Del Nihilismo
al Agnosticismo
en la España
del s. XXI
(De E.M. Cioran a F. Savater, J.
Sádaba, y E. Trias)
Abdón Moreno García
Centro de
Investigadores
Iglesia de España en Roma.
PALABRAS CLAVE
Postmodernidad. Nihilismo. Agnosticismo. Cioran. Savater. Sádaba. Trias.
ABSTRACT The change of century offers the opportunity
to think to us about Postmodernity,
that school of thought that presides over two slopes of the s. XX and of
century XXI. We left from the father of the postmodern nihilisme, E. M. Cioran,
the great settled down Rumanian philosopher in Paris, to arrive at the three
Spanish philosophers who seem more representative to us of this movement:
Savater, Sádaba and Trias. We that walked the nihilism to the agnosticism in
the Spain of century XXI.
KEYWORDS Postmodernity.
Nihilism. Agnosticism. Cioran. Savater. Sádaba. Trias.
1. De CIORAN al Hombre Líquido
Hay frases difíciles de borrar por
la fuerza de su sentido. "Si veis en la escuela niños quietos, callados,
que ni ríen ni alborotan, es que están muertos: enterradlos", escribió
Giner de los Ríos, considerado por Unamuno como "el Sócrates español"[1]. Giner quiso
siempre una enseñanza ilustrada y libre, al servicio de las personas y no de
los estados. Esa ilustración tenía como cimientos unos valores absolutos y
meridianos que informaban y espoleaban el quehacer de miles de maestros
consagrados a la enseñanza. Esos maestros, héroes sacrificados muchos de ellos
por los pequeños pueblos rurales de España, asentaban su dinamismo pedagógico
sobre una trama de valores muy bien estructurada que respondía a una
antropología hondamente humanista, abierta y universal. Se trataba de cabalgar
la libertad humana en su mundo y circunstancias concretas, fuesen las que
fuesen, en definitiva de preparar a un hombre para la vida sin perderse en el
vacío de su propia existencia.
La ausencia de valores que pregona
la postmodernidad, se alimenta de unas ubres abundantes en el nihilismo y el agnosticismo
de la España de finales del s. XX. Nuestro paso al s. XXI trae un equipaje casi
vergonzante: se abandona la modernidad para dar paso a la postmodernidad,
esa extraña criatura a la que no hemos conseguido todavía dibujar su
cartografía y señalar sus límites; una filosofía postmoderna que se apasiona
por abandonar todo metarelato a favor
del fragmento, todo valor a favor de
"el valor de no tener ningún valor", como diría Cioran[2], y que se
afana con la pretensión de convertir al hombre metafísico en hombre liquido, y de flexionar la
antropología sobre el debilitaniento[3] de lo humano,
lexemas ellos -liquido, débil- especialmente mimados por muchos de sus
representantes, como G. Vattimo o P.A. Rovatti. Ese hombre liquido, o también
llamado hombre del fragmento quiere
cabalgar por la historia sin referentes absolutos ya que para él todo valor es
relativo. Es patética y tetánica la idea nihilista del filósofo rumano:
"¿Valores? El mayor valor del hombre es no tener ningún valor"[4], La
intensidad de su hoy, huye de la memoria de los huesos de sus abuelos, y se
convierte así en un hombre des-memoriado que al no poner su alma en nada se
queda de-salmado, como diría la Zambrano[5].
La
historia de Europa ha sido la lucha cuerpo a cuerpo entre Dios y el hombre, la
pelea eterna de Jacob con el ángel. Solo así se explican los ateísmos europeos.
Buen ejemplo es la exigencia del humanismo europeo de la represión de Dios para
autoafirmarse. En esa lucha con Dios, el espíritu del europeo ha caído en el
vacío de la nada. Pero la negación de Dios conlleva la negación de la cultura,
la destrucción de las formas humanas y el retorno de las máscaras, la aparición
de los elementos y la vuelta al hermetismo de lo sagrado[6].
“En su soberbia, la
cultura europea ha olvidado lo que le debía y ha olvidado también este cuidado
del corazón, y así se le ha ido cerrando y se ha vuelto a la situación del
Antiguo Imperio Romano, en que el hombre, desalmado bajo la razón y bajo
el poder, sentía la existencia como una pesadilla”[7].
Notemos
toda la fuerza que tiene en castellano el adjetivo desalmado; indica
quedarse sin alma, quedarse sin madre, vivir sin raíces, justo por eso, a
veces, es sustituido por desmadrado o desmadrarse, que nos apunta a
perder la relación con la madre. Si el hombre olvida el corazón se desmadra, se
desalma, se queda sin alma. Y esto sucede cuando el ser humano endiosa a la
razón o al poder, y los convierte en sus ídolos, y así los ídolos, que
necesitan sacrificios, le robarán el alma y le pondrán su máscara; y, a la
postre, de y por esta dinámica, la existencia se convierte en pesadilla[8].
Para
Zambrano, la esperanza finaliza a lo humano en un hacerse a si mismo que nunca
está acabado, en una continua regeneración. La esperanza creadora, la
esperanza reveladora, la esperanza que crece en el desierto, la
esperanza liberada de la infinitud sin término, que abraza y atraviesa
la entera extensión temporal, la esperanza sacrificial[9].
En definitiva, la esperanza que realiza el milagro de que el hombre pueda
desgranar la vida de cada día con la dignidad de un príncipe que retorna del
exilio[10].
El resultado existencial de la dictadura del relativismo que invade
Europa, -sintagma nominal repetido
sin cesar por el Papa Francisco-, con que se gobierna el hombre liquido, no
puede ser otro que un vacío y una soledad infinita, muy capaz de asfixiar y
tetanizar su propia existencia y, lo que es más peligroso, capaz de firmar la partida
de defunción de su propia alteridad: de su relación con el mundo y con los
demás[11].
1.2. E. M. Cioran, un nihilista radical
Para tener un esbozo de la biografía
de Emile Michel Cioran (1911-1995), -Un
hombre antisistema, como le gustaba nombrarse-, o "el ateo
fanático" como ha sido nombrado por sus críticos, nada mejor que releer a
una de sus mejores críticas. Tal como lo apunta Esther Seligson en un excitante
y provocador prólogo a La Caída en el
Tiempo[12],
“su currículo lo constituye sus incansables lecturas sobre místicos, filósofos
de la Antigüedad clásica, personajes y hechos históricos; sus múltiples
experiencias con hombres de todos los días (vagabundos, porteras, campesinos,
viajeros) y las acumuladas durante los viajes que emprendía en bicicleta por
Europa; su cada vez mayor acercamiento al budismo y su furibundo
anticristianismo; su pasión por las anécdotas sobre el hombre y los mecanismos
que lo han llevado al poder y a la catástrofe, a la gloria y a la abyecciòn, a
la santidad y al fracaso como ser humano; su admiración por los suicidas
Meister Eckhart, Saint Simon, Rilke, entre otros; sus fobias contra el
optimismo teilhardiano, Hegel, el existencialismo, por ejemplo; sus vagabundeos
alrededor de los Jardines de Luxemburgo charlando con Gabriel Marcel, con
Samuel Beckett, con Henri Michaux, con Susan Sontag, con Octavio Paz, por citar
algunos de los que, como Cioran, gustan (y gustaron) de conversaciones donde lo
nimio y lo trascendente, lo tópico y lo extraordinario se confundían sin dificultad;
y, finalmente, su don de observación, su sentido del humor y la ironía son poco
comunes”[13].
Hijo de una gran música y de un
importante sacerdote ortodoxo, nacido en Rasinari (Rumania), siempre se sintió
apátrida, aunque vivió más de cincuenta años en Francia, él mismo confesará:
"Yo soy apátrida. Querría ser apátrida, era para mí el sueño de mi vida:
no ser nada. Es un sentimiento de libertad extraordinario... asumirse
jurídicamente extranjero es el colmo de la libertad. Intelectualmente hablando
es como compararse con Dios. O sea, es tomar conciencia plena tanto de la
natural imperfección del hombre, como de la perfecta nulidad de Dios. Es saber
que Dios es el yo llevado a las extremas soledades que se abaten sobre nuestra
conciencia"[14].
Su estilo literario es volcánico,
arrollador, inconfundible -quizás ahí radique gran parte de su popularidad-, en
ese mordiente superpersonal que no se parece a nadie: “Si no es para hablar de
uno mismo, para qué escribir? para hablar de los demás? No merece la pena,
(...) Hay que escribir de lo que uno se conoce”[15]. A pesar de
la imposibilidad de la célebre frase que reza: “conócete a ti mismo”, Cioran
considera que una obra no es más que la búsqueda indefinida de una definición
de uno mismo; en todo caso "lo que importa es escribir a partir de las
miserias personales, de los avatares y vicisitudes íntimas del escritor,
revolcarse en los vértigos que nos producen nuestras propias laceraciones,
angustias, tribulaciones" y, en fin: nuestros malos instintos. Para
decirlo con palabras del propio Cioran: “Soy el secretario de mis sensaciones”.
Cioran desprecia trabajar, tomar
posicionamiento, tener que explicarse cuando se contradice y conceder
entrevistas. No le gusta hacer planes (ya que todos son inútiles), desprecia a
la mayoría de la gente (“¡el hombre debe desaparecer!”), y sobre todo a
aquellos que son incapaces de apreciar un buen libro o una gran composición
musical. Odia la idea de haber tenido que vivir, y declara abiertamente todo lo
que le deben en gratitud sus hijos no-natos. Para Cioran, morir es simplemente
cambiar de género, pero sin embargo el suicidio no supone ninguna opción para
él, porque "es la existencia del suicidio la que hace la vida
posible". Ama la música y la amistad (aunque confiesa que un amigo es el
peor ejemplo del que podemos aprender, pero debemos conservarlos). Dice en uno
de sus aforismos más conocidos: "si dios le debe todo a alguien es a
Bach".
Aunque muchas veces abogue por la
nulidad de la vida, lo que cree es que los caminos que el hombre toma son casi
siempre equivocados. Su palabra favorita: perecer. Su arma de destrucción
masiva: la palabra, que es también la curación de todos los males. “Los
charlatanes no frecuentan farmacias”. Habitante de un planeta donde lo inhumano
es la norma Cioran antepone el alto humor de su palabra, el fluir de un
pensamiento que fusiona los contrarios y los sublima, para sumergirnos en un
universo filosófico donde todas las verdades están heridas y todos los dogmas
tambalean[16].
En mi opinión, -unimos nuestra
opinión a este crítico-, en la Historia de la filosofía de occidente del siglo
XX, no ha existido –hasta nuevo aviso- pensador más libertario desde el punto
de vista del estilo, e irreverente y heterodoxo desde el punto de vista del
fondo de sus reflexiones sobre el hombre y la historia. Sus meditaciones sobre
la Historia no erigen, en modo alguno, una teoría de la historia, ni una
fórmula redentora del hombre, ese cáncer de la naturaleza, escoria
sobrenatural, podrido en sus raíces definitivamente. No hay dudas, Cioran es un
humanista que odia al hombre y exalta al individuo, utiliza la racionalidad
contra la excesiva racionalización demencial de todos los paradigmas
civilizacionales ataviados con el pestilente manto del saber. Propone vestir
luto cuando desaparezca el último iletrado del planeta. Enemigo de todo saber
sistemático de cualquier totalidad articulada donde cada cosa tiene su lugar y
su explicación. De allí que despotrique contra la construcción de Sistemas,
desde Aristóteles, Tomàs de Aquino e incluso la terrorista dialéctica
metafísica hegeliana o la weltanschaung
ateológica marxiana, pues todos estos Sistemas se han erigido “prestigiosamente”
gracias a la más abominable esclavización del espíritu[17].
Los universitarios europeos han
rumiado hasta la saciedad algunas obras de Cioran[18], "el último de los pensadores malditos".
¡Cuánto daño ha hecho el funesto nihilista rumano afincado en París! No hace
mucho, en España, con un título, Contra la Historia, que parece
inequívocamente sugerencia del propio Cioran, y así se nos declara en la
contraportada, Esther Seligson publica un conjunto de artículos y aforismos de
este escritor rumano, espigados la mayoría de aquellos de sus libros
recientemente traducidos en España: Histoire et utopie, Syllogismes
de l'amertume, La chute dans le temps y De l'inconvenient d'être
né); tomados otros de la Nouvelle
Revue Française (NRF), revista a la que suele confiar sus incalificables
ejercicios de estilo. Por obra y gracia de Fernando Sabater[19], traductor,
comentador y, en otro tiempo, inventor incluso, para algunos maliciosos, de sus
obras, Cioran es conocido suficiente e insólitamente en nuestro país; hasta tal
punto, que no sería quizá oportuno descartar que cuente con un puñado de
lectores descarriados y temerarios. Temerarios digo, porque al abrir un libro
de Cioran y recorrer sus páginas entre razonables sobresaltos, uno siente lo
que probablemente pudo sentir aquel abuelo nuestro libre pensador en Soria,
cuando en la soledad de la noche sacaba del estante menos accesible de su
biblioteca un tomo de las obras de Voltaire: el vértigo de un secreto veneno.
«Un libro debe ser un peligro», confiesa Cioran; y los suyos lo son[20].
¿Cómo ir, pues, contra el tiempo,
contra la historia, sin darle a la historia la oportunidad de librarse de
nosotros, concediéndonos lo que nunca deja de prometer: la muerte? La respuesta
se nos hiela entre los dientes cuando comprendemos que ni la mismísima muerte
nos exime de morir a la historia, pues ésta se las compone para convertir
nuestra muerte en un ejemplo a seguir. Si hubiera alguien tan loco que eligiera
la muerte para hurtársela a los otros, de nada le serviría: la historia
convierte cada muerte en pretexto de todas las muertes. La muerte es
contagiosa, y el héroe moribundo siempre se disculpa haciendo memoria de los
héroes muertos o acrecentando la memoria de la muerte en quienes todavía no lo
son, por vivos simplemente[21].
“El cristianismo vino a remover en
el hombre su propensión a la esperanza y a la autoconmiseración, a la violencia
y al libertinaje (penitencia y desenfreno, remordimiento y lujuria, son dos
caras de una misma moneda) y temor a la muerte”. Cioran, el fanático ateo,
siente asco por los destinos religiosos, no así por aquellos espíritus
impregnados de una cierta religiosidad sin religión, la espera mesiánica y la
particular obsesión en su destino que se cumpliría según la profecía que
postula una humanidad liberada de la justicia, de la violencia y de la
alineación. Como contrapartida de ello, Cioran busca, si bien se le puede
llamar así, el consuelo en un remoto pasado inmemorial, refractario a los
siglos y anterior al devenir. No obstante, sabiendo que el hombre fabrica con
demasiada facilidad utopías que ocupan el lugar de sus continuas decepciones y
sus fracasos constitutivos; pues el hombre es
un animal atareado, febril por instinto, que no concibe el ocio –la santidad
del ocio- no es capaz de aceptar el silencio, ni aún después de la muerte[22].
El hombre sin eternidad, chato y sin
trascendencia, el hombre condenado al tiempo, liberado de las coacciones de la
divinidad y de la religión, "Tras haber echado a perder la eternidad
verdadera, el hombre ha caído en el tiempo, ha logrado, si no prosperar, por lo
menos vivir; lo cierto es que se ha acostumbrado. El proceso de esta caída y de
ese acomodo reciben el nombre de Historia”.[23]
Así,
de muerte en muerte, la historia se despeña sin remedio. Toda nueva edad es
incomparablemente más letal que la anterior: el progreso, palabra que para el
hombre moderno resume la positividad del curso de la historia, lo explica
Cioran como una pérdida o, al menos, como una «deserción hacia adelante», como
«una prisa hacia un porvenir donde ya nada ocurre». Los hombres líquidos, sin
valores, despojados del presente, arrastrados hacia un futuro que produce
verdadero pánico, aunque sólo sea porque exige que pongamos nuestras fuerzas al
servicio de nuestra propia muerte, no nos queda sino el pasado, un catálogo de
desdichas y cursilerías, a partes iguales: "El fin de la historia está
inscrito en sus comienzos".
El
hombre abandonó el Jardín para consumar un destino absurdo o, sí se prefiere
«una odisea inútil»: la que lleva de la barbarie a la decadencia, y pasa
aleatoriamente por la civilización. ¿Por qué nos decidimos: por el crimen o por
el suicidio? No resulta nada fácil: la fuerza y la plenitud del bárbaro se
ganan a costa de crueldad e intolerancia, a costa de la necesidad de la muerte;
y sólo cuando el bárbaro se debilita, alcanza ese espejismo de libertad que
hace del civilizado un hombre que ha caído en el abismo de su impotencia, y
espera el desenlace final a manos de los bárbaros de la periferia. La libertad
es entonces como la última comida de un condenado a muerte, una banalidad
biológica, pero un placer inaplazable.
Baste
pensar en el retroterra que alimenta
la obra del filósofo rumano. Cioran no oculta que sus simpatías se inclinan del
lado de lo que declina. Nadie lo pondrá en duda si conoce los maestros de los
que bebe, y los libros que gozan de su favor: los de Pirrón, Marco Aurelio,
Juliano el Apóstata, Meister Eckhart, Montaigne o Pascal; una buena colección
de traidores a la vigorosa impertinencia de los pueblos e ideologías
triunfantes. Sea cual sea la elección de cada hombre, lo que sí conviene es que
cada palo aguante su vela, pues resulta un juego en verdad estúpido que los
bárbaros y sus amigos se sientan molestos cuando se les lacha de tales o cuando
se les echa en cara su pasión por las cárceles y la tortura -con el agravante
de que tienen en tan mal concepto a sus enemigos que confían astutamente en que
la puñalada a la vuelta de la esquina o el fusilamiento al amanecer les pillará
de sorpresa- Los bárbaros siempre serán eso los bárbaros, y a nadie admiran.
1.3. La muerte
del Ateísmo
A la postre, y muy recientemente, el
gran ilustrado Philippe Nemo[24] ha sacado su
interesante libro La bella muerte del ateísmo
moderno, inmediatamente reeditado en París, por su enorme y popular impacto
cultural. Ya estaba claro en el pensamiento europeo del 2000, o mejor dicho del
cambio de siglo, que el ateísmo de la
modernidad había muerto, y que la postmodernidad lo había enterrado en la caja
fuerte del agnosticismo y el nihilismo.
En mis últimos días en Roma, febrero
de 2016, ojeando las última entradas en la Librería de S. Luis de los
Franceses, me encuentro con el último libro de Nemo[25], Esthétique de la liberté, una obra
sorprendente por su claritas rerum, y
por su subrayado en la belleza de una existencia con valores. "La sociedad
de la libertad y la belleza moral"[26] no se
divorcian, permanecen en gratos esponsales. Justo el capítulo tercero se centra
en ello: Beauté de la existence libre, (pp.137-168).
¡Qué preciosa crítica a la sinrazón neurótica de Cioran, y a su feroz crítica
contra los valores! Y además, y a la postre,
con una elegancia propia de los grandes ilustrados: sin ni siquiera nombrarlo.
Sin ponerle apellidos a su rival, sin pretender hundir en la arena la espalda
de su contrario. Sin mirar el tapiz por detrás, siempre observando su envés,
con un sentido propio de un optimista antropológico que se funde con la
trascendencia, Nemo nos presenta la infinitud finita de lo humano, con una
honda y positiva gramática de la belleza de los hijos de Adán y su bella existencia
humana[27].
Nemo reflexiona sobre la sociedad de
la libertad y la belleza moral, y subraya la importancia de los valores auténticamente
humanos, los que hacen que un hombre viva y piense como tal, con toda su
dignidad y con todo su arrojo. La justicia, la verdad, la generosidad, el
espíritu de paz, la tolerancia, la prudencia, la templanza, la fortaleza, la
orientación positiva de la vida, las virtudes teologales... Estos son los
eslabones de la Estética de la libertad,
con los que Nemo[28]
construye la belleza moral. Cuando bien conmigo pienso, me inunda una cuestión:
¿Qué podría ser un hombre sin valores, un hombre sin virtudes, sino un pobre
hombre desvalorado y des-virtuado. Si
estamos atentos al lexema des-virtuado
veremos enseguida que tiene una déesis significativa que con urgencia evoca adjetivalmente
al hombre disminuido, enano, desvalorado, resecado, inservible, líquido,
gaseoso, sin consistencia y, como consecuencia desvalorado e inservible, que
encuentra su lógica déesis en algo que ya
no sirve para nada. Así como se desvirtúa la vitamina C de las naranjas
cuando les pasa cierto tiempo, algo así como se desvirtúa el pata negra cuando
se reseca, o como se desvirtúa y se pudre el maíz por exceso de humedad, el
hombre sin valores se reseca y enmohece en lo más hondo y sagrado de su mismidad,
con un resultado desolador: la tetanización de su propia libertad.
Cuesta demasiado trabajo pensar en
serio en la muerte de Dios, al estilo nitzcheano o sartriano. Lleva mucho
esfuerzo mental negar a Dios, hay que ser muy inteligente para formularlo[29]. Al hombre
postmoderno le asustan los cimientos de la ratio,
es mucho más cómodo vivir como si Dios no existiera, que pensar en cómo
destruirlo. Vivir "instalados en una felicidad de pequeño formato",
requiere experiencia de los propios límites, pero no obliga a entrar en
contacto con lo Ilimitado; es mucho mejor vivir como si no existiese. Darle la
espalda a Dios y al discurso sobre Dios, ignorar la racionalidad de la fe, ése
es el objetivo. Al hombre líquido no le gusta pensar y, mucho
menos, el esfuerzo que conlleva; es "demasiado" para un ser gaseoso[30] que se
evapora en el quehacer de su propia historia, si es que la tiene.
Decía Tierno[31] que el
agnóstico es el hombre que vive sin “tragedia teológica” pacíficamente
aposentado en la finitud, y que respira apaciblemente en una felicidad de
pequeño formato. Todo lo contrario del cristiano que vive la dramática de su fe
como participación de los gemidos del Espíritu[32],
resistiéndose a entrar en esos vestidos confortables que siempre tienen a su
disposición el relativismo, el escepticismo o el agnosticismo. La dramática de
la fe busca incansablemente una felicidad de gran formato que arranca de una
certeza: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rom 8,35)[33], y que hunde
sus raíces “en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por
mí” (Gál 2,20)[34].
Dos buenas razones para creer: Alguien que me ama y Alguien que ha dado su vida
por mí. Para un cristiano esto es lo que determina la línea divisoria entre los
pensamientos que le tienen sin cuidado y aquellos que le interesan sobremanera.
Nos parece sugerente y provocador, que
el pasear con interés por la obra ilustrada de tres grandes filósofos españoles
de nuestro tiempo, -Savater, Sádaba y Trias-, nos puede ayudar a ponerle nombre
al agnosticismo postmoderno, o mejor dicho, al nihilismo de la postmodernidad.
En este caso, el maridaje entre nihilismo y agnosticismo no presenta contornos
claros, no se sabe bien si son pareja de hecho, esponsales heteros, o
"matrimonio" homosexual. A lo que sí nos ayudarán esos esponsales es
a profundizar en las bases culturales e históricas de dichas ideologías, contra
cuyos barrotes da en sus revuelos mi alma, queriendo entenderlos, al mismo
tiempo que intento librarme de su dictadura; es eso precisamente, lo que define
los contornos precisos de lo que me tiene sin cuidado y de aquello que me
interesa sobremanera.
1.4. ¿Una teología de la creación?
Corría
el año 94 cuando yo terminaba en Salamanca la última redacción de mi tesis
doctoral en la Universidad Gregoriana
de Roma. Estuve en Salamanca ocho meses y pude mandar la redacción definitiva a
mi director, hoy Card. Vanhoye, con
final feliz para mi investigación. En aquellos meses, Juan L. Ruíz de la Peña[35]
empezaba su semestre de Antropología
Teológica en la Universidad
Pontificia. Decidí librarme de la pesadez del final de una tesis y sus
múltiples correcciones, donde el perfeccionismo te suele jugar una mala pasada,
y seguir el curso de Ruíz de la Peña, de lo cual me alegraré siempre. Allí
entré por primera vez en serio con el nihilismo y agnosticismo postmoderno, y
comenzó a interesarme sobremanera
Eugenio Trias y su filosofía de la religión, no menos que su teoría estética.
Descubrí por primera vez a Cioran, el ateo fanático y el pesimista
antropológico, del que curiosamente nunca habló de la Peña. Desde ahí tenía que
remitirme a su epígono Savater que avanzaba en popularidad en España, sin
abandonar a F. Javier Sádaba. El susodicho curso crecía en interés para mi, a
medida que avanzábamos. La antropología teológica de S. Pablo que era mi
objetivo material de estudio se iluminaba por sus antítesis postmodernas, por
el nihilismo cioraniano y por el agnosticismo de Trias. Era algo así como si
estuviera reflexionando sobre el revés del precioso tapiz que yo había
encontrado en la Carta a los Romanos.
Y la verdad es que el revés de un tapiz
no es más que un conjunto de nudos que se resisten al más mínimo placer
estético. Pero debo añadir que contemplar esas antítesis, -llámense Cioran o Trias-, revelaron en mí una
profundidad luminosa en la tesis que
emanaba del Corpus Paulinum, que
contenía siempre un reverbero de gran formato, y que manaba con un hondo
optimismo antropológico, que en el decir sanjuanista sería: "do está la
fonte que mana y corre".
Muchas
de las ideas aquí expuestas dimanan de los apuntes de aquel estupendo curso,
que todavía perdura en los intereses de mi reflexión antropológica, y que
siempre agradeceré al gran antropólogo que fue Ruíz de la Peña[36].
