jueves, 7 de marzo de 2019

CADA GENERACIÓN DEBE ESCRIBIR SU HISTORIA




CADA GENERACIÓN
DEBE ESCRIBIR SU HISTORIA
¿POR QUÉ?


Dr. Abdón Moreno García
Centro de Investigadores
Iglesia de España en ROMA.


Ensayo publicado como: "Cada generación debe escribir su historia ¿Por qué?", Pax & Emerita 10 (2014) 165-175.

 Nota introductoria que no pertenece a  la publicación anterior de 2014
Hace poco tiempo tuve la oportunidad de visitar Berlín con la suerte de tener una guía de alto nivel intelectual que supo introducirnos en la historia de Alemania con maestría. Hace mucho tiempo que no tenía una sensación -conmoción, diría más bien- tan terrible que me impidió conciliar el sueño aquella noche. 

Después de visitar la bella ciudad de Dresde y comprobar in situ los estragos de la II Guerra mundial, nos dirigimos hacia el Schloss Cecilienhof, el palacio donde se repartió la Alemania del dopoguerra y nos acercamos a la mesa desde el cual se dio la orden de explotar la bomba atómica a Hiroshima y Nagasaki. Impresionaba ver las sillas de los traductores pegadas a los sillones de los delfines de la Corte: ¿cómo traducirían aquella orden... Acaso se olían el tremendo poder destructor del ser humano? ¡Cuanto odio y cuanta muerte administrada desde aquellos malditos sillones!
Ayer 6 de marzo de 2019, Marta Rebon escribía sobre el País: "Recuerdo un breve ensayo incluido en La revolución interior (Errata Naturae) en que Lev Tolstoi se pregunta para qué recordar el pasado e importunar a la gente con él. El novelista ruso concluye que los errores del pasado, tan evidentes hoy en su absurda y monstruosa crueldad para nosotros, perviven en el presente con nuevas formas y nombres, no menos absurdos, no menos monstruosos. Como afirmaba Susan Sontag, hay que permitir que las imágenes atroces nos persigan, porque nos dicen: esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer convencidos de que están en los justo". Bien ha dicho, cada uno a su guisa:
¡En las guerras todos pierden, no lo olvidemos!
Schloss  Cecilienhof
Aquí aconteció lo peor del s. XX: ¡Se dio la orden de disparar la bomba atómica!
Hace pocos días inauguraban los Reyes de España el Diccionario Biográfico Electrónico
el 3 de 2018 en el Palacio del Pardo, presentado por la Real Academia de la Historia. Un instrumento técnico de enorme relieve para los historiadores e investigadores.
Su Majestad el Rey Felipe VI en su discurso nos dijo:
"Hoy, sin duda, España necesita el compromiso con nuestra vida colectiva de los intelectuales, de los hombres y mujeres que cultivan el saber, l razón y el conocimiento: un compromiso siempre necesario, pero que  tan imprescindible es en los tiempos que vivimos, porque nos ayuda a comprender con rigor, y con más confianza, las nuevas realidades que emergen en el s. XXI, a anlizar y valorar los nuevos retos a los que nos enfrentamos y a orientar las decisiones que debemos tomar en un mundo lleno de incertidumbres y de profundos cambios tecnológicos y sociales...
Como escribió Cervantes: "La historia es émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado" ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir". Por eso conocer nuestro pasado a través de la  vida de los que nos precedieron es conocer nuestro  recorrido, nuestra esencia,  nuestro núcleo y nuestro fundamento.

Y la Directora de la Real Academia de la Historia, la Drª. Carmen Iglesias, en su discurso nos advirtió a los historiadores:
"La vida de los humanos es opaca y difícil, somos libres e inciertos, y su relato en la singularidad de cada cual, lo necesitamos para poder reflexionar sobre las cosas  que nos pasan, para volver inteligible nuestra experiencia de vida. Para entender las luces y las sombras de toda historia, para ser capaces de empatía y de piedad, y también de juicio abierto y fortaleza, ante hombres y mujeres concretos que se desenvuelven dentro de valores y acontecimientos para los que solo tienen los instrumentos mentales y físicos de su propio tiempo -a veces, ni mejor ni peor, pero diferentes de los nuestros.  Cuando uno lee las biografías de personas concretas... esos personajes casi increíbles, en búsqueda de riqueza y de fama, gentes de brújula y  espada, vidas apasionantes... cuando se sumerge uno en ese dédalo de vidas entrecruzadas, entiende que no se pueden adjudicar sustantivos abstractos, definiciones lapidarias y simplistas, cuando no estereotipos, a los períodos y avatares de la historia. Esta es una función social de la biografía: Crear de nuevo, con Caballé, un observatorio humanista."
Texto original impreso:

Ante los diversos estudios históricos sobre Talavera la Real que vamos presentando en nuestra Web, no es baladí profundizar en el mismo concepto de historia, para liberarla de toda perspectiva univoca, puesto que la historia es siempre pluridimensional y polimorfa. Solamente los fanáticos de turno la polarizan y la manipulan mirando la dimensión que se adapta mejor a sus propios intereses. Esto ha ocurrido siempre en los pueblos de Europa cuando se releían las guerras o las victorias de sus antepasados; justo por ellos el buen historiador recomienda siempre distancia y serenidad ante los acontecimientos, porque así se agranda la perspectiva de los mismos, y se es siempre mucho más objetivo.

La conocida distinción marceliana entre el ideólogo y el pensador, clavó en mi alma de neófito amante de la sabiduría una honda convicción: la esencial esterilidad de los fanatismos; y el considerarlos desde siempre como algo tóxico de cuya tiranía me quisiera liberar sin ambages. Al intentar profundizar en la susodicha distinción, me acerqué a una visión más amplia y mucho más honda: La claritas rerum con que Marcel analiza la crisis de Occidente.

Viene a mi memoria, al respecto, el texto muy lúcido del gran filósofo francés, Gabriel Marcel:

“Cuanto más trate mis propias ideas, o también mis convicciones, como algo que me pertenece, y de las que por ello mismo me enorgullezco, inconscientemente tal vez, como alguien se enorgullece de un invernadero, o de una cuadra, tanto más tenderán estas ideas y estas opiniones, por su misma inercia (o, lo que viene a ser lo mismo, por mi inercia ante ellas), a ejercer sobre mí una ascendencia tiránica; ahí está el principio del fanatismo en todas sus formas. Lo que se produce aquí es una especie de injustificable alienación del sujeto (me decido con disgusto a emplear aquí este término) ante la cosa cualquiera que ésta sea. Ahí está, a mi modo de ver, la diferencia entre el ideólogo, de una parte, y el pensador y el artista, de otra. El ideólogo es uno de los tipos humanos más temibles que existen; puesto que inconscientemente se hace a sí mismo esclavo de una parte reprimida de sí mismo; y porque dicha esclavitud tiende inevitablemente a convertirse hacia fuera en tiranía”. Por el contrario, “El pensador está perpetuamente en guardia contra esta alienación, esta petrificación posible de su pensamiento; permanece en un estado perpetuo de creatividad, todo su pensamiento está siempre y en todo momento, puesto en cuestión”[1].

 
Desde la Trapa de Sta ANA a la Catedral de ÁVILA

1. INTRODUCCIÓN

Ante la frecuente y clásica expresión Cada generación debe escribir su historia valen la pena algunas reflexiones como punto de partida, para ahondar en su significación más profunda. Al iniciar la noble aventura de escribir la historia de un pueblo me gustaría sentirme Quijote, amigar y coger la mano de Cervantes, y repetirle con él al equipo de colaboradores:

“Si a esta [historia] se le puede poner alguna objeción acerca de su verdad, no podrá ser otra sino haber sido su autor arábigo, siendo muy propio de los de aquella nación ser mentirosos; aunque, por ser tan nuestros enemigos, antes se puede entender haber quedado falto en ella que demasiado. Y ansí me parece a mí, pues cuando pudiera y debiera extender la pluma en las alabanzas de tan buen caballero, parece que de industria las pasa en silencio: cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir”[2].

Por otra parte, pocas veces sucede en la historia de España un debate intelectual de la talla del que sostuvieron en 2005 los dos catedráticos, José Álvarez Junco[3] y Antonio Elorza, al que invito asomarse al lector para echarle un poco de chispa hispánica al tema que nos ocupa[4]. ¿Qué duda cabe, que las bases de ese debate intelectual radican en una concepción diferente de la historia?

“La Historia académica, una actividad que algunos de sus practicantes defienden como científica. No lo es, desde luego, en el mismo sentido en que puedan serlo las ciencias duras, en primer lugar porque el número de variables que entran en cada fenómeno es poco menos que infinito; es decir, que las “causas” de los hechos históricos no son únicas, ni en general claras. A estos asuntos se les puede aplicar aquello que dijo Oscar Wilde sobre la verdad: que raras veces es simple y nunca es pura. Tampoco es la Historia un conocimiento aséptico u objetivo porque los datos que nos llegan sobre el pasado (documentos, ante todo) son parciales, muchas veces escasos y, sobre todo, subjetivos, emitidos por alguien que estaba implicado en la situación que describía. Una distorsión a la que se añade la que introducimos nosotros mismos, quienes recogemos e interpretamos esos datos, que también somos parciales y subjetivos, ya que anotamos unos hechos y descartamos otros según que nuestra visión del mundo los considere o no significativos. Dentro de estas limitaciones, sin embargo, la Historia aspira a un status de ciencia social, un tipo de conocimiento que no admite la arbitrariedad, el ocultamiento o el falseamiento de fuentes. Y esto es lo malo: que muy buena parte de la Historia que se escribe cae en este tipo de deformación porque tiene una finalidad política: es decir, que se usa como argumento al servicio de una causa; normalmente, a justificar la existencia de la organización política en la que habitamos (o la de otra organización alternativa que pretendemos crear)”[5].

          Después de este flash de debate, vayamos a lo nuestro. Con una buena metodología es útil partir de la etimología. La palabra historia deriva del griego ἱστορία (léase historia, traducible por "investigación" o "información", conoc. adquirido por investigación), del verbo ἱστορεῖν ("investigar"). De allí pasó al latín historia, que en castellano antiguo evolucionó a estoria (como atestigua el título de la Estoria de España de Alfonso X el Sabio, 1260-1284) y se reintrodujo posteriormente en el castellano como un cultismo en su forma latina original.

Si queremos reflexionar sobre la concepción moderna de la historia, bien podemos acercarnos a José Ortega y Gasset (1883-1955)[6] y a Pedro Lain Entralgo (1908-2001)[7], los dos grandes pensadores españoles que más tinta han gastado al servicio de la historia como pedagoga y maestra de la vida. Si junto a ello no olvidamos la perspectiva de La agonía de Europa de la gran filósofa María Zambrano[8]  –por desgracia, más conocida en Europa que en su propio país, nuestro recorrido iría mucho más allá de lo inmediato y nos liberamos de que el árbol nos impida ver el bosque. Y si, a la postre, a ello le añadimos los estudios de Dilthey[9], el padre del historicismo, el menú quedaría bien servido. Dilthey razonó que todo saber debe analizarse a la luz de la historia; sin esta perspectiva el conocimiento y el entendimiento sólo pueden ser parciales. La vida es una misteriosa trama de azar, destino y carácter.  De esas ubres abundantes quisiera alimentarme en este caso.

La historia de un pueblo debe ser resurrección, retorno a la vida de su pasado, diálogo existencial con los huesos de sus abuelos a los que nunca renuncia un hombre con dignidad. No en vano llamó Ortega[10] a la historia escrita “Entusiasta ensayo de resurrección”, de ahí que la meta de todo historiador deba ser según Dilthey “Dar segunda vida a las sombras exangües del pasado”.

Con hermosa retórica barroca, muchos años antes, había dicho lo mismo Fray Jerónimo de San José[11]:

“Yacen como en sepulcros, gastados ya y deshechos, en los monumentos de la venerable antigüedad, vestigios de sus cosas. Consérvanse allí… indicios de acaecimientos cuya memoria casi del todo pereció. A los cuales, para restituirles vida, el historiador ha menester, como otro Ezequiel, vaticinando sobre los huesos, juntarlos, unirlos, engarzarlos, dándoles a cada uno su encaje, lugar y propio asiento en la disposición y cuerpo de la historia; añadirles, para su enlazamiento y fortaleza, nervios de bien trabadas conjeturas; vestirlos de carne, con raros y notables apoyos; extender sobre todo este cuerpo, así dispuesto, una hermosa piel de varia y bien seguida narración, y últimamente infundirles un soplo de vida con la energía de un tan variado decir, que parezcan bullir y menearse las cosas de que trata en medio de la pluma y el papel”.
Carta de Nobleza y libro de Armas. Col. particular

Por otra parte, y muy cerca de nosotros, las obras de Paul Petit (1914-1981), uno de los mejores historiadores franceses, especialista en historia romana, tienen su culmen en su obra Historia de la Antigüedad, en la que encontramos una estupenda introducción que realiza D. Pedro Lain Entralgo[12]. Desde esta fuente podemos considerar tres visiones diversas de la historia que nos ayuden a reflexionar sobre el ¿Por qué?  de la idea clásica que se formula así: Cada generación debe escribir su historia.

Podemos arrancar de la visión clásica ciceroniana que se da pacíficamente por convenida en el ambiente científico. Cicerón es el patriarca de esta manera pragmática de entender la historia: Historia vitae magistra (La Historia es maestra de la vida). Aprender lo que la historia enseña y obrar en consecuencia. Evitar lo que nos llevaría a la ruina, y seguir el ejemplo de las conductas que antaño condujeron al triunfo. Acogiendo esa gran enseñanza del pasado, nunca debemos acogerla con una pasividad literal que impida una voluntad creadora y un ansia de despertar todas las posibilidades que el futuro nos ofrece, en cuyas instancias es posible el progreso.


2. ORTEGA Y GASSET Y MARIA ZAMBRANO

          Con frecuencia se cita a Ortega mutilando su celebre frase «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo», aparecida en Meditaciones del Quijote. La mayoría de los autores se come el segundo hemistiquio, con lo cual se desvirtúa y malinterpreta al pensador. Ortega insiste en lo que está en torno al hombre, todo lo que le rodea, no sólo lo inmediato, sino lo remoto; no sólo lo físico, sino lo histórico, lo espiritual. El hombre, según Ortega, es el problema de la vida, y entiende por vida algo concreto, incomparable, único: «la vida es lo individual»; es decir, yo en el mundo; y ese mundo no es propiamente una cosa o una suma de ellas, sino un escenario, porque la vida es tragedia o drama, algo que el hombre hace y le pasa con las cosas. Vivir es tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. En otros términos, la realidad circundante «forma la otra mitad de mi persona». Y la reimpresión de lo circundante es el destino radical y concreto de la persona humana.

Ortega y Gasset, formado en Alemania, será el filosofo español que recoja todo el saber y el sabor histórico de la cultura alemana, la sabiduría de un pueblo que sabe recrearse a si mismo después de su destrucción. Quien ha visto hace muy poco como se ha reconstruido piedra a piedra la arrasada ciudad de Dresde en la segunda guerra mundial, puede entender mejor que el concepto de historia orteguiano como creación, implica un hondo dinamismo que va mucho más allá del concepto clásico de la historia como imitación. Ortega representa al hombre histórico que no quiere imitar sino CREAR.

Ortega piensa que, el documentado recuerdo de lo que una vez fue, debe ante todo servirnos para afirmarnos a nosotros mismos, esto es, para conquistar nuestra propia originalidad, nuestra más íntima mismidad, luchando agonalmente con quienes hicieron eso que fue pero que ya no es. No hay duda, el concepto de creación es mucho más dinámico y energético que el concepto de imitación. La idea orteguiana, muy querida para el que escribe, de que “El hombre más que naturaleza, es historia”, provoca un dinamismo creativo y creador de la propia mismidad humana, donde lo posible es más verdadero que lo real; esa certera comprensión le hace concluir al hombre que se mira a si mismo con dignidad: yo puedo ser más de lo que soy, mis posibilidades son mas reales que mi misma realidad[13]. Alumbrar la propia existencia como una cartografía de posibilidades, lleva a realizar un diálogo con la historia como sistema de esperanzas[14]. Para la pensadora María Zambrano[15] de hecho, “La cultura no es otra cosa sino un sistema de esperanzas”[16], ya que la esperanza es la tonalidad dominante de la existencia humana. “El hombre, jamás nacido del todo, durante toda su vida anhela una suerte de regeneración, o un nuevo nacimiento más completo, o un crear su historia desde sus raíces, y es este anhelo el que da lugar a la esperanza[17].

Este hombre que podíamos llamar al modo kantiano numénico, y al modo cristiano neumático, tiene que vivir en un mundo fenoménico y tiene que inventar y soñar la vida[18] es decir, imaginarla, hacerla y crearla. Por esto, lo más intimo y verdadero de la realidad del hombre no es el hombre que él es, sino aquel que en su seno imagina y crea lo que él va siendo, "el hombre que él quiere ser".[19]

Y ¿qué es lo que el hombre quiere ser en el secreto fondo de sus deseos y quereres cotidianos? Que Unamuno conteste por todos los hijos de Adán:

"El universo visible, el que es hijo del instinto de conservación, me viene estrecho, es una jaula que me resulta chica, y contra cuyos barrotes da en sus revuelos mi alma; fáltame en él aire que respirar. Más, más y cada vez más; quiero ser yo y, sin dejar de serlo, ser además los otros, adentrarme en la totalidad de las cosas visibles e invisibles, extenderme a lo ilimitado del espacio y prolongarme en lo inacabado del tiempo. De no serlo todo y por siempre es como si no fuera, y por lo menos ser todo yo, y serlo para siempre jamás. Y ser todo yo, es ser todos los demás. ¡O todo o nada!".

Pero conviene precisar algo típicamente hispánico. La estética[20] de la esperanza, en Zambrano, está llena de realismo. Evita el personaje y la mascara, la huida en falso del propio destino. Va más allá que Ortega, ahonda más, humaniza la circunstancia del hombre y se abraza a ella. Lo refleja muy bien en la concepción de la libertad del alma española:

“Yo y mi circunstancia. Esa cárcel y estos hierros. Pero quien así se queja no pretendió jamás evadirse. Quizás sea esta la manera de llegar a la libertad del alma española: la reabsorción de la circunstancia, la vivificación de la circunstancia, el abrazarse a lo que nos limita sujetándose libremente a lo que encadena; encontrar la libertad en la lucha y jamás en la evasión. El español prefiere hundir las raíces en la tierra a ensayar alas para un vuelo fugaz”[21].

Éste es el hombre de María Zambrano, el que no huye nunca de la quema, sino que coge el cubo y va a apagar el fuego aunque se queme, alguien que no sabe huir ante la realidad, alguien esencialmente valiente para mirar su crisis y sus límites cara a cara, aunque no nos guste y su rostro sea, a veces, horrible. Muchas veces he oído decir en Roma, -casi muerto de gusto-, a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede y el Quirinale, que admiraban “el sentido de la totalidad del alma española”, con cuya caracterización me identifico de hoz a coz. Estuvimos luchando ocho siglos contra el Islam, y ochocientos años son muchos años para configurar la genética de un pueblo ¡Cómo para no ser apasionados! No en vano nuestros soldados tuvieron siempre la fama universal de ser los más valientes del mundo. España impidió que Europa estuviese hoy rezando ante la media luna[22], y esa dramática experiencia no la tuvo ningún pueblo de Europa. Experiencia histórica que, a la vez que drama, fue más que fecunda para la cultura europea en la célebre Escuela de Traductores de Toledo y la misma de Córdoba que sirvieron al mundo culto, hasta entonces conocido, todas las obras del mundo clásico griego y romano que asentaron las bases del Renacimiento europeo de los s. XV y XVI.

Bien es verdad, que el apasionamiento hispánico nos trajo mucha sangre y muchas ruinas[23], no pocas veces cargado de un fanatismo irracional, pero a la vez fue el sostén de un pueblo que fue dueño de Europa y de America, y ese señorío y ese lujo no se lo puede permitir ningún pueblo de Europa. Nuestra dignidad va en nuestro esqueleto, la elegancia se lleva en los huesos; ahora, en el hic et nunc (Aquí y ahora) nos queda revestirlo de carne. No ha de extrañar, por tanto, que el gran poeta León Felipe escribiera desde el exilio su célebre ensayo “¿Por qué hablan tan alto los españoles?”[24].


3. MENÉNDEZ PELAYO

En las antípodas de Ortega y Gasset se encuentran los devotos de la nostalgia que piensan reiteradamente que cualquier tiempo pasado fue mejor. Vaya como ejemplo nuestro ilustrado Menéndez Pelayo que escribió sobre nuestros heterodoxos y polemizó sobre la ciencia española. Su postura ante la historia la resume él mismo:

“Venero la grandeza de mi patria en los siglos XVI y XVII; ella es el fundamento de mi idea de España. A la vez, no me es posible esperar que la España actual reconquiste esa grandeza. Por tanto, me refugiaré en el recuerdo y el elogio de lo que España fue, y me esforzaré por ver y valorar en ella lo que mis adversarios no saben o no quieren ver, un país productor de filosofía y ciencia”[25].

Está muy claro que la concepción estática de la historia, de una historia inmóvil y estancada en el pasado, se condena a si misma a la esterilidad de la nostalgia. Los delirios de grandeza del haragán que se encuentra más confortable en sus propios sueños, que en la eficacia de un trabajo serio y constante que se alimenta de la cultura del esfuerzo y la excelencia, condena a un pueblo a romper la amistad con la creación y el progreso. Los vagos sueñan con frecuencia con la grandeza de sus abuelos, y extasiados en un inútil narcisismo que los incapacita para vivir su existencia con dignidad, trampean con sus mascaras siempre duchos en zancadillear la vida de los demás. El hombre que se ha perdido el respeto a si mismo, a su propia dignidad, ya no puede respetar a nadie, su existencia se prepara para un perpetuo exilio interior.
4. XABIER ZUBIRI

Conexa con la actitud de Ortega está la idea de Zubiri de mirar a la historia como asunción autoafirmadora, como la enseñanza de un pretérito que debe ser resucitado.

Zubiri se revela contra la simple imitación del pasado, subrayando las capacidades del hombre moderno que ha de poner al servicio de la humanidad todas sus posibilidades:

“Ni arqueología, esto es: ni visión meramente erudita del pasado; ni clasicismo, es decir: ni imitación de lo que en el pasado, por miopía o por apocamiento, nos parece perfecto”.

Nuestro filósofo está lleno de un fuerte optimismo antropológico que hunde sus raíces en la esperanza cristiana, por ello precisamente confía en el devenir histórico:

“En la historia hay verdadera producción de algo que realmente no era aún. Producción ¿de qué? De capacidades…El hombre de hoy no es más maduro que el de hace quinientos años, sino que es más capaz que éste. Entre los dos ha mediado una producción de algo que en realidad no era ¿De qué? No simplemente de posibilidades operativas, sino de algo mucho más radical: de capacidades. Gracias a ellas tenemos hoy posibilidades para hacer nuestra vida, para ser hombres, de las que carecía el hombre de Cromagnon”[26].

En suma, la historia debe ser leída y escrita, debe ser resucitada, para hincar la pica en el presente tensando la esperanza hacia un futuro lleno de creatividad y posibilidades. Y es ahí, precisamente, en la toma de posesión de sus propias capacidades, donde el hombre se toma las medidas en la palestra de la vida, y donde el progreso de un hombre y de un pueblo nace o muere, surge o se hunde, se expresa o se autoenajena, en la fertilidad de sus capacidades o en la esterilidad de sus omisiones.

Es muy claro que el hombre ilustrado jamás se encierra en la sierra de su pueblo; por el contrario le estimula descubrir la otra ladera de las cosas, y está perpetuamente abierto al diálogo con la alteridad porque quiere aprender de todo y de todos[27]. Con pupila de lebrel quiero yacer junto a las encinas de mi Extremadura, y quiero cantar hasta morir romero; y es que, también, yo soñaría como León Felipe que sean todos los pueblos y todos los huertos nuestros[28]:

Sensibles a todo viento

y bajo todos los cielos,

poetas, nunca cantemos

la vida de un mismo pueblo

ni la flor de un solo huerto.

Que sean todos los pueblos

y todos los huertos nuestros.

Más brevemente termino de la mano de Lain Entralgo, quizás el mayor humanista español del s. XX: “La historia debe ser escrita para hacer más honda y cabalmente hombres a los hombres que la lean”[29].



RESUMEN /  Summary

Ante la clásica expresión Cada generación debe escribir su historia valen la pena algunas reflexiones como punto de partida, para ahondar en su significación más profunda. Para reflexionar sobre la concepción moderna de la historia, bien podemos acercarnos a J. Ortega y Gasset (1883-1955) y a P. Lain Entralgo (1908-2001), los dos grandes pensadores españoles que más tinta han gastado al servicio de la historia como pedagoga y maestra de la vida. Si junto a ello no olvidamos la perspectiva de La agonía de Europa de la gran filósofa María Zambrano, y del vitalismo de X. Zubiri, nuestro recorrido iría mucho más allá de lo inmediato y nos liberamos de que el árbol nos impida ver el bosque.

Palabras clave: Historia. Historicismo. Estética. Sistema de esperanzas. Vitalismo.


























[1]   G. MARCEL, Être et Avoir, Ed. Montaigne, (Paris 1935) p. 242,


           
[2]  El Quijote, Primera parte, capítulo X.  


           
[3]  J. ÁLVAREZ JUNCO (Viella, Lérida, n. 1942), escritor español y catedrático de Historia en la Universidad Complutense (Madrid). Entre 1992 y 2000 ocupó la cátedra Príncipe de Asturias de la Universidad Tufts (Boston), y dirigió el seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard. Fue también director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales hasta mayo de 2008 y por virtud de ese cargo, Consejero de Estado.


[4] J. ÁLVAREZ JUNCO escribe Mater Dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Ed. Taurus, Madrid 2001, que fue Premio Nacional de Ensayo en 2002 y Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 2003. En él hace una aproximación desde el análisis historiográfico y alejado del esencialismo que dominó el antiguo debate sobre el Ser de España. A raíz de esta obra y por el contexto político, sostuvo una polémica con Antonio Elorza sobre la idea de nación española. Cfr:


           
[5]  J. ÁLVAREZ JUNCO, ”Los malos usos de la historia”, EL PAIS, 21 de diciembre de 2013. 

            Véase el artículo de J. ORTIZ CASSIANI, “Historia y modas intelectuales”, Historia Crítica 28 (2004).
[6] J. ORTEGA GASSET, Obras completas, Editorial Taurus/ Santillana Ediciones Generales & Fundación José Ortega y Gasset (en coedición), 10 Volúmenes, Madrid 2004–2010.

Cfr. Historia como sistema (1ª edición en inglés: 1935. La versión española es de 1941 e incluye su ensayo sobre «El Imperio romano»); El hombre y la gente (curso explicado en 1949–1950 en el Instituto de Humanidades, se publica en 1957); Pasado y porvenir para el hombre actual (título publicado en 1962 que reúne una serie de conferencias que Ortega pronunció en Alemania, Suiza e Inglaterra en 1951–1954 y se publicaron junto a un «Comentario al Banquete» de Platón.
[7] Recomiendo vivamente al lector dos de sus libros que más agradezco en mi vida: Teoría y realidad del otro, Ed. Alianza, Madrid 1988. La  primera edición de Madrid 1961, en 2 Vols. en Revista de Occidente.

Cfr. La espera y la esperanza. Historia y teoría del esperar humano, Ed. Revista de Occidente, Madrid 1957.


[8]  “Si María Zambrano se hubiera callado, algo profundo y esencial habría faltado, quizás para siempre, a la palabra española”: José Luis ARANGUREN, “Los sueños de María Zambrano”, Revista de Occidente, Madrid 1966, 212.



[9]  W. DILTHEY (1833 -1911) fue un filósofo, historiador, sociólogo, psicólogo y estudioso de la hermenéutica de origen alemán, con el que guardo especial simpatía por su influencia en la hermenéutica bíblica (estudio de las interpretaciones y significados de los textos). Nacido en Biebrich (Alemania), Dilthey estudió en Heidelberg y Berlín.


           
 [10]  J. ORTEGA y GASSET, La "Filosofía de la historia" de Hegel y la historiología. En Obras Completas, vol. IV, Ed. Taurus, Madrid 2005.


           
[11] Cit. por P. LAIN ENTRALGO en el "Prólogo" a P. PETIT, Historia de la antigüedad, Barcelona 1991, 7.

Fray Jerónimo de San José, nacido como Jerónimo Ezquerra y Rozas (Mallén, 1587 - Zaragoza, 1654), escritor, poeta, biógrafo e historiador español. Gran humanista que amistó con todos los ilustrados de su época. Es muy conocido sobre todo por su obra Genio de la historia (1651), publicada gracias al mecenazgo de Martín Abarca de Bolea, Marqués de Torres, donde advierte las condiciones que debe reunir el historiador, entre ellas que no sea contemporáneo de los sucesos que narra, para distanciarse y libertarse de los asuntos que piensa ver, y sepa y pueda señalarles el lugar que les conviene y examinarlos bajo todos los aspectos con ánimo libre de afición y de temor.


           
[12]  P. PETIT, Précis d´histoire ancienne, Paris 1962. Trad. Castellana: Historia de la antigüedad, es el primer volumen de la Historia Universal Labor, que contiene ocho volúmenes, Barcelona 1991, 7-11.


              
[13] S. ROSEN, "El futuro anterior", en G. VATTIMO (Ed.), La secularización de la filosofía. Hermenéutica y posmodernidad, Ed. Gedisa, Barcelona 1992, 114: "En suma, que la posibilidad es más importante que la realidad, o inclusive la precede ontológicamente, no es sólo una tesis de Heidegger sino la expresión característica de la mentalidad moderna".



[14]  Si el ilustrado quiere ampliar esta idea, he escrito ampliamente sobre el tema en mis cursos en Roma y Santiago de Compostela: Cfr. A. MORENO GARCÍA, Del Espíritu a la alteridad. Una antropología paulina, Analecta Scientifica Compostellana nº 25, Santiago de Compostela 2007. 385-424; Idem, “El cristiano ante la crisis y la estética del exilio en María Zambrano (Act 20, 17-38 y 2Co 12, 1-10)”, Compostellanum 51 (2006) 181-211.
[15]  Resulta admirable a la vez que inexplicable que Ciorán, el padre del nihilismo de la postmodernidad, haya escrito sobre Mª Zambrano: “¿Quién, anticipando nuestra inquietud, nuestra búsqueda, tiene como ella el don de dejar caer el vocablo imprevisible y decisivo, la respuesta de los desarrollos sutiles? Por esto desearíais consultarla cuando cambia radicalmente la vida, en el umbral de una conversión, de una ruptura, de una traición, en la hora de las confidencias últimas, penosas y comprometidas, para que os revele y os explique a vosotros mismos, para que os dispense una especie de absolución especulativa, y os reconcilie tanto con vuestras impurezas como con vuestros impasses y vuestros estupores”: E. M. CIORÁN, Esercizi di ammirazione, Ed. Adelphi, Milano 1988, 177-178.
[17]  Mª. Tª. RUSSO, Maria Zambrano: La filosofia come nostalgia e speranza, Ed. L. Da Vinci, Roma 2001, 19-20
[18]  M. UNAMUNO, En el prólogo de Tres novelas ejemplares y un prólogo, Madrid 1920; Cfr. M. CRUZ HERNANDEZ, La dialectique du moi et de l´autre dans la pensée de Miguel de Unamuno, (VIII Congreso de las Sociedades de Filosofía de Lengua Francesa), Toulouse 1956; P. LAIN ENTRALGO, Teoría y realidad del otro, Madrid 1988, 145-156.
[19]  M. UNAMUNO, Del sentimiento trágico de la vida, cap. III.
[20]  Para reflexionar sobre el camino estético en los últimos años se puede ver el reciente y precioso estudio en colaboración, editado por J. INSON, (Ed.) The Oxford handbook of Aesthetics, Ed. Oxford University Press, Oxford NY 2005.

Cfr. R. UTON, The Aesthetic Understanding. Essays in the Philosophy of Art and Culture, London – New York – Methuen 1998; U. ECO, Storia della belleza, Ed. Bompiani, Milano 2004. Existe una traducción española en la Ed. Debolsillo de 2010; I. YARZA, Introducción a la Estética, Ed. Eunsa, Pamplona 2004 y L. ROMERA, Finitud y trascendencia. La existencia humana frente a la religión, Cuadernos de Anuario Filosófico nº 167, Pamplona 2004
[21]  Mª. ZAMBRANO, “Señal de vida. Obras de Ortega y Gasset (1914-1932)”, Rev. Occidente 24-25 (1983), 277.


           
[22]  Aconsejo al interesado la lectura de los interesantes ensayos, escritos desde el exilio, de C. SÁNCHEZ-ALBORNOZ, “Castilla en el camino de la restauración unitaria de España”, y “El valor de la libertad: Alá contra Cristo”, recogidos en el libro: Idem, Del ayer y del hoy de España, Ed. Planeta, Barcelona 1980, 49-60 y 180-186.

[23]  Cfr. J. HUIZINGA, Homo ludens, Ed. Alianza, Madrid 1972, 109-127: “El juego y la guerra”. 


           
[24]  LEÓN FELIPE, Ganarás la luz, Ed. Cátedra, Madrid 1990, 109-110.

[25]  Cit, por P. LAIN ENTRALGO, "Prólogo" a Historia universal... 9.
[26]  X. ZUBIRI, Cinco lecciones de filosofía, Ed. Alianza, Madrid 1982; La dimensión histórica del ser humano, Madrid 1973; Naturaleza, Historia, Dios, Madrid 1944. Se puede ampliar con un arco más amplio en el premio de Humanismo e Ilustración de 2009: M. A. CORONEL, La filología humanística y los textos sagrados: La epístola a los Romanos de Sebastián Castellio, Valencia 2010, 11-42.


           
[27]  J. GONZÁLEZ MANZANARES, La pasión libresca extremeña. Retazos de bibliografía, bibliofilia y bibliotecas, Alborayque libros, Biblioteca de Extremadura, Badajoz 2009.

            Cfr. La impresionante edición de Extremadura tierra de libros. La pasión bibliográfica de toda una región, Ed. por la Biblioteca de Extremadura, Badajoz 2007, que recogía lo más importante del Fondo Clot-Manzanares y en la que tuve el orgullo de participar como investigador.

 [28] A. MORENO GARCÍA, Minotauro de encina. Una gramática de antropología estética, Roma – Badajoz 2005, 11.


           
[29]  P. LAIN ENTRALGO, "Prólogo" a Historia universal... 10.

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