14 (1997) 443-475 y “Concepción jerominiana de los sentidos bíblicos en el
Comentario a Qohélet”, Estudios Bíblicos 55 (1997) 239-262.
[31] Cfr. MORENO, A., “Ein
trinitarisches Vaterunser. Bemerkungen zu einem Manuskript aus dem 16. Jahrhundert”, Biblische Zeitschrift 45 (2001)
94-100. (Univ de München). Es un manuscrito inédito del Renacimiento sobre el Padrenuestro, con una edición comparada
más reciente: MORENO, A., "Ad orationem dominicam illam pater noster, qui
es in coelis symbola", en PEDRO DE VALENCIA, Obras completas, T. II, Escritos
Bíblicos y Teológicos, Ed. Univ. León, Salamanca 2014, 227-293.
[32] LOPEZ QUINTAS, A., Cuatro Filósofos en busca de Dios, Ed. Rialp, Madrid 1989, 170.
[33] GUARDINI, R.,
Chrisliche Bewusstsein.Versuhe über
Pascal, Kösel, Munich 1934, 245. Trad.
castellana: Pascal o el drama de la
conciencia cristiana, Ed. Emece,
Buenos Aires 1955.
[34] Cfr. nuestro ensayo sobre la alteridad: MORENO, A., Del
Espíritu a la alteridad. Una antropología paulina, Analecta Scientifica
Compostellana nº 25, Santiago de Compostela 2007.
[35] GUARDINI,
R., Die Annahme seiner Selbst, Werkbund,
Würzburg 1960, 19. Trad. castellana: La aceptación de si mismo, Ed. Guadarrama, Madrid 1962.
[36] GUARDINI, R.,
Nur wer Gott kennt, kennt den Menschen, Werkbund, Würzburg 19533,
24,
[37] Nur
wer Gott kennt, kennt den Menschen,... 19.
[38] GUARDINI, R.,
Nur wer Gott... 19.
[40] Conecta en toda su recia hondura, y bella profundidad,
con el pensamiento zambraniano en La Agonía de Europa, donde la autora pone al ordo
amoris agustianiano, como principio regenerador de la nueva Europa:
ZAMBRANO, Mª, La agonía de Europa, Madrid
1988, 45s.
Cfr. ORTEGA,
J.F., "Vigencia del pensamiento de María
Zambrano", en Pensamiento y
Palabra. En recuerdo de María Zambrano. (1904-1991), J. L. MORA, J.L. - MORENO, J.M. (Eds.), Valladolid
2005, 169-184. COLINAS, Y. A., "Una aproximación a El hombre y lo divino",
en María Zambrano. La visión más
transparente. Congreso Internacional,
BENEYTO, J.Mª (Ed.), Ed Trotta, Madrid 2004, 91-98.
[41] Cfr. nuestro
ensayo reciente: MORENO, A., “La muerte es la gran igualadora: Una tradición
humanística y bíblica en el Theatro moral
de la vida humana (Amberes 1612)”, Revista
de Estudios Extremeños. Homenaje al 350º Aniv. del Seminario Metropolitano, LXX (2014) 809-852.
Cfr. también: SANNA,
Ignazio, "Ogni uomo è Adamo", en Chiamati
per nome. Antropologia teologica, Ed. San Paolo, Milán 1994, 25-166; Idem,
"L´antropologia della modernità", en L´antropologia cristiana tra modernità e posmodernità, Ed. Queriniana,
Brescia 20043, 44-145..
[42] GUARDINI, R., Los
sentidos y el conocimiento religioso, Ed. Cristiandad, Madrid 1983.
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