Un Padre tenía dos
hijos...
(Lc.
15,11-32)
Los dos periodistas
rodeaban el butacón de mimbre, en el que su cuerpo parecía perderse. La manta
de vicuña sobre las rodillas, las manos blancas, cuidadas, las arrugas,
incontables, en la frente.
El ruido de las cámaras
que rodaban continuamente, ya se montaría la secuencia en el estudio, competía
con los abejorros que volaban en el pequeño jardín, burgués, cuidado, al que
daba la galería.
Lo había leído todo, lo había ganado todo, lo había escrito todo. Sabio,
Maestro, Prócer, lo llamaban. Y ahora, en la que seguro era su última
entrevista, le hacían esa pregunta:
¿Qué
era lo más profundo, lo más hermoso, lo más importante, lo más trascendente que
había leído nunca?.
Sus ojos se habían vuelto
más grises, si eso era posible, mirando hacia atrás, buscando en la inmensa
montaña de palabras, letras, sílabas....todas.
Tardó en contestar...
Hasta los periodistas notaron el chispazo de vida que saltó
en sus ojos.
Hasta el perro a sus pies, lo notó.
El jardín lo notó cuando viento, rosas y
abejorros enterraron sus murmullos.
Lo había leído hacía tanto tiempo,
se había escrito hacía tanto tiempo, lo había olvidado hacía tanto tiempo...
Su voz nació clara, profunda,
arrancada de un pasado de soles y domingos por la tarde: " Un hombre tenía dos hijos...."
(Lc. 15,11-32) Parábola del Hijo Pródigo |
Juan Carlos González Méndez
Prof. de Instituto en Mérida
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