Si vamos
hacia una teología de la creación de nuevo cuño, como la que hace Ruíz de la
Peña[37],
notaremos enseguida que los últimos años asisten a un eclipse del horizonte
teológico; bien sea porque se ha insertado de un modo
casi exclusivo el clásico tratado De Deo creante en la antropología
teológica (con la consiguiente mengua de una suficiente reflexión ontológica
sobre el mundo); bien sea porque los teólogos de oficio, -generalmente poco
familiarizados con la literatura concerniente a la imagen física del mundo y a
su ciencia-, se lo piensan dos veces antes de internarse en un territorio poco
transitado por ellos y enseñoreado -al menos así se cree comúnmente- por una cosmovisión
monista-materialista; lo cierto es que, tras el auge que conoció la temática de
"la creación" en la teología de los años 50 y 60 (evolucionismo,
Teilhard, "Humani generis", etc.), los pasados decenios asisten a una
cierta difuminización del horizonte teológico[38]. Parece como si los
teólogos se hubiesen apropiado del título de una célebre novela contemporánea:
"El mundo es ancho y ajeno". Y eso no es bueno. Después de todo, el
primer artículo del Credo se refiere precisamente a la fe en Dios "creador
del cielo y de la tierra"; lo cual pone de manifiesto que no se puede
plantear la cuestión de Dios, (la cuestión teo-lógica por excelencia),
sin plantear la cuestión del mundo[39]. O a la inversa: que la
cuestión del mundo es uno de los aspectos de la cuestión de Dios[40].
Tras
un profundo y concienzudo repaso a la teología bíblica del Antiguo y el Nuevo Testamento,
a la historia de la doctrina y a la reflexión teológica sobre el tema (1ª Parte
del libro), el autor aborda en la 2ª Parte lo que él llama las "cuestiones
fronterizas", tratando de recoger los problemas que la realidad plantea a
la visión cristiana de la propia realidad[41], esto es, a la fe en la
creación. Y el primer problema es, indudablemente, la existencia del mal: ¿Cómo
puede ser creación de Dios una realidad que sufre y hace sufrir?
Viene
después una cuestión que ha cobrado en los últimos años candente actualidad: la
crisis ecológica. La habitabilidad del mundo en que vivimos está amenazada, y
ello representa una interpelación de primer orden a la fe en la creación. Será
difícil encontrar un tratamiento teológico más profundo y apasionante de este
tema.
Hay,
por último, una amplia gama de cuestiones que suelen agruparse bajo el rótulo
común de "diálogo fe-ciencia" en el trabajo del teólogo salmantino.
Sobre ella versan los tres últimos capítulos del libro. Si algo queda claro
tras la lectura de este libro, es que nos hallamos ante uno de los pocos
teólogos que han abordado ese "diálogo fe-ciencia" con absoluta
seriedad y en un plano de igualdad con los científicos interesados en dicho
diálogo. Estoy bien seguro que con la trilogía antropológica de Ruíz de la
Peña, -fruto de su inmensa experiencia académica e investigadora-, que camina
muy serena desde la creación del mundo a la nueva
creación[42]
en Cristo Jesús, se puede entrar sin complejo alguno en un diálogo sincero y
honesto con el mundo de la ciencia y con el nihilismo postmoderno. Nunca estuvo
la fe cristiana lejos de la Universidad[43], antes bien las fundó por
medio mundo y consagró a ella los mejores obreros de su mies unas veces y, de
su viña, otras muchas. Dejo así la puerta abierta con honestidad para nuestro
siguiente estudio sobre Savater, Sádaba y Trias.
2. Tendencia
ética: F. SAVATER
Nos
disponemos a trabajar con la mayor claritas
rerum posible, así pues, apuntamos su biografía, sintetizamos su
pensamiento, y nos centramos en su teoría de la relación religión y ética, con
su apuesta por el amor propio y el placer. terminamos dando cuenta de sus obras
mas importantes.
2.1. Apuntes biográficos
Fernando Savater, nació el 21 de junio de 1947. Fue
profesor de filosofía en diversas universidades, y más tarde de ética en la
Universidad del País Vasco, convirtiéndose en un referente imprescindible para
toda una generación de España por su amplia labor de divulgación y de crítica
cultural. Sus comentarios críticos, sus gustos y sus claves de lectura son
determinantes para la configuración del gusto estético y de los hábitos de
lectura de su multitud de seguidores.
En su obra se ha dado, además, el raro fenómeno de que
libros cuyo tema central es la ética se hayan convertido casi en best-sellers,
como ha sucedido con su Ética para Amador (1991) o El contenido de la
felicidad (1996). Savater considera a la filosofía como una actividad de
crítica permanente, de expresión inalienable de la subjetividad e incluso como
provocación; tal ideal halla su justa dimensión en la elaboración de un estilo
audaz y expresivo que, a menudo, utiliza el matiz, la ironía y la paradoja como
estructuras de razonamiento.
En 1976 publicó el ensayo La infancia recuperada,
en cuyas páginas se defienden la necesidad de la ficción novelada y la pasión
de contar por contraposición a la sofisticación de la narrativa comprometida en
la experimentación lingüística y estructural. Savater retoma y propone con
entusiasmo la narración fantástica, la historia de los contenidos éticos y
heroicos a través del análisis de autores y personajes como Julio Verne,
Sherlock Holmes, William Brown, Jack London o Lovecraft.
Una etapa posterior de su profundización a lo largo de
los itinerarios narrativos se corresponde con Criaturas del aire (1979),
en la que una serie de personajes de la historia o de la literatura, como
Tarzán, la Bella Durmiente, Drácula, Julián el Apóstata, Bakunin o el mismo
Savater, monologan sobre sus vidas, sobre el destino, la violencia, el amor o
la muerte, y confirman, desmienten y narran situaciones de su existencia.
El salto definitivo hacia la novela propiamente dicha lo
da con Caronte aguarda (1981), narración policíaca que mezcla una trama
personal con una conspiración política, y que constituye una meditación sobre
las formas del mal, el delito y la venganza. El diario de Job (1983)
constituye una introspección más íntima y profunda, y El dialecto de la vida
(1985) trata de la amistad entre un escritor maduro y un joven fotógrafo
durante un triple viaje (geográfico, intelectual y amoroso), siguiendo las
pistas escocesas de R. L. Stevenson. Entre sus obras teatrales cabe citar Juliano
en Eleusis (1981) y Vente a Sinapia (1983), una meditación sobre la
utopía, y Guerrero en casa (1992).
Su producción intelectual y cultural compuesta por medio
centenar de historias e innumerables artículos periodísticos, ha sido traducida
al inglés, francés, sueco, italiano, portugués, alemán, japonés y danés. Ha
obtenido numerosos premios entre los que destacan el Nacional de Ensayo 1982, el
Anagrama por Invitación a la ética, el Francisco Cerecedo de periodismo y el
Planeta 2008 con La hermandad de la buena suerte (en 1993 había sido
finalista de este galardón con su novela
epistolar El jardín de las dudas, sobre uno de sus autores
preferidos, Voltaire;
aquel año el premio se lo llevó Mario Vargas Llosa[44] con Lituma en los Andes. De pensamiento en
sus inicios afín al de Friedrich Nietzsche (Panfleto contra el todo),
se le debe la traducción y divulgación en el mundo hispánico de la obra de uno
de los pensadores más notables del nihilismo
contemporáneo, Emil Michel Cioran.
Destaca por su interés en acercar la filosofía a los
jóvenes, con obras como 'Ética para Amador, uno de los libros más
leídos de filosofía, Política para Amador o Las preguntas de la vida;
también defiende la cultura popular por expresar la vitalidad
juvenil, desde las novelas de aventuras, los cuentos fantásticos, y los relatos
de terror al cómic y los juegos
de rol.
Fernando Savater también se ha preocupado por el tema de
la educación: en El valor de
educar (1997) aborda este tema con analogías y un lenguaje rebuscado, pero
que al mismo tiempo lo hace motivador e interesante. Este libro, dirigido
especialmente a los maestros de educación básica y educación media de México, fue
un encargo de la profesora Elba Esther Gordillo para motivar a los profesores a
"hacer del niño una fábrica de conocimientos y no sólo un depósito de
basura"[45]
y presenta, además del análisis del autor sobre la educación y los diferentes
enfoques que esta tiene en México, una importante recopilación de fragmentos
escritos por pensadores de todas las épocas sobre la educación.
2.2. Síntesis de su pensamiento
Savater es un autor prolífico, que se define como un
"filósofo de compañía", al estilo de los philosophes
franceses, no como un Filósofo académico y con mayúscula. Su filosofía es
ilustrada y vitalista; su forma de expresión, polémica e iconoclasta; sus opiniones
a menudo navegan contra corriente. El estilo agudo, incisivo e irónico de
Savater se aprecia de manera evidente en sus artículos periodísticos, el género
que más le gusta escribir.
Se confiesa influido por Nietzsche, Cioran y Spinoza, entre
otros. En los setenta se le consideró durante mucho tiempo discípulo de Agustín García Calvo, pero a partir de 1981 sus caminos se
separan ostensiblemente. Como escribe en su autobiografía Mira por dónde,
«fue fundamental en mi devenir intelectual y moral encontrarle, no menos que
luego despegarme de él».[3]
Siguiendo a Spinoza,
propugna una ética
del querer en contraposición a una ética del deber. Los seres humanos buscan de
manera natural su propia felicidad y la ética ayuda a clarificar esta voluntad
y mostrar las formas de su realización. Por tanto la ética no debe juzgar las
acciones por criterios abstractos y ajenos a la felicidad propia.
Su filosofía política ha evolucionado desde el pensamiento libertario,
que mantuvo en los setenta al individualismo democrático, socialdemócrata, liberal y
universalista de su etapa posterior. El punto de inflexión del Savater joven al
maduro puede situarse en La tarea del héroe (1981), donde escribe:
"He sido un revolucionario sin ira; espero ser un conservador sin
vileza". También ha reflexionado a menudo sobre el papel de las religiones
en las sociedades democráticas actuales, propugnando un modelo de sociedad laica en su
sentido más amplio, que ayude a afrontar no solo los planteamientos teocráticos,
«sino también los sectarismos identitarios de etnicismos, nacionalismos y
cualquier otro que pretenda someter los derechos de la ciudadanía abstracta e
igualitaria a un determinismo segregacionista»[46]. Desde
coordenadas primero libertarias y luego liberales,
se ha opuesto siempre al nacionalismo en general: El nacionalismo en general es
imbecilizador, aunque los hay leves y graves, los del forofo del alirón y el
que se pone el cuchillo en la boca para matar. Hay gente sin conocimientos
históricos, el nacionalismo atonta y algunos son virulentos. Afortunadamente en
Cataluña la situación es diferente a la del País Vasco, aunque esa minoría es
una alarma que nos dice que algo hay que hacer. El nacionalismo es una inflamación
de la nación igual que la apendicitis es una inflamación del apéndice.
Savater se opone a aquellos partidos que hacen de la
exaltación patriótica su seña principal de identidad. Su evolución ideológica
quedó de manifiesto en la polémica que mantuvo con el también filósofo vasco Javier
Sádaba, con quien escribió en los ochenta
el libro titulado Euskadi: pensar el conflicto, a la vez que apoyaba con
su firma la legalización de Herri
Batasuna. Su evolución ideológica y filosófica le ha llevado después a
posturas claramente antinacionalistas, que lo han convertido en uno de los
referentes para los ciudadanos del País
Vasco que se sienten oprimidos por el nacionalismo vasco. Savater considera la
política del PNV y EA excluyente, decimonónica y complaciente con el terrorismo
etarra. Sin renunciar a su condición de vasco, se considera antinacionalista y
rechaza el vasquismo,
postura que califica de "amable tontería". Es, asimismo, un activo
colaborador de la asociación Ciudadanos de Cataluña.
Solicitó el boicot a las elecciones vascas de 2007 por
entender que no eran limpias ni democráticas, debido a ETA. Savater, defensor
de la Constitución Española, del estatuto de Guernica y de la unidad del
Estado, ha expresado en numerosas ocasiones su oposición a todo tipo de nacionalismos[47] y su deseo
de superarlos en beneficio de un ideal de humanidad universal compartida,
traducido en un organismo gubernamental con autoridad mundial sobre los
gobiernos de los estados nacionales, que sirviese para resolver las disputas y
realizar las labores administrativas de utilidad común.
En junio de 2009 fue el principal impulsor —junto con
otros veinte intelectuales entre los que destacan Carmen
Iglesias, Mario Vargas Llosa, Albert
Boadella, Álvaro Pombo y Arcadi
Espada— del llamado Manifiesto por la lengua común, en el que se
defiende que "los ciudadanos son quienes tienen derechos lingüísticos y no
los territorios ni mucho menos las lenguas". El Manifiesto reivindica el
derecho de los ciudadanos de toda España a recibir su educación e interactuar
con la Administración, tanto estatal como autonómica, en lengua
castellana ("lengua común" de todos los españoles, según define
el manifiesto), cualquiera que sea su lengua
materna. Sostiene que los planes de estudio deben incluir opciones que
contemplen las otras lenguas cooficiales autonómicas, pero nunca como lenguas
vehiculares exclusivas, y critica la situación que, a su juicio, se da en
determinadas comunidades autónomas, en las que el castellano resulta
discriminado en la administración pública y los planes de estudio y se impone a
los ciudadanos el uso de las otras lenguas cooficiales.
En abril de 2013 fue considerado como uno de los 65
pensadores más influyentes del mundo (puesto 47) por la revista británica Prospect,
especializada en política y economía, como resultado de una votación realizada
en más de 100 países con más de 10.000 votos computados[48].
2.3. Religión y Ética.
La
influencia de Cioran en Savater ha sido cada día más patente, nunca ocultó el
filósofo donostierra su simpatía por el filósofo más nihilista de la
postmodernidad, por ello, precisamente, Savater iba de nihilista cioranesco. De
entrada se establece un nexo causa-efecto entre la muerte de Dios y el orto del
nihilismo:
"Con la muerte de Dios...mueren los valores
mismos que hacían inteligible la acción... Lo ideal se revela no como lo
posible que debe ser, sino como lo imposible que jamás será... el nihilista no
tiene valores de los que colgar el peso desesperanzado de su acción... Sólo una
desesperación activa, lúcida para descubrir los atisbos de finalidad positiva
que surjan en su propio seno y denunciarlos... Sólo esta finalidad sin
fin".[49]
Pero ¿es
verdad que Dios ha muerto? De ningún modo. El nihilismo sostiene que el mal es
la sustancia última de lo real, y que Dios es el mal. Justamente por eso los
nihilistas no pueden negar la existencia de Dios; sería tanto como negar la
existencia del mal e inscribirse en la órbita de la teodicea leibniziana. Lo
que niegan los nihilistas es "el derecho de Dios a existir", no su
existencia misma:
"La protesta ante la muerte y el mal no comporta
la inexistencia de Dios, sino que exige su existencia como el único fundamento
adecuado de la protesta... En realidad nada debe tener una existencia tan firme
e indudable como Dios: Dios es lo único que existe verdaderamente, lo que
impide existir verdaderamente a lo demás".[50]
En esta
misma línea, aunque hiera al lector, es oportuno traer aquí la conocida frase
de Sábato: "Dios existe y es un canalla".[51]
Desde esta perspectiva Savater no oculta su desdén por todas aquellas formas de
ateísmo que encubren, según él, recuperaciones seculares de la idea de Dios.
Entre ellas destacan dos:
a) El
Marxismo que se reclama ateo porque niega toda entidad supranatural para
estatuir a renglón seguido que la historia progresa imparablemente hacia el
bien supremo, lo que le parece a nuestro autor "un abuso verbal". Él
piensa que "El proyecto marxista se ha depauperado de forma
vertiginosa"[52],
por lo que ya no es preciso concederle mucha atención ni dedicarle más tiempo a
su crítica.
b) El
cientifismo positivista que ha originado una suerte de metafísica solapada
"cuya renuncia a toda trascendencia no logra afincarla realmente en lo
inmanente, pero en cambio le gana el calificativo de trascendente; al socaire
de éste florecen de nuevo los peores rasgos de la religiosidad convencional,
"el positivista extiende las soluciones de la ciencia a todos los campos
imaginables", y condena como herético "todo argumento no científico...
La ciencia como la otra divinidad, es una totalidad que se explica por sí misma
y cuya negación es locura". Erigida de este modo en "saber
absoluto" llega a dominar la cultura y "se trasforma en teodicea y
apología"[53].
Como se
ve, con el nihilismo ético nos topamos por primera vez en nuestro recorrido,
con una categorización que desautoriza a la racionalidad científica. Nueva es
también la feroz crítica teológica que necesita afirmar a Dios para poder
identificarlo con el mal y sostener así la desesperada protesta nihilista, que
va fraguar en su libro de 1978 Pamfleto
sobre el todo. A partir de aquí, se resiste a mantener la larga ética de la
desventura, y cambia el rumbo hacia mares más cálidos, como mostrará en su
libro Ética como amor propio[54],
en el que se diseña una ética felicitante centrada en la afirmación placentera
del yo. Desde el marco socio cultural en el que se inscribe esta obra, escribió
A. Cortina: "En nuestro País se extiende la idea de que el único móvil racional de la conducta humana es
el egoísmo... En España se está produciendo una reducción de la moral al egoísmo"[55].
Baste mencionar sus dos ingredientes base:
A. El
amor propio
Antes
que nada, la reivindicación del amor propio es la sola raíz sensata y coherente
del talante ético:
"No hay otro motivo ético que la búsqueda y
defensa de lo que nos es más provechoso, de lo que más nos conviene; toda ética
es rigurosamente auto afirmativa... No hay pues una ética altruista...Toda
moralidad reflexiva tiene un humus egoísta...
No hay comportamiento moral desinteresado, desprendido"[56].
Citando
a Barthes, Savater entiende que "hay que elegir entre ser egoísta y ser
terrorista"; la moral que prescinde del egoísmo es hipócrita y terrorista
porque "fantasmiza unos valores cuya sublime misión es castigarnos por ser
lo que somos y como somos", y a la postre acaba por imponerse "la
conclusión de que el único desprendimiento del que el hombre es espontáneamente
capaz es el desprendimiento de retina"[57].
B. La
apuesta por el placer
El
proyecto ético tiene un segundo elemento: la apuesta por el placer como forma
excelsa de virtud, Su conexión con el elemento anterior es obvia: "El amor
propio del sujeto se cifra en lograr cuanto más placer sea posible, es decir,
cuanto más asentimiento al asentamiento en la vida/mundo sea posible". Así
pues "la búsqueda del placer sería el único objetivo de la razón
práctica", y la tarea de la ética estribaría en "orientar
racionalmente la libertad hacia el máximo de placer compatible con la
limitación histórica y ontológica del ser humano"[58].
El
lector se preguntará qué se entiende aquí por placer; el autor nos defrauda al
contestar que el placer es "indefinible". No obstante osa aventurar
que "lo fundamental del placer es el tipo de vinculación que establece
entre el yo y el cuerpo" (p.120), Curioso y muy inesperado dualismo el
exhibido en esta fórmula, del que Savater no se percata; pero le autoriza a
postular la despenalización de la droga dura (p. 287s), y más aún, a sostener
que "la persecución contra la droga es una derivación de la persecución
religiosa; hoy la salud física es el
sustitutivo laico de la salvación
espiritual" (p. 289).
En el
previsible conflicto entre el bienestar individual y el bienestar social, hay
que optar por aquél y no por éste, "la buena vida debe preceder
paradójicamente a la buena sociedad, cuya función será posibilitarla". El
lector puede objetar, el placer es aislante, individulista. Bueno, ¿y qué?,
arguye Savater; al fin y al cabo "somos personas individuales... y la
sociedad buena no tiene objetivo superior que posibilitar y facilitar los goces
de las personas que la componen"[59].
Pero la
soterrada vena nihilista emerge de nuevo cuando, en un arranque de realismo, el autor nos confiesa que
"la fidelidad al placer es trágica como lo es la fidelidad a la vida"
(p. 140). Obsérvese que en el marco idílico de la ética savateriana se han
mencionado ya cuatro tragedias, no precisamente nimias: el amor propio es
trágico, como lo es la razón; el placer es trágico a la larga, como y porque lo
es la vida.
Contra
el complejo de culpa, que nos habría sido inoculado por el cristianismo, hace
una llamada a la movilización general: "Desculpabilizar la conciencia
individual... es la gran empresa de los pensadores morales modernos más directa
y consecuentemente opuestos a la tradición cristiana"[60].
El escándalo que suscita el principio del placer ha de ser desenmascarado como
producto de "la superstición clerical", que nos quiere perpetuamente
sometidos a la entelequia de un fin último en el más allá.
Como se
puede apreciar, nuestro ensayista no ha creído necesario debatir ningún modelo
ético alternativo, como el cristianismo, por ejemplo. Simplemente se ha
descartado la posibilidad misma de la alternativa con el barato expediente de
su previa desfiguración. Es decir, se usa y abusa de la manida artimaña dialéctica
consistente en demonizar primero, para anatematizar después.
2.4. Obras más importantes
·
Nihilismo y
acción, ensayo, Taurus, Madrid,
1970
·
La filosofía
tachada, ensayo, Taurus, Madrid,
1972
·
Apología del
sofista y otros sofismas, ensayo
1973
·
Ensayo sobre
Cioran, Espasa, 1974
·
Escritos
politeístas, ensayo, Editora
Nacional, Madrid, 1975
·
De los
dioses y del mundo, ensayo, F.
Torres, Valencia, 1975
·
La infancia
recuperada, ensayo, Taurus, Madrid,
1976
·
La filosofía
como anhelo de la revolución,
ensayo, 1976
·
Apóstatas
razonables, ensayo, Madrágora,
Barcelona 1976 (Ariel sacó en 2007 una nueva edición ampliada)
·
La piedad
apasionada, ensayo, Ediciones
Sígueme, Salamanca, 1977
·
Conocer
Nietzsche y su obra, ensayo,
DOPESA, Barcelona, 1977
·
El estado y
sus criaturas, ensayo, Ediciones
Libertarias, Madrid, 1979
·
Caronte
aguarda, novela, Cátedra, Madrid,
1981
·
La tarea del
héroe, ensayo, Taurus, Madrid, 1981
·
Juliano en
Eleusis, teatro, 1981
·
Impertinencias
y desafíos, ensayo, Legasa, Madrid,
1981
·
Diario de
Job, novela, Cátedra, Madrid, 1983
·
Vente a
Sinapia, teatro, 1983 (Espasa, 1988
en un volumen junto con Último desembarco; Ediciones Irreverentes las
reeditó en 2005)
·
Las razones
del antimilitarismo y otras razones,
ensayo, Anagrama, 1984
·
Contra las
patrias, ensayo, Tusquets, 1985
·
El contenido
de la felicidad, ensayo, Ediciones
El País, 1986
·
Episodios
pasionales, ensayo, Ediciones
Libertarias, Madrid, 1986
·
El contenido
de la felicidad, ensayo, Ediciones
El País, 1986
·
Euskadi:
pensar el conflicto, ensayo,
Ediciones Libertarias, Madrid, 1987; coescrito con Javier Sádaba
·
Último
desembarco. Vente a Sinapia,
teatro, 1987 (Espasa, 1988 en un volumen junto con Vente a Sinapia;
Ediciones Irreverentes las reeditó en 2005)
·
Un paso en
falso, comedia, escrita en 1988
para TVE;
publicada en 2013 por Anagrama bajo el título de El traspié. Una tarde con
Schopenhauer
·
Catón. Un
republicano contra César, teatro,
1989
·
Humanismo
impenitente, ensayo, Anagrama, 1990
·
La escuela
de Platón, ensayo, Anagrama, 1991
·
Guerrero en
casa, teatro, 1992
·
Sin
contemplaciones, ensayo, Ediciones
Libertarias, Madrid, 1993
·
Idea de
Nietzsche, ensayo, Ariel, Barcelona,
1995 (edición ampliada y actualizada en 2000)
|
·
La voluntad
disculpada, ensayo, Taurus, Madrid,
1996
·
El juego de
los caballos, ensayo, Siruela, 1997
·
Malos y
malditos, ensayo, Suma de Letras,
1997
·
El valor de
educar, ensayo, Ariel, Barcelona,
1997 (en Google Books se puede leer parte del libro)
·
Así hablaba
Nietzsche, ensayo, Altera, 1997
·
La aventura
africana, ensayo, Acuarela, 1998
·
Diccionario
filosófico, ensayo, Planeta, 1999
·
Las
preguntas de la vida, ensayo,
Ariel, Barcelona, 1999
·
Diccionario
del ciudadano sin miedo a saber, ensayo,
Ariel, Barcelona, 2000
·
A rienda
suelta, ensayo, Alfaguara, 2000
·
Perdonen las
molestias: Crónica de una batalla sin armas contra las armas, ensayo, El País-Aguilar, 2001
·
A caballo
entre milenios, ensayo, Aguilar,
2001
·
Pensamientos
arriesgados, ensayo, La Esfera de
los Libros in Madrid, 2002 (antología a cargo de José Sánchez Tortosa)
·
Jorge Luis
Borges, ensayo, Ediciones Omega,
Barcelona,2002
·
Ética y
ciudadanía, ensayo, Montesinos,
Barcelona, 2002
·
Etnomanía
contra ciudadanía, ensayo, 2002
·
Palabras
cruzadas: Una invitación a la filosofía, ensayo, junto con José Luis Pardo; Editorial
Pre-Textos, 2003
·
Mira por
dónde. Autobiografía razonada,
Taurus, Madrid, 2003
·
Los caminos
para la libertad: Ética y educación,
ensayo, Fondo de
Cultura Económica, 2003
(conferencias dictadas para la Cátedra Alfonso Reyes)
·
El valor de
elegir, ensayo, Ariel, Barcelona,
2003 (en Google Books se puede leer gran parte del libro)
·
El gran
fraude: sobre terrorismo, nacionalismo y ¿progresismo?, ensayo, El País-Aguilar, 2004
·
La libertad
como destino, ensayo, Fundación
José Manuel Lara, Sevilla, 2004
·
Los siete
pecados capitales, ensayo,
Mondadori, 2005
·
La vida
eterna, ensayo, Ariel, 2007
·
Saliendo al
paso, recopilación de artículos,
Espejo de Tinta, Madrid, 2008
·
La hermandad
de la buena suerte, novela,
Planeta, 2008
·
Misterio,
emoción y riesgo, textos sobre las
novelas y películas de aventuras, Ariel, Barcelona, 2008
·
La música de
las letras, ensayo, Sello
Editorial, 2010
·
Los invitados
de la princesa, novela, Espasa,
2012
·
Ética de
urgencia, ensayo, Ariel, Barcelona,
2012
·
El traspié, comedia, Anagrama, 2013
·
Figuraciones
mías, ensayo, Ariel, 2013
·
No te
prives! Defensa de la ciudadanía, Ensayo,
Ariel, 2014
·
Aquí viven
leones, Debate, Ensayo, 2015.
|
·
|
2.5. Premios y reconocimientos
Sin
duda Savater es el filósofo español vivo más conocido y popular en el mundo de
las Letras. Su enorme popularidad deriva en gran parte de su capacidad para la
comunicación y la divulgación. Igual pasa de la filosofía profunda al ensayo
periodístico, como salta del drama a la ironía, de la epopeya al cuento. Los
géneros literarios más diversos no le son en absoluto ajenos, sino que por el
contrario los controla y administra con gran soltura. De ello deriva que muchas
universidades le hayan reconocido su labor ilustrada.
- Premio Mariano de Cavia de Periodismo 2012 (diario ABC)
- Premio Internacional de Poesía y Ensayo Octavio Paz (2012) Premio Primavera de Novela 2012 por Los invitados de la princesa
- Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural 2011
- Doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (2010)
- Doctor honoris causa por la Universidad de Colima (2010)
- Doctor honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (2009)
- Doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid (2006)
- Doctor honoris causa por la Universidad Metropolitana, Caracas, Venezuela (2001)
- Doctor honoris causa por la Universidad Simón Bolívar (1998)
- Doctor honoris
causa por la Universidad
de Panamá, Ciudad de Panamá
(2014)
- Premio Planeta 2008 por La hermandad de la buena suerte.
- Premio de la
Concordia Fernando
Abril Martorell 2000
- Premio
Ortega y Gasset de Periodismo
2000
- Premio Sájarov 2000 para el movimiento ¡Basta Ya!
- Premio Euskadi de
Plata 1999 por Las preguntas de la vida.
- Premio Continente de
Periodismo 1999
- Premio de la
Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico 1998
- Premio
Francisco Cerecedo 1997
- Finalista del Premio Planeta 1993 con El jardín de las dudas
- Premio Ijuve de
Medios de Comunicación 1990
- Premio Pablo Iglesias 1989, sección de Ciencias Sociales
- Premio
Nacional de Ensayo 1982 por La
tarea del héroe
- Premio Anagrama 1982 por Invitación a la ética
- Premio Mundo de
Ensayo 1978 por Panfleto contra todo
- Premio de la Cultura
[Literatura] de la Comunidad de Madrid (2013).
3. Tendencia
analítica: F. J. Sádaba
Conviene contextuar el agnosticismo de Sádaba, mirando su biografía y formación antes, sintetizando su filosofía después, y centrándonos en su crítica a la religión muy luego.
3.1. Apuntes biográficos
Francisco Javier Sádaba
Garay (Portugalete, Vizcaya, 28
de noviembre de 1940)
filósofo
español, durante muchos años fue Catedrático de Ética en la Universidad Autónoma de Madrid,
mientras que actualmente, tras su jubilación, es catedrático honorario de
dicha universidad. Ha sido profesor en diferentes universidades como Tübingen (Alemania), Columbia (Nueva York),
Oxford y Cambridge (Reino
Unido). Es miembro del Observatorio de
Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona y del Instituto
de Ética Clínica Francisco Vallés. Ha
trabajado también en filosofía de la religión y en filosofía lingüística y
destacan sus aportaciones al campo de la bioética.
En su adolescencia, pasó cuatro años en la Universidad Pontificia de Comillas.
Inmediatamente después se traslada a Salamanca,
donde estudiará tres años en la Universidad Pontificia de Salamanca.
En dicha universidad conocerá parte de la obra del filósofo alemán Ludwig Wittgenstein, que le influirá el resto
de su carrera. Posteriormente se irá a Roma, en cuya Universidad Gregoriana se licenciará en teología.
Para entonces su objetivo es dedicarse totalmente a la filosofía. Por ello, se
traslada a Tübingen, donde comenzará a preparar su tesis doctoral sobre
el citado Wittgenstein[61].
Un año más tarde regresa a Madrid, a la
recién creada Universidad Autónoma, incorporándose
como ayudante en el departamento de filosofía, en cuya dirección se encontraba Carlos
París. Su tesis doctoral, con premio extraordinario, lleva el título de La
Filosofía de Wittgenstein y su aplicación al Lenguaje Religioso. Poco
después escribirá su libro Lenguaje religioso y filosofía analítica, uno
de los primeros libros en castellano sobre dicha materia. Continuará
escribiendo e impartiendo la docencia, aunque a finales del franquismo
es expulsado, con otros compañeros de la universidad, mientras se destituye a
Carlos París como jefe de departamento. Una beca de la Fundación March le permite finalizar su primer
libro, antes mencionado. Y una beca
Fulbright le posibilita la estancia como Visiting Scholar en la Universidad de Columbia, en Nueva York,
durante un curso completo. Es readmitido en la Universidad Autónoma y en el año
1979 consigue la plaza de profesor adjunto. Desde los años ochenta, y dentro de
lo que se dio en llamar Filósofos jóvenes, destaca por su implicación
mediática participando en numerosos debates de la televisión y de la radio, así
como escribiendo artículos en diarios y revistas.
3.2. Síntesis de su pensamiento.
Su concepción de la filosofía, que se inserta en
el mundo cotidiano sin perder el rigor, le colocará en los focos de la sociedad
y de la política. Su postura, a la contra de la oficialidad, acerca del País
Vasco le ocasionarán no pocas molestias y muchas satisfacciones. Al mismo
tiempo, mantiene una intensa labor como escritor de obras tanto especializadas
como dirigidas al público generalista, con más de treinta libros y centenares
de artículos publicados. Dentro de su producción literaria habría que diferenciar
los libros de género mayor o más académico y los libros de género menor o
generalistas. Entre estos últimos destaca Saber vivir, libro que
escribió en 1984 conectando con la sensibilidad de la sociedad del momento. De
él se hicieron numerosas ediciones debido al enorme interés que suscitó.
Conviene contextuar su agnosticismo en el conjunto de su
obra. Para sintetizar su pensamiento, expuesto a través de escritos y
conferencias, habría que distinguir cuatro apartados:
A) Filosofía de la Religión. Javier Sádaba ha sido
pionero en lo que se ha denominado una filosofía de la religión laica. Esa
'filosofía de' está estrechamente relacionada con la historia de las religiones. Una de las
aportaciones fundamentales de Sádaba a la Filosofía de la Religión ha sido su
labor encaminada a la desvinculación de la Teología. Su segunda contribución
personal en el ámbito académico ha sido la sistematización y vertebración de
dicha disciplina.
B) Wittgenstein. Sádaba se ha dedicado profusamente a
estudiar a Ludwig Wittgenstein, a la recepción y a las enseñanzas
de la filosofía wittgensteiniana, incrementando su aceptación y
conocimiento generalista. Eugenio
Trías considera en el prólogo al libro de Sádaba: Lenguaje, magia y
metafísica: el otro Wittgenstein, que una de las grandes aportaciones de
Sádaba a la recepción del pensamiento wittgensteniano es la explicación que da
sobre la vinculación entre el Wittgenstein I y el Wittgenstein II.
C) La Bioética. En tercer lugar figura su extensa obra
sobre Bioética. Javier Sádaba es defensor de una bioética
igualmente laica y en contacto con la biología
y se ha posicionado siempre públicamente ante los temas más controvertidos
dentro de esta materia. Prueba evidente de su dedicación a este campo es su
incorporación, en calidad de miembro de los mismos, al Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona y
al Instituto de Ética Clínica Francisco
Vallés de la Universidad Europea de Madrid. El primer libro de Sádaba sobre
la materia: Hombres a la carta, apareció
en 1998 y fue la obra divulgativa inaugural, sobre una disciplina desconocida
para el conjunto de la sociedad en aquel momento. En los últimos tiempos su
objeto de estudio está siendo la neuroética y la neuroreligión.
D) La Ética. Finalmente destaca su importantísima
dedicación y aportación a la Ética, ya que Javier Sádaba es fundamentalmente un
filósofo moral. En sus cuatro últimos libros publicados, La Vida Buena, El
amor y sus formas, No sufras más y Ética erótica, sobresale
la idea de que el cometido de la filosofía consiste en ayudar a vivir lo mejor
posible. El último de ellos, Ética erótica, publicado en 2014, es una
síntesis de lo que Sádaba considera que tiene que ser una ética completa
y supone igualmente una crítica política.
3.3. Ética y Religión
En 1986
Sádaba[62] reunía una
colección de artículos en un libro[63] en torno a
lo que él llama "la vida cotidiana". La nota común a todos estos
artículos es la crítica, a menudo sarcástica, al marxismo y al cristianismo,
dado que "la vida cotidiana... desconfía de los dos grandes progenitores:
el cristianismo, y su hijo travieso el marxismo"[64], así como la
apuesta por el antidogmatismo y el escepticismo desencantado, junto con el
enraizamiento en una finitud relativista, no absolutizada o divinizada como
ocurre con Tierno.
Sádaba
desconfía absolutamente de la utopía, pues ésta "lleva irremediablemente
al dogmatismo". Los hombres hoy son gente "sin esperanza o con muy
poca, desencantados y sin vislumbrar un posible re-encanto", y están
inmunizados contra la utopía marxista que "metamorfosea el futuro en
Futuro" y pretende convertir la "historia en Historia de Salvación".
El marxismo renueva en un lenguaje desmitificado y secular "los grandes
dogmas cristianos", relanza sus ideas sobre el tiempo, la historia, el trabajo, las mediaciones,
"la historia queda sacralizada"[65] y
todo lo que en ella ocurra, para terminar ocupando, a fin de cuentas, el lugar
de Dios.
En este
contexto, Sádaba arremete contra Tierno, cuando alude al "dogmatismo de
las cosas pequeñas"; quien lo adopta "no echa en falta la pérdida de
ningún dios: se instala a gusto en la finitud (lo cual indica el mal gusto que
tiene)". De esta guisa, "reproduce al viejo hombre religioso, que
también se instalaba a gusto aquí, porque nada había que preguntarse, dado que
existía allí un Dio providente"[66].
La idea
de Dios ha dejado de interesar a sus contemporáneos, y la ventila reinventando
la vieja idea freudiana de la proyección, así afirma: "La teología es un embudo
al revés. Invierte las proyecciones que el hombre hace de sí mismo... la
proyección, en vez de ser la expresión de lo que el hombre es, crea una figura
independiente que lo domina"[67].
Aún mejor, lo explica en la p. 63:
"Irrelevancia cultural el viejo debate sobre
Dios. Ser ateo o no serlo, ser teísta o no serlo... es algo marginal en nuestra vida social; ajeno
al espíritu de la época. Se podrá ser creyente por originalidad, desesperación,
inercia o quién sabe qué tipo de conveniencia... pero un hombre adulto y
razonablemente instruido no es un creyente o un incrédulo, sino que se despreocupa de tales cuestiones. Y
si, a nivel personal, alguien razonablemente instruido sigue siendo creyente,
se da por supuesto que esa misma persona, en cuanto normal y partícipe en los
cánones teóricos y prácticos vigentes, orientará su vida prescindiendo de tal
religiosidad. La física ha sustituido a la vieja cosmología, y la aspirina a
las novenas y a los santos. La religión permanece como un lujo o una seña del
pasado que en poco o en nada afecta a la conducta del ciudadano a la altura de
su tiempo"[68].
Es
difícil encontrar otro texto actual que le gane a éste en la provocativa
suficiencia con que se refiere a la religión, y en la despectiva seguridad con
que presupone que los creyentes practican una suerte de esquizofrenia en su
vida diaria. Una chulería de tal calibre, y una ausencia de respeto absoluto
hacia lo religioso, no merece otro juicio que describir su olor: ¡apesta a
polilla y pesadilla!
A la
hora de justificar su pathos antireligioso, Sádaba recurre al tópico
epistemológico que hace incompatibles religión y ciencia. "Verdades
absolutas no hay. Verdad absoluta es una contradicción en los términos, es un
pseudoconcepto... Para la ciencia empírica el concepto de verdad es, por
definición, contingente... la característica de nuestra época es la de haber
optado por el método científico...por el mismo desarrollo de la ciencia las
creencias religiosas y su finalismo son insostenibles... La religión como guía
de nuestro pensamiento y acción pasó a mejor vida"[69].
Sádaba
nos ofrece una violenta requisitoria antimonoteista, en la que no es difícil
observar la huella nitzscheana: "El monoteísmo aventaja al politeísmo en
intolerancia, rebaja la imagen que el hombre tiene de sí mismo, cultiva las
virtudes monacales de la mortificación, el arrepentimiento, la humildad, el
sufrimiento pasivo, refuerza la autoridad y desacredita el pensamiento con su
apetito de absurdo y contradicción. El resultado es la frustración y la
hipocresía"[70].
¿Será,
entonces, nuestro autor politeísta o ateo? El politeísmo le parece demasiado
inocuo y poco sistemático, el ateísmo no acaba de convencerle, por estimarlo
"demasiado audaz"[71].
la única salida de buen tono resulta ser el agnosticismo, "ése sería el
término, quizás, más apropiado"[72].
Para preservar ese elegante escepticismo que Sádaba gusta tanto de cultivar, lo
describe en la conclusión de su libro:
"Llegamos al final. ¿Nos ha conducido nuestro
análisis a alguna parte? Probablemente no. De cualquier forma nos ha alejado de
otros lugares. Nos aleja de los dogmatismos explícitos o tácitos. De los que
son demasiado crédulos para afirmar o para negar, respecto al planteamiento
sobre el sentido de la vida. Nuestra modestia... está en relación con nuestra oscuridad.
Por eso nuestro escepticismo es radical. En la esquina está la esperanza. En la
esquina, con los mismos derechos, está la desesperación"[73].
Una
herencia trágicamente lógica, que le cede un patológico patrimonio al agnóstico;
a la postre, cuando camina por las esquinas de su propia historia, sólo puede
heredar la soledad y la desesperación. El hombre sin Dios ni se entiende a sí
mismo, ni tiene recursos para administrar la alteridad: El mundo le resulta
adverso, y el otro un rival, cuando no un enemigo.
3.4. Obras principales de Sádaba
3.4. Obras principales de Sádaba
- Lenguaje religioso y
filosofía analítica: del sinsentido a una teoría de la sociedad. Barcelona:
Ariel, 1977.
- Filosofía, lógica y
religión. Salamanca:
Sígueme, 1978.
- Qué es un sistema de
creencias. Salamanca: Editorial
Mañana, 1978.
- Filosofía, lógica y
religión. Barcelona: Dopesa,
1979.
- Conocer a Wittgenstein y su obra.
Barcelona: Dopesa, 1980.
- Lenguaje, magia, y
metafísica. Madrid:
Libertarias, 1984.
- Religión, magia o
metafísica (el otro Wittgenstein).
Madrid: Libertarias, 1984.
- Saber vivir. Madrid: Libertarias, 1984.
- Las causas perdidas. Madrid: Libertarias, 1987.
- Euskadi: pensar el
conflicto (coautor: Fernando Savater), Madrid: Libertarias, 1987.
- El amor contra la moral. Madrid: Ediciones Arnao, 1988.
- La filosofía analítica
actual: de Wittgenstein a Tugendhat.
Madrid: Mondadori, 1989.
- Lecciones de filosofía de
la religión. Madrid: Mondadori,
1989.
- Saber morir. Madrid: Libertarias/Prodhufi, 1991.
- Dios y sus máscaras
autobiografía en tres décadas.
Madrid: Temas de Hoy, 1993.
- La ventana y el mundo. Madrid: libertarias, 1993
- El perdón, la soberanía del
yo. Barcelona: Paidós, 1995.
- Amor diario. Madrid: Libertarias, 1997.
- Diccionario de Ética, Barcelona: Planeta, 1997.
- Euskadi: Nacionalismo e
izquierda. Madrid: Talasa, 1998.
- Hombres a la carta. Los
dilemas de la Bioética (coautor:
