lunes, 11 de febrero de 2019

G. MARCEL. Seminario BIBLIA y ESTÉTICA




Para facilitar el trabajo de  mis alumnos del Seminario de Biblia y Estética, celebrado en el  curso  20018-2019 en el Seminario Metropolitano de Mérida.Badajoz;  y para que sirva de  introducción y contexto a todos mis amigos interesados en la Filosofía personalista, la cual me enamoró en 1970 de la mano de mi gran profesor D. Luis Maya que, recientemente, montado sobre los hombros del Buen Pastor, llegó a las verdes praderas de su Reino. Que estos materiales sean un brindis por mi maestro, haciendo verdad una vez más la sentencia de Terencio: "Sin Ceres ni Baco, Cupido se enfría".

(Prof. Dr.  Abdón Moreno)

 

Gabriel Marcel
(1889 - 1973)
 

Gabriel Marcel (París, 7 de diciembre de 1889-París, 8 de octubre de 1973) fue un dramaturgo y filósofo francés. Sostenía que los individuos tan sólo pueden ser comprendidos en las situaciones específicas en que se ven implicados y comprometidos. Esta afirmación constituye el eje de su pensamiento, calificado como existencialismo cristiano o personalismo[1].

1. Biografía

Infancia y adolescencia

Marcel perdió a su madre a los cinco años de edad, lo que le dejó un profundo sentimiento de pérdida. Fue educado en un ambiente de cariño, aunque sofocante, por su abuela y tía, convirtiéndose esta última en su madrastra:

Iba yo a cumplir cuatro años cuando la perdí. Independientemente de las pocas imágenes precisas que he podido conservar de ella, siempre la he tenido presente; de una manera misteriosa, ha estado siempre conmigo. Sin embargo, mi tía, quizás tan dotada, pero muy diferente, debía inevitablemente eclipsarla de hecho [...] extraordinariamente firme, dominante y que se creía obligada a proyectar la luz hasta los más pequeños rincones de mi existencia
 
2. Existencialisme chrétien[1]

No tenía amigos de juego aunque se inventaba compañeros imaginarios.[2]​ Ambas educadoras eran judías aunque de religión protestante liberal en cuanto al dogma y muy exigentes en materia moral.
Junto a los insolubilia Gabriel Marcel planteó la cuestión de la copresencia o intersubjetividad, para esto G. Marcel criticó al cogito cartesiano. Para G. Marcel , Descartes encierra al ego (en francés Moi es decir en castellano traducible ya no como deíctico sino como un pronombre-adjetivo "mí") en "su concha": El "Yo Pienso" de descartes es un molde que no puede deshacerse por sí mismo. El yo cartesiano en su individualidad se bloquea en sí mismo sin haber alcanzado ninguna transcendencia: es imposible el diálogo desde el ego cartesiano, es imposible el discurso sin la copresencia, desde ese ego el otro no puede dialogar ya que el otro no es aceptado como un (otro Yo) y esto hace incompleto a todo Yo (hablando del Yo pronominal expresado en francés con la palabra moi, no con el subalterno "yo" deíctico llamado en francés je).

Su padre, Henri Marcel, era diplomático y consejero de Estado. Después fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes al tiempo que atendía diversos encargos dentro del Museo y de la Biblioteca Nacional. Era agnóstico, aunque apreciaba sobremanera el arte cristiano, en el que introdujo al joven Marcel. Henri aprovechaba sus numerosos viajes al exterior y mostrarle lo mejor del arte europeo. Aprovechaba también para leerle las mejores obras de la literatura, especialmente del teatro de Ibsen:

Demasiado inteligente para ser anticlerical, su padre pensaba, no obstante, como tantos hombres de aquellos años finales del siglo XIX, alimentados por Taine, Spencer, Renan, que las ideas deben desaparecer cuando han cumplido su tiempo. Tal era, a su juicio, el caso de la religión, abandonada por él en edad temprana. Reconocía sin dificultad todo lo que el arte debe al catolicismo, pero el pensamiento católico le parecía ya más prescrito, plagado de supersticiones absurdas. Un espíritu libre no podía, según él, seguir prestando adhesión a creencias infantiles

R. Troisfontaines, De l'existence 'a l'être. La philosophie de Gabriel Marcel (De la exisencia al ser. La filosofía de Gabriel Marcel), pág. 20[3]

A los siete años escribió su primera obra literaria y en general tuvo buenos resultados en la escuela primaria. Estudió secundaria en el Lycée Carnot de París donde aprendió a tocar el piano. Algunas obras compuestas por él fueron luego escritas por su esposa que se dedicaba a la música.
 
Cruz Visigótica ( s. V ) de Talavera la Real
 
 

3. Estudios universitarios

Estudió cuatro años de filosofía en la Sorbona. Los maestros que más influyeron en su preparación fueron V. Delbos para la historia de la filosofía y Lévy-Bruhl con quien preparó su tesis de título Les idées métaphysiques de Coleridge dans leurs rapports avec la philosophie de Schelling (Ideas metafísicas de Coleridge en sus relaciones con la filosofía de Schelling) presentada en 1909 y publicada íntegra en 1971). Con este trabajo entró en contacto con el idealismo alemán especialmente con Fichte y Hegel aunque desde una postura crítica.

También recibió clases de Charles Péguy, Jacques Maritain y Henri Bergson. Este último influyó notablemente en su pensamiento especialmente en sus conceptos de intuición creativa y duración.

Desde 1910 comenzó a estudiar a los pensadores ingleses como Bradley y Bosanquet. En 1914 pasó a los estadounidenses como Hocking y Royce. Sus notas personales acerca de estos estudios dejan ver que intentaba hacer una publicación de comentario a esas obras e ideas pero al final la abandonó debido al ambiente positivista y racionalista que reinaba en las universidades. Todos esos apuntes a la vez que proponían su reflexión personal sobre lo leído o estudiado, eran redactados en forma de diario. Sus fragmentos filosóficos (escritos personales desde 1909 a 1914) fueron publicados solo en 1962 y el así llamado «Diario metafísico» (Journal métaphysique) en 1927.

Conoció a Xavier Léon que lo invitó a la Société Française de Philosophie y a colaborar en la Revue de Métaphysique et de Morale donde publicó su primer ensayo: Les conditions dialectiques de la philosophie de l'intuition (Las condiciones dialécticas de la filosofía de la intuición).
4. Tras los estudios


Tras terminar la carrera de filosofía, Marcel ejerció de profesor en diversos liceos: Vendôme (1911-12), Lycée Condorcet en París (1915-18), Sens (1919-1922), Lycée Luis-le-Grand también en la capital (1939-1940), Montpellier (1941). Al mismo tiempo se dedicó a la crítica literaria, en especial de las obras de teatro. En 1911 publica el drama La grâce y dos años después Le palais de sable. Sus trabajos fueron interrumpidos por la Primera Guerra Mundial donde, a causa de su incapacidad militar, fue destinado en la Cruz Roja con la tarea de encontrar militares desaparecidos.

5. Período de entreguerras

En 1919 se casó con Jacqueline Boegner, que era protestante y le pidió que el matrimonio se realizara de acuerdo con los ritos de tal religión. Marcel aceptó. El matrimonio fue estéril por lo que decidieron adoptar a un niño. De este período datan la mayoría de las obras dramáticas de Marcel.

Colaboró en la preparación de una antología de textos literarios contemporáneos que fue publicada con el nombre de Les feux croisées en 1926.

En 1929 tras largo período de inquietud religiosa e influenciado por sus amigos, Du Bos y Mauriac, Marcel se convirtió al catolicismo. De este período de búsqueda religiosa también surge su obra Être et avoir publicado en 1935.
En 1933 adquirió un apartamento en la calle Rue de Tournon que le sirvió de residencia hasta su muerte y donde se reunía con un grupo escogido de pensadores católicos con el fin de elaborar una filosofía cristiana.
Durante este período sus obras filosóficas se alternan y se influencias mutuamente con sus obras dramáticas.
 
6. Tras la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte

En 1946, Jean-Paul Sartre publicó su ensayo El existencialismo es un humanismo en el que afirmaba que Marcel era un «existencialista cristiano» cosa que Marcel rechazó[4]​ pero que le sirvió para ser conocido fuera de Francia. Con motivo de esta disputa, Marcel definió su filosofía como «neo-socrática», expresión que usó innumerables veces durante las conferencias que dio por Europa desde 1949 a 1951. Su producción literaria y dramática prosiguió a buen ritmo en medio de las charlas que daba por las universidades europeas y de la creciente ceguera, hasta que falleció a la edad de 84 años. 
 
Portada del libro LA MUERTE LA GRAN IGUALADORA de Abdón Moreno


7. Pensamiento

En su primer libro, Diario metafísico, Marcel abogaba por una filosofía de lo concreto que reconociera que la encarnación del sujeto en un cuerpo y la situación histórica del individuo condicionan en esencia lo que se es en realidad.

Marcel distinguió la reflexión primaria, que tiene que ver con los objetos y las abstracciones. Esta reflexión alcanza su forma más elevada en la ciencia y la tecnología. La reflexión secundaria —usada por él como método— se ocupa de aquellos aspectos de la existencia humana, como el cuerpo y la situación de cada persona, en los que se participa de forma tan completa que el individuo no puede abstraerse de los mismos. La reflexión secundaria contempla los misterios y proporciona una especie de verdad (filosófica, moral y religiosa) que no puede ser verificada mediante procedimientos científicos, pero que es confirmada mientras ilumina la vida de cada uno.

Marcel, a diferencia de otros existencialistas, hizo hincapié en la participación en una comunidad en vez de denunciar el ontológico aislamiento humano. No sólo expresó estas ideas en sus libros, sino también en sus obras de teatro, que presentaban situaciones complejas donde las personas se veían atrapadas y conducidas hacia la soledad y la desesperación, o bien establecían una relación satisfactoria con las demás personas y con Dios.

En cuanto a la familia, Marcel tras reflexionar en su experiencia de temprana muerte de su madre, afirmaba que la familia era una especie de símbolo de una realidad personal mucho más rica y profunda donde el amor recíproco y la mutua donación son la base o fundamento. En ese mundo, el niño ve un refugio de recuerdos felices donde vuelve cada vez que hace falta. En el caso de los que morían hacía notar al mismo tiempo su lejanía (ya no están) y su cercanía (la nostalgia).

Como se ha mencionado los textos de su Journal Metaphysique reflejan tanto sus estudios de filósofos y corrientes de pensamiento, —escrito eso sí a modo de diario— como sus experiencias personales. Así la segunda parte del Journal trata de su experiencia de la guerra y evoca su idea de la trascendencia de la existencia encarnada por medio de un análisis fenomenológico propio.

Esta metodología fue desarrollada ulteriormente cuando oponía la «fenomenología del tener» a la «fenomenología del ser»[5]​ que lo pone en las puertas de la metafísica.

Defensor de los sublevados durante la Guerra Civil Española, Albert Camus polemizó con él en varias cartas públicas donde denunció las contradicciones éticas de su reflexión filosófica humanista.

8. Obras

  • Diario metafísico (1923)
  • Ser y tener (1933)
  • Del rechazo a la invocación (1940)
  • Homo viator (1944)
  • El misterio ontológico (1959)

Ediciones en español

  • Marcel, Gabriel (1987). Aproximación al misterio del ser: Posición y aproximaciones concretas al misterio ontológico. Encuentro Ediciones. ISBN 978-84-7490-170-2. 
  • Marcel, Gabriel. La condición del intelectual en el mundo contemporáneo. Ediciones Rialp. ISBN 978-84-321-0533-3. arcel, Gabriel (1969). Diario metafísico. Ediciones Guadarrama. ISBN 978-84-250-0083-6. 
  • Marcel, Gabriel (1967). Dos discursos y un prólogo autobiográfico. Editorial Herder. ISBN 978-84-254-0119-0.  Marcel, Gabriel (1967). En busca de la verdad y de la justicia. Editorial Herder. ISBN 978-84-254-0118-3. 

    Marcel, Gabriel (1971). Filosofía para un tiempo de crisis. Ediciones Guadarrama. ISBN 978-84-250-0136-9 
  • Marcel, Gabriel (1971). Incredulidad y fe. Ediciones Guadarrama. ISBN 978-84-250-0124-6 
  • Marcel, Gabriel (1971). El misterio del ser. Edhasa. ISBN 978-84-350-0027-7. 


  • Marcel, Gabriel (1995). Ser y tener. Caparrós Editores. ISBN 978-84-87943-31-7. 
  • Marcel, Gabriel (1953). Teatro: Roma ya no está en Roma, Un hombre de Dios, El emisario. Losada, Buenos Aires. 220 pp. Traducción de Beatriz Guido
  • Marcel, Gabriel (1954). Prolegómenos para una metafísica de la esperanza. Nova, Buenos Aires. 276 pp. Traducción de Ely Zanetti y Vicente P. Quintero
  • Marcel, Gabriel (1955). Decadencia de la sabiduría. Emecé, Buenos Aires. 112 pp. Traducción de Beatriz Guido
  • Marcel, Gabriel (1956). El mundo quebrado. Losange (Publicación teatral periódica), Buenos Aires. 80 pp. Traducción de Beatriz Guido
  • Marcel, Gabriel (1956). El iconoclasta (teatro). Nova, Buenos Aires. 162 pp. Prólogo de Elsa Tabernig. Traducción de Abelonne Maffei
  • Marcel, Gabriel (1957). Diario metafísico. Losada, Buenos Aires. 332 pp. Traducción de José Rovira Armengol
  • Marcel, Gabriel (1959). Filosofía concreta. Revista de Occidente, Madrid. Traducción de Alberto Gil Novales
  • Marcel, Gabriel (1964). El misterio del ser. Sudamericana, Buenos Aires. 320 pp. Traducción de María Eugenia Valentié

9. Notas

1.    Citado y traducido en Charles Moeller, Literatura del siglo XX y cristianismo, Editorial Gredos, Madrid 1964, ISBN 84-249-3345-1, pág. 188.

2.    Marcel afirmaba que este fue el inicio de su vocación de dramaturgo, unida a su interés por reflexionar en los problemas humanos: «Otra circunstancia que contribuyó sin duda al desarrollo de mis facultades dramáticas: desde mi infancia me sentí llamado a observar, entre los que componían mi círculo familiar, divergencias de opinión y de temperamento que me obligaron a darme cuenta prematuramente de los insolubilia que implican con frecuencia las relaciones humanas aparentemente más sencillas» (en C. Moeller, obra citada, p. 186.

3.    Citado y traducido por C. Moeller en la obra citada anteriormente.

4.    Sin embargo, el apelativo le fue colocado por Daniel Rops y Louis Lavelle sin que Marcel protestara por ello, en la obra que ambos publicaron precisamente con ese título: «Existencialismo cristiano» (1947).

5.    Véase la explicación in extenso de esta distinción y sus consecuencias en el libro "Ser y Tener".

10. Bibliografía


Enlaces externos


 

 

Gabriel Marcel

Philosophica
Enciclopedia filosófica  on line

Marcel es uno de los autores más conocidos e influyentes de la corriente personalista cristiana del siglo XX. A lo largo de su vida se dedicó al teatro ―como dramaturgo y crítico― , a la música, y desde luego, a la filosofía. Se entiende que todos estos campos de la vida cultural hayan influido profundamente en su vida y en sus escritos filosóficos. Hilo común a lo largo de su reflexión es la búsqueda del ser, del misterio ontológico. Y en medio de esa búsqueda, de esa ‘filosofía concreta’, Marcel nos ofrece un desarrollo de diversas vivencias antropológicas de notable riqueza: la esperanza, el amor, la fidelidad, la encarnación, la técnica… Y, aunque sostenga que la labor del filósofo debe dirigir su mirada penetrante hacia la sociedad, se entiende que se trata siempre de una reflexión hecha sobre los hombres uno a uno, sobre las personas que componen la sociedad, sin reducirse a ella. Por eso no es de sorprender que la existencia y el actuar de Dios, del Dios de los cristianos, se encuentre en la base de esta sabrosa reflexión filosófica.


Índice







6.








1. Vida y escritos


Gabriel Marcel nació en París el 7 de diciembre del año 1889. Estudió en el Liceo Carnot y en la Universidad de la Sorbonne, donde cayó bajo la influencia del idealismo crítico de León Brunschvig y del espiritualismo de Henri Bergson. Luego enseñó en algunos liceos clásicos, y más tarde se dedicó al periodismo y a la crítica literaria. Entre otras cosas, fue crítico literario de «Les Nouvelles Littéraires». También fue autor de muchas obras de teatro y algunas composiciones musicales [Chenu 1948, Cañas 1998: 157-264]. De origen hebreo, creció agnóstico, aunque más tarde ―en el año 1929―, se convirtió al catolicismo.

Entre sus obras filosóficas principales, todas escritas en francés, se cuentan las siguientes: Diario metafísico, escrito entre los años 1913 y 1922, y publicado en el 1927 (el mismo año en que fue publicado Ser y tiempo de Heidegger), en el que Marcel documenta su descubrimiento del sentido de la existencia. De 1935 es Ser y tener, en la que Marcel desarrolla el tema de la existencia humana en el contexto de la distinción que le hizo famoso entre “problema” y “misterio”; esta obra fue precedida por una obra breve de importancia fundamental llamada Posiciones y aproximaciones concretas al misterio ontológico publicada en el año 1933. En 1940 publica De la negación a la invocación. Sobre la esperanza humana —otro tema muy de Marcel— aparecerá en 1944 un volumen rico y compacto, Homo viator., seguido un año más tarde por Para un prolegómeno de una metafísica de la esperanza. A inicios de los años cincuenta dará a la imprenta un volumen amplio, fruto de las Gifford Lectures: El misterio del ser (1951).
Otras obras de carácter filosofico, no traducidas al castellano, incluyen: La metafísica de Royce (1945), Los hombres contra lo humano (1951), El declino de la sabiduría (1954), Fe y realidad (1954), El hombre problemático (1955), Presencia y inmortalidad (1959). En el año 1971 publica el volumen autobiográfico ¿En el camino hacia qué despertar? Aparte de los escritos filosóficos, Marcel ha compuesto muchas obras de teatro.
En el año 1953, Roger Troisfontaines escribió una extensa obra resumiendo las enseñanzas de Marcel hasta esa fecha, con un título muy acertado: De l’Existence a l’Être. La philosophie de G. Marcel. Como se puede ver en la bibliografía que se recoge al final de la voz, ya en vida de Gabriel Marcel han abundado los estudios y ensayos sobre su pensamiento. Esa tendencia ha continuado después de su muerte, que tuvo lugar en París el 8 de octubre del 1973.

2. Contexto histórico e intelectual del pensamiento de Marcel


Al inicio de su camino filosófico, Marcel se interesó por el idealismo de cuño alemán (Schelling) y anglo-americano (Coleridge, Bradley y Royce). En el 1910 preparó una tesis intitulada «L’influence de Schelling sur les idées métaphysiques de Coleridge». En el 1913 hizo un estudio sobre Josiah Royce con el título «La métaphysique de Royce». Más tarde, en parte debido a la influencia de Henri Bergson [Ríos Vicente 2005], el pensamiento de Marcel se desplazó hacia lo que se podría llamar la “filosofía concreta”: la filosofía de la existencia. Se interesó particularmente por el tema de la “encarnación”, no en el sentido teológico sino filosófico de esta palabra, es decir, la condición intrínsecamente corpórea del hombre [Riva 1985]. Esta prioridad dada a lo concreto le llevó en muchas de sus obras a un análisis fenomenológico pormenorizado de la vida humana, sobre todo de la interioridad del hombre. Lo mismo puede decirse de sus obras de teatro. Por otro lado, quiso evitar que fuese aplicado a su obra el apelativo “existencialista”, pues consideraba la palabra “existencialismo” un “vocablo horrible” [Troisfontaines 1953: 2,145-148]. A pesar de ello, aunque no lo haya leído hasta tarde, su dependencia de un autor como Kierkegaard es clara [Grene 1952, Kierkegaard et ma pensée].

3. Situando la búsqueda del ser


Según Marcel, el objeto de la investigación filosófica es siempre y solo el ser: la “exigencia ontológica” (exigence ontologique) debe caracterizar toda reflexión filosófica. Esta dinámica la expresa Marcel en sus obras en tres momentos que podrían llamarse estructurales [McNicholl 1957, Prini 1950]: el binomio problema/misterio, el binomio ser/tener, y el fenómeno de la encarnación.

Para el hombre, afirma nuestro autor, el ser nunca es algo puramente objetivo, un espectáculo, realidad sin vida, externa, perteneciente a lo que él llama el ámbito del “problema”. En efecto, el problema es lo que el hombre puede objetivar, determinar, distinguir netamente de su propia subjetividad, dominar, y al final, transformar. El “problema” expresa el dominio del hombre sobre las cosas. Pero más que un problema ―dice Marcel― el ser es un “misterio”, en el que el yo del hombre queda plenamente involucrado y comprometido [Anderson 1975, Bespaloff 1968, Dec 1982, Gallagher 1966, Keen 1984, Konickal 1992, Lazzaro 1973, Miccoli 1973, Miceli 1965, O’Callaghan 2006, Ostermann 1954, Peccorini 1959, Prini 1950, Russo 1993, Urabayen 2001]. Por esta razón el hombre no puede representar, ni demostrar, ni tampoco delinear el ser, sino sencillamente reconocerlo en la intuición de una trascendencia que la propia existencia encuentra y con la que se vincula. Definido negativamente, el ser es «aquello que no se deja disolver por la dialéctica de la experiencia» [Journal Métaphysique, 181].

Expresión del binomio central problema/misterio en el pensar y en el actuar humanos es otro binomio, muy presente y característico del pensamiento de Marcel: ser y tener, que ha dado el título a un importante libro suyo, Être et avoir. Al hombre se le abre la posibilidad de vivir la propia vida y resolver los retos que se le presentan en el ámbito de la pura objetividad, del dominio y de la posesión (el tener), o de vivirla como misterio de la propia auto-implicación en la realidad en la que está inmerso (el ser). Este proceso al mismo tiempo trasciende y funda la existencia concreta de la persona. La auténtica actitud metafísica, dice Marcel, lleva consigo la apertura al ser como misterio.
Con este planteamiento, nuestro autor quiere superar la distinción típicamente cartesiana entre el sujeto capaz de conocimiento por un lado, y el sujeto vital, objetivado biológicamente en el cuerpo, por otro, es decir, entre la res cogitans y la res extensa. Dicho con otras palabras, el hombre puede abrirse al misterio del ser recuperando su propia intimidad, dentro de la relación vital con el propio cuerpo (es el tercer momento estructural de la filosofía marceliana) descubriéndose y viviendo como un ser esencialmente encarnado. Yo tengo mi cuerpo como una realidad externa y objetiva, y al mismo tiempo soy mi cuerpo, diría Marcel, porque mi existencia concreta es inseparable de él [Flores-González 2005].
 
En Ávila con el Cristo románico de SONSOLES
 

4. La dinámica de la búsqueda del ser


Según Marcel, la “exigencia ontológica” no es un deseo efímero, ni tampoco una afirmación voluntarista que otorga realidad a las cosas. Es más bien un «empuje interior, profundamente radicado en el hombre, o bien, igualmente, una especie de apelación» [Mystère de l’Être, 2,37]. En otras palabras, el hombre experimenta la exigencia ontológica, no la produce. Marcel considera que las formas típicas de pensar en la sociedad actual han impuesto un freno decisivo a este tipo de exigencia, cuando la vida se reduce al “tener”, en vez del “ser”: cuando el hombre busca con ahínco la diversión (el divertimiento). Aún así, la “exigencia ontológica” no desaparece del todo; se experimenta siempre como inquietud, insatisfacción, un elemento que ha caracterizado toda la vida de Marcel. La razón de esta persistencia estriba según Marcel en el hecho que el hombre experimenta el hambre del ser en el fondo del alma, lo que llama une connaissance aveuglée, “una intuición cegada” [Être et avoir, 36].

Al mismo tiempo, Marcel es consciente de que la mera experiencia de la inquietud, de la insatisfacción, podría llevar derechamente a la negación del ser, como sucede por ejemplo en el pensamiento de J.-P. Sartre. La experiencia de la esperanza, del amor, por el contrario, se mueven en la dirección contraria. En su obra Mystère de l’Être, afirma Marcel que el punto de partida para la ontología es doble: una cierta plenitud de vida, y luego la convicción que esa plenitud no puede simplemente ser mía, privada, pues tiene que ser nuestra, del conjunto [Mystère de l’Être, 2,8]. Por ello ofrece la siguiente definición del ser: esse est semper co-esse [Troisfontaines 1953: 1,291; 2,27; Lazzaro 1973], «el ser es siempre el co-ser». Y en modo más sugerente: «la metafísica, es el próximo» [Foyers sociaux de Saint-Denis]. Samuel Keen describe el descubrimiento del ser para Marcel en estos términos: «De repente el dato que parecía encontrarse delante de mí cuando hice la pregunta sobre el ser, realmente me invade, me penetra, y no puedo separar la pregunta sobre “quién soy” y la pregunta sobre la naturaleza del ser» [Keen 1984: 104].

5. Caminos concretos hacia el misterio ontológico: la antropología de Marcel


Marcel habla de los approches concrètes du mystère ontologique, de “los caminos concretos de acercamiento hacia el misterio del ser”. La descripción marceliana de estas vías al ser abre el campo para toda una antropología. Son cuatro: el amor, la fidelidad, la esperanza y la disponibilidad. Hay que tener en cuenta que no se trata aquí de un mero discurso moralístico, que allana o esquiva el áspero camino de la reflexión filosófica. Por estos caminos, dice Marcel, el hombre toma contacto con la realidad más alta, con el misterio más profundo: el alma, la comunión entre los hombres, y en fin de cuentas, Dios. Con énfasis programática, escribe en el diario Être et avoir, «se da la necesidad de restituir a la experiencia humana todo su peso ontológico» [Être et avoir, 82].
En primer lugar el amor es camino más fundamental hacia el descubrimiento del ser. Bien conocida es la declaración de Marcel: «el amor quiere decir: “tu no deberás morir”» [de la obra de teatro La mort de demain]
Pero esto se manifiesta especialmente mediante la fidelidad, tema al que Marcel ha dedicado un notable esfuerzo de reflexión [Notes sur la fidélité; Fidélité créatrice; Aperçus phénomenologiques sur la fidélité; Troisfontaines 1953: 2,361-388]. En la fidelidad Marcel percibe la permanencia de las cosas, el hecho que la realidad no depende de la subjetividad humana [Être et avoir, 99]. La fidelidad contribuye en modo decisivo al encuentro con el ser en tres modos. Primero porque sin la fidelidad el hombre no tendría ninguna unidad en sí mismo, pues sería una pantalla sin más en la que se reflejan los momentos sucesivos de los procesos de la propia vida. Segundo, se puede hacer justicia al ser de otra persona solamente por medio de la fidelidad. Pues la fidelidad es «el acto de la persona total que toma responsabilidad por el otro» [Keen 1984: 111]. Y en tercer lugar, en ella se obtiene la seguridad que los vínculos humanos de amor y de compromiso pueden llegar a ser significativos para siempre. En efecto, la fidelidad es como «el reconocimiento de algo como permanente» [Être et avoir, 74]. Por su radicación en el ser, que es vida, se puede pensar en el idea de una “fidelidad creativa”, que nos permite ir más allá de las apariencias.

Otro camino concreto al ser es la esperanza, central en el pensamiento de Marcel. Es por medio de la esperanza que el hombre puede abrirse a una realidad que todavía no posee, una realidad que se puede recibir sólo por gracia, por donación [González 1964, O’Callaghan 1989a, Pasqua 1985, Plourde 1975, Randall 1992, Rogel 1975]. Nuestro autor habla —nada menos— que de una metafísica de la esperanza, porque ésta se hace posible no en base a los recursos que están a disposición del hombre, sino que hace referencia a lo que es real, siempre externo al hombre y nunca a su disposición arbitraria. En pocas palabras, dice, «la esperanza es quizás el tejido del que está hecha el alma» [Être et avoir, 61].

Finalmente, se accede al ser por medio de una categoría importante que Marcel llama la disponibilidad. Mientras el idealista se confronta con la realidad con prejuicios a priori, el realista es abierto, o disponible, a lo que la realidad le ofrece, lo que le quiere decir. Por esto decía que «el pensamiento está ordenado al ser como el ojo a la luz» [Être et avoir, 51].

6. El valor y límite de la técnica y la recuperación de la esperanza


De lo dicho, Marcel saca varias consecuencias. Primero, que no debemos referir los contenidos de nuestra existencia concreta (las ideas, los hábitos, los sentimientos) únicamente a la realidad objetiva, sin vivificarlos continuamente por medio de la creatividad humana. Luego, no debemos considerar el mundo objetivo como posesión nuestra, lo que nos podría llevar a optar por la ciencia y la técnica como si fuesen capaces de situar y determinar enteramente nuestras decisiones. Y lo mismo: hay que evitar la tendencia a degradar a las demás personas al nivel de “cosas”, con las que se tiene un trato meramente impersonal.

De hecho, Marcel reflexiona mucho sobre el tema de la técnica, en especial por la relación ambivalente que el hombre tiene con ella [Russo 1995]. Por un lado insiste sobre el sentido y valor de la técnica. «Cada técnica en sí misma es buena por el hecho que encarna una cierta fuerza auténtica de la razón y también porque introduce en medio del aparente desorden de las cosas un principio de inteligibilidad» [Les hommes contre l’humain, 46-47]. Valoriza en particular la exactitud requerida por la técnica y la satisfacción auténtica que puede producir en la vida del hombre. Además, para Marcel, la técnica tiene siempre una finalidad formativa para el carácter humano.
Por otro lado, sucede fácil y frecuentemente que los hombres abusan del poder que les viene dado por la técnica. Y esta tendencia debe ser moderada por un modo de obrar que Marcel llama “meta-técnica”. En la sociedad actual (Marcel se refiere a los años ’30 y ’40) este modo de obrar, sin embargo, fácilmente queda desacreditado. Frecuentemente el hombre llega a ser prisionero de la técnica —de su propia técnica— si no se muestra capaz de dominarla y subordinarla a su propia naturaleza. Esta tendencia puede tener consecuencias éticas desastrosas para el hombre, cuya dignidad espiritual queda vaciada y distorsionada. En muchos casos el hombre tiende a representar el mundo, y por ende a sí mismo, a la luz de las técnicas más avanzadas. Por lo tanto no logra dar una imagen correcta de sí mismo. Se encuentra obligado a renunciar al “conócete a ti mismo” socrático.
Como ejemplo de este fenómeno, Marcel menciona la invasión del cerebro humano con lo que se llamaba en aquel entonces el “suero de la verdad”, una inyección con que al hombre se le obligaba a decir la verdad. «No es pura casualidad», escribe Marcel, «que procedimientos de este género hayan sido puestos por obra, con un apresuramiento y una perseverancia incomparables, por regímenes totalitarios de los que no basta decir que no se preocupan de la verdad, sino más bien que la verdad es para ellos el enemigo número uno, porque a la luz de la verdad, las pretensiones inconfesables que les mueven se revelan por lo que son» [Les hommes contre l’humain, 112].

Fruto inevitable de este proceso es la desacralización de la vida humana, pues ésta ha sido despojada de una dignidad sagrada conferida divinamente, cuyo lugar ha sido ocupado por el antropocentrismo práctico. El hombre se siente siempre más dispuesto a manipular la vida, la propia y la de otros. La vida es considerada siempre más como algo que no tiene ningún valor intrínseco y que se puede suprimir como se apaga una luz eléctrica. Matar a otra persona no es considerado siempre como un crimen, sino algo que puede ser legítimo.

Marcel se pregunta cómo será posible luchar contra esa “ley de la gravedad” que tira al hombre hacia los excesos de la tecnocracia. Insiste sobre la necesidad de reaccionar contra la disociación entre lo vital y lo espiritual del hombre, fruto del moderno racionalismo exsangüe. Esto se consigue con una reflexión más profunda sobre la noción de la vida a la luz de un elevado pensamiento religioso, al redescubrimiento de lo sagrado, no como remedio evasivo a la deshumanización de la vida actual, sino más bien como conversión sincera y profunda a la gracia. Es la gracia lo que explica y aclara toda la realidad, sin que esta conversión, añade Marcel, tenga necesariamente connotaciones confesionales. Sólo así el hombre podrá superar la desesperación que resulta inevitablemente de la vida vivida con criterios basados en la cantidad, la eficiencia, el pragmatismo, la pura tecnología, es decir, en el “tener” por encima del “ser”.

Esta asociación entre técnica y desesperación se explica fácilmente: la posesión se caracteriza siempre por un equilibrio inestable entre la tensión del individuo hacia la apropiación definitiva de las cosas, y la tendencia continua a perder los objetos poseídos. Esta inestabilidad genera una sensación de miedo, ansiedad y desesperación. A lo cual, según Marcel, se opone la esperanza. «Sólo cuando soy totalmente libre del peso de la posesión en todas sus formas, soy capaz de conocer la divina ligereza de la vida real de la esperanza», lo que llama la «divina ligereza de la vida esperanzada» [Homo Viator, 78]. Como ya hemos visto, la esperanza surge cuando el hombre se abre al misterio del ser, como un principio fiel y misterioso que se me da, un principio que al mismo tiempo me supera, me invade y al cual me adhiero.

Para vivir una vida esperanzada, el hombre debe abrirse humildemente al ser, lo cual establece en él una relación de presencia, de amor, con el ser y con los hombres. Pero si el individuo se cierra al ser, viviendo ocupado de sí mismo, viviendo en una soledad desolada, tenderá siempre más hacia el suicidio. En pocas palabras, mientras la desesperación consiste en atribuir a las técnicas presentes y futuras la capacidad de resolver nuestros problemas, la esperanza, aunque reconozca el valor y la eficacia de la técnica, va más allá de la voluntad de dominio. Ante el materialismo que caracteriza la comprensión marxista de la esperanza de Ernst Bloch, Marcel explica que la esperanza constituye un anhelo del alma de una forma de liberación absoluta por gracia, irrealizable en esta vida [Blain 1970; O’Callaghan 1989b, 1996]. La única esperanza que interesa al hombre debe tener la capacidad de superar el ámbito del “tener”, también cuando el “tener” se aplica a esta vida terrena. Dicho en otras palabras, la esperanza debe ser capaz de superar la muerte [Lohner 1997, Pfeiffer 1977, Rotella 2001], abriéndose a la resurrección. Se trata de un contraste entre un inmanentismo materialista por un lado, y una comprensión de la vida humana abierta a la trascendencia, por el otro. Pero, ¿de qué tipo de trascendencia se trata?

7. El ser y el Ser Absoluto: de la fidelidad a la fe


A lo largo de toda la vida y obras, Marcel se concentra en el ser, comprendido ―como hemos visto― en el contexto antropológico más amplio posible. Sin embargo, todo ello encuentra su fundamento en la relación primordial con el Ser Absoluto, Dios. Con palabras de Kenneth Gallagher, «su descenso en la intersubjetividad coincide con su ascenso hacia la trascendencia» [Gallagher 1966: 126]. «Cada relación humana de tipo existencial», decía Leonardo Verga hablando de Marcel, «encuentra su autenticidad y su seguridad en el vínculo de fe con Dios» [Verga 1980: 241]. De hecho, los cuatro caminos que llevan al hombre a la realidad y al ser (el amor, la fidelidad, la esperanza, la disponibilidad), encuentran su grado máximo de realización en la relación con Dios. Concretamente, la fidelidad alcanza su sumo grado de incondicionalidad cuando se expresa como fe en Dios [Keen 1984: 112], mientras la fidelidad hacia las creaturas no puede nunca ser incondicional [Homo Viator, 176]. Y al mismo modo que el vínculo existencial con la realidad no la crea sino que la descubre, la relación existencial con Dios no da consistencia a Dios, sino que lo descubre en su revelación.

Es más: el horizonte trascendente de la búsqueda marceliana del ser es en el fondo el Dios de los cristianos. En efecto, Marcel dice que una metafísica de la esperanza «no puede no ser cristiana» [La Structure de l’Espérance, 78]. El vínculo entre el mundo (el ser) y Dios (el Ser Absoluto) es tan estrecho que Marcel pudo decir que su convicción más íntima, la más irremovible, «es que Dios no quiere absolutamente ser amado por nosotros en contra de lo creado, sino glorificado a través de lo creado y partiendo de ello» [Être et avoir, 113].

8. Una cripto-teología?


A veces se puede tener la impresión que el discurso sobre el ser en Marcel coincide con la teología, con el discurso sobre Dios [Sweeney 2006]. En el fondo del primero se encontraría el segundo. Algunos autores han señalado una cierta falta di rigor filosófico en el pensamiento de nuestro autor, tildándolo de “místico”, irracional, fideísta, subjetivista, etc. Fritz Heinemann llama a Marcel “empirista misterioso” [Heinemann 1954]; Étienne Gilson considera que su pensamiento es una especie de “misticismo especulativo” [Gilson 1947: 252], James Collins dice que su obra es sólo un “drama prefilosófico” [Collins 1959]; Marjorie Grene considera que la filosofía de Marcel es una especie de sermón malo sobre el Dios del Amor, o bien una imitación ambivalente de la loca dialéctica de Kierkegaard [Grene 1952]. Al respecto se pueden ver los estudios críticos de Battaglia, Morando, Di Corte, Stefanini, Sciacca y Rebollo Peña que se recogen en la bibliografía.

De todas formas, no parece lícito afirmar que en Marcel se confunde el ser en general con el ser de Dios. Por un lado, los estudiosos de Marcel concuerdan sobre el hecho que no hay sombra de panteísmo en su pensamiento [Troisfontaines 1953: 2,289; Möller 1960: 277]. Con todo, el hombre es homo viator, en movimiento hacia Dios. Por otro lado, Marcel presenta a Dios más bien como el director de una sinfonía, la de todos los seres [Mystère de l’Être, 2,188]. Por ello, tanto el creyente como el no creyente pueden buscar la verdad sinceramente, encontrando en el ser algo sólido, rico y último. «El lenguaje ontológico ofrece la base sobre la que el creyente y el no creyente puedan comunicar y testimoniar entre sí, porque los dos participan en la misma sinfonía del ser» [Keen 1984: 117]. Además, el hecho que Marcel haya querido acercarse a Dios y al ser por medio de distintas categorías intersubjetivas —el amor, la fidelidad, etc.— debe ser considerado un valor notable de su pensamiento. Muchos otros autores del siglo xx han intentado, con más o menos éxito, acercarse al ser por medio de “dos modos de conocimiento”, uno más objetivo, abstracto, otro más intuitivo, concreto, entre ellos, Bergson, Scheler y Maritain, y en el siglo XIX, Dilthey. Como ellos, Marcel quiere afirmar el carácter originario de la experiencia humana en toda su amplitud, precisamente porque toca la profundidad y la riqueza de lo real.

9. El papel del filósofo en la sociedad


Marcel se ha dado cuenta que el papel crítico del filósofo en la sociedad ha sufrido un fuerte disminución a partir del siglo XIX. Y se pregunta por qué. En el mejor de los casos —observa— el filósofo puede llegar a ser profesor de filosofía para profesores de filosofía. En las actuales circunstancias, el filósofo fácilmente pierde la capacidad de meditar, la libertad de pensamiento, la virginidad de espíritu. Cae o bien en una visión utilitarista de la vida, o bien acaba retirándose de la vida, alejándose de la realidad, encarcelado en su propio pensamiento. Hablando de algunos de sus colegas, dice Marcel: «¿cómo no espantarse ante el carácter estrecho y abstruso de sus investigaciones?» [Les hommes contre l’humain, 81]. Por esta razón, no se puede concebir al filósofo como alguien que esté todo orientado hacia una reflexión especulativa y abstracta siempre más absoluta y definitiva. «Mi obra filosófica se presenta enteramente como una lucha obstinada, sin tregua, contra el espíritu de abstracción» [Les hommes contre l’humain, 7].

Marcel sugiere que el filósofo debe pensar, por así decirlo, “hacia los demás”, hacia la humanidad. Para esto tiene que reconocer que el hombre —cada hombre— es un ser portador de luz. El filósofo debe dejarse penetrar por esta luz, para dar testimonio a favor de los hombres y para contribuir a mejorar la vida de todos. Sin desconectar de la realidad concreta de la vida, el filósofo debe proponer ante una sociedad en decadencia una flexible y eficaz reflexión sobre el sujeto responsable. No tiene por qué buscar a toda costa el consenso del vasto público, transformando su labor en un producto mediático cada vez más dominado por los empresarios de la comunicación. Igualmente impropio para el filósofo es la tendencia, o bien a tomar posición sobre cuestiones y problemáticas que desconoce, o bien a quitar peso específico a las cuestiones particulares de tipo científico, político o social, en nombre de unos principios filosóficos artificialmente absolutos. «El primer quehacer del filósofo», dice, «consiste en pronunciarse claramente respecto a los límites de los conocimientos propios y reconocer que hay campos en que su incompetencia es absoluta» [Les hommes contre l’humain, 84].

Marcel se muestra crítico de todo esfuerzo por catalogar con una precisión pretendidamente definitiva las categorías del pensamiento, también de su propio pensamiento. Quería que su reflexión, más que un contenido, fuese una vía que cada uno pueda seguir libremente, un método que cada uno aplica con originalidad a la gran riqueza de la vida. Se trata de una indagación continua y casi infantil, llevada a cabo con una curiosidad impaciente y universal, libre de todo utilitarismo, al mismo tiempo realista y responsable. Constituye para Marcel, por decirlo de algún modo, su vocación, el proyecto de su vida
Sin duda, la posición del filósofo en la sociedad es difícil, pues vive de algún modo «en el mundo sin ser de este mundo» [Les hommes contre l’humain, 92] parafraseando un texto del Evangelio [Juan 17,14-16]. Pero es esta convicción de no pertenecer del todo a este mundo lo que le permite al filósofo contribuir a hacer que sea un mundo más humano, sin excluir ni la técnica ni el espíritu.

10. Bibliografía de Gabriel Marcel


a) Principales obras filosóficas de Marcel (con traducciones al castellano en paréntesis si es el caso

Journal Métaphysique 1913-1923, Gallimard, Paris 1927; trad. cast. Diario metafísico, Losada, Buenos Aires 1957, y Guadarrama, Madrid 1969;
Positions et approches contrèts au mystère ontologique, in Le Monde Cassé, Declée de Brouwer, Paris 1933; trad. cast. Aproximación al misterio del ser. Posición y aproximaciones concretas al misterio ontológico, Encuentro, Madrid 1987




Être et avoir, Aubier, Paris 1935;
Du refus à l’invocation, Gallimard, Paris 19406; trad. cast. De la negación a la invocación, en Obras selectas (II), BAC, Madrid 2004, pp. 1-26
Homo Viator. Prolégomènes à une métaphysique de l’Espérance, Aubier-Montaigne, Paris 1944; trad. cast. Prolegómenos para una metafísica de la esperanza, Nova, Barcelona 1954
La métaphysique de Royce, Aubier-Montaigne, Paris 1945;
Le mystère de l’être (Gifford Lectures 1949-50), 2 vols, Aubier-Montaigne, Paris 1951; trad. cast. El misterio del ser, en Obras selectas (I), BAC, Madrid 2002, pp. 1-38
Les hommes contre l’humain, Le Colombe, Paris 1951;
Le déclin de la sagesse, Plon, Paris 1954; trad. cast. La decadencia de la sabiduría, Emecé, Buenos Aires 1955;
Présence et immortalité, Flammarion, Paris 195
L’homme problématique, Aubier-Montaigne, Paris 1955; trad. cast. El hombre problemático, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 195




Foi et réalité, Aubier-Montaigne, Paris 1954;
En chemin, vers quel éveil?, Gallimard, Paris 197

b) Algunos artículos de Marcel citado

Kierkegaard et ma pensée, en: Aa.vv., Kierkegaard vivant, Gallimard, Paris 1966, pp. 64-80;
Discurso a la Asamblea General de los Foyers sociaux de Saint-Denis, Saint-Quen et Levallois (29.10.1951);
Notes sur la fidélité, in «Vie intellectuelle», 34 (1935), pp. 287-30;
Fidélité créatrice, «Revue internationale de philosophie», 5 (1939), pp. 90-116;
La Structure de l’Espérance, «Dieu Vivant», 19 (1951), pp. 71-80;
Aperçus phénomenologiques sur la fidélité, en: Aa.vv., Qu’est-ce que vouloir?, Cerf, Paris 1958, pp. 39-49.

c) Algunas obras de teatro de Marcel

Vers autre royaume: L’emissaire; Signe de la Croix, Aubier-Montaigne, Paris 1949; Rome n’est plus pas dans Rome, Paris, Aubier-Montaigne 1951; Teatro: Roma ya no está en Roma; Un hombre de Dios; El emisario, Losada, Buenos Aires 1953; El dardo; La sed; La señal de la cruz, en Obras selectas (I), pp. 389-608; El mundo roto; Un hombre de Dios; El camino de Creta, en Obras selectas (II), pp. 265-564

d) Bibliografías que recogen los escritos de Marcel y sobre M

Blázquez Carmona, F., «Crisis», 22 (1975), pp. 31-76;
Lapointe, F. H., A Bibliography of the Writings of Gabriel Marcel, en: Schlipp, P. A. y Hahn, L. E. (eds.), The Philosophy of Gabriel Marcel, Open Court, La Salle, Ill., 1984, pp. 583-609;
Riva, F., Corpo e metafora in Gabriel Marcel, Vita e pensiero, Milano, 1985, pp. 191-203;
Russo, G., Gabriel Marcel. Esistenza e partecipazione, Fedone, Battipaglia (SA), 1993 (hasta el 1991);
Serra, A., Esistenza e dialogo. Gabriel Marcel e l’Italia, Torino 2005 (1984- 2003).

e) Algunos estudios sobre Marcel


Anderson, T. C., Gabriel Marcel’s Notion of Being, «Philosophy today», 19 (1975), pp. 29-49;
Battaglia, F., Il problema morale nell’esistenzialismo, C. Zuffi, Bologna 19492




Bespaloff, R., La métaphysique de Gabriel Marcel, «Revue Philosophique de la France et de l’Étranger», 63 (1968), pp. 27-54;
Blain, L. A., Gabriel Marcel y Ernst Bloch, dos filósofos de la esperanza, «Concilium (ed. española)», 59 (1970), pp. 380-39;
Blázquez Carmona, F., La filosofía de Gabriel Marcel, Encuentro, Madrid, 1988;
Caldevilla Bujalance, J., Realidades terrenas y gnoseología en Gabriel Marcel. Una clave de comprensión del pensamiento marceliano, Pontificio Ateneo della Santa Croce, Roma, 1998;

Cañas, J. L., Gabriel Marcel: filósofo, dramaturgo y compositor, Palabra, Madrid 1998;

Chenu, J., Le théâtre de Gabriel Marcel et sa signification métaphysique, Aubier-Montaigne, Paris, 1948;

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O'Callaghan, Paul, Gabriel Marcel, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/marcel/Marcel.HTML
Información bibliográfica en formato BibTeX: poc2009.bib
Digital Object Identifier (DOI): 10.17421/2035_8326_2009_POC_2-1

 

 

 

Jean André Wahl[3]

(1888 - 1974)

(Marsella, 25 de mayo de 1888 - París, 19 de junio de 1974) fue un filósofo judío francés, profesor de La Sorbona entre 1936 y 1940 y entre 1945 y 1967. Durante la Segunda Guerra Mundial fue internado en el campo de deportación de Drancy, de donde escapó. Entre 1941 y 1945, se refugió en los Estados Unidos, donde también enseñó. Fue Presidente de la Sociedad Francesa de Filosofía.[1]

Antiguo alumno del Lycée Janson de Sailly de París y de la Escuela Normal Superior de París, graduado en 1907, comenzó su carrera filosófica como discípulo de Henri Bergson.

Introdujo una nueva lectura del pensamiento de Hegel en Francia, a partir del tema de la "consciencia infeliz", en los años 1930, aun antes de las célebres conferéncias de Alexandre Kojève. Fue también gran defensor del pensamiento de Kierkegaard.

En enero de 1947 fundó el Colegio Filosófico; dirigió la Revue de métaphysique et de morale (Revista de Metafísica y Moral) a partir de 1950. Publicó en 1956 Vers la fin de l'ontologie (Hacia el final de la ontología), resultado de un seminario crítico del curso de 1935 Heidegger "Introducción la metafísica".

Influenció importantes pensadores como Emmanuel Levinas, Gilles Deleuze y Jean-Paul Sartre.



Obras:


  • Les Philosophies pluralistes d'Angleterre et d'Amérique, 1920 ;
    • rééd. préface de Thibaud Trochu, Les Empêcheurs de penser en rond, 2005.
  • Du rôle de l'idée d'instant dans la philosophie de Descartes, 1920 ;
    • rééd. avec une préface de Frédéric Worms, Descartes & Co, 1994.
  • Le Malheur de la conscience dans la philosophie de Hegel, 1929.
  • Étude sur le Parménides de Platon, Paris, Rieder, 1930.
  • Vers le concret, Vrin, 1932 ;
    • rééd. avec un avant propos de Mathias Girel, Paris, Vrin, 2004.
  • Études kierkegaardiennes, 1938 ;
    • rééd. Hachette, 1998
  • Les Problèmes platoniciens : la La République, Euthydème, Cratyle, Paris, CDU, 3 fasc., 1938-1939.
  • Existence humaine et transcendance, Neufchâtel, La Baconnière, 1944.
  • Tableau de la philosophie française, Gallimard, 1946.
  • Introduction à la pensée de Heidegger, cours en Sorbonne, 1946 ;
    • rééd. Le Livre de Poche, 1998.
  • Petite histoire de l'existentialisme, Paris, L'Arche, 1947.
  • Poésie, pensée, perception, Paris, Calman-Levy, 1948.
  • Jules Lequier, La Baconnière, 1948.
  • La Pensée de l'existence, 1952.
  • Traité de Métaphysique, 1953.
  • La structure du monde réel d'après N. Hartmann, Paris: Centre de documentation universitaire, 1953. (Cours de la Sorbonne enseigné en 1952).
  • La théorie des catégories fondamentales dans Nicolai Hartmann, Paris: Centre de documentation universitaire, 1954. (Cours de la Sorbonne enseigné en 1953).
  • La Philosophie de l'existence, 1954.
  • Les aspects qualitatifs du réel. I. Introduction, la philosophie de l'existence; II. Début d'une étude sur Husserl; III. La philosophie de la nature de N. Hartmann, Paris: Centre de documentation universitaire 1955. (Cours de la Sorbonne enseigné en 1954).
  • Vers la fin de l'ontologie, 1956.
  • L'Expérience métaphysique, 1964.
  • Cours sur l’athéisme éclairé de Dom Deschamps, 1967.
  • Esquisse pour une histoire de « l'existentialisme », L'arche, 2002.

Notas

1.    "Jean Wahl Dies"; Existentialist 88. The New York Times, Saturday, June 22, 1974, p. 32.

Bibliografía



 




[1]   WIKIPEDIA (6 Diciembre 2.018)
[2]  O'Callaghan, Paul, Gabriel Marcel, en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/marcel/Marcel.html
 
[3]  Wikipedia (10 Febreo 2019)

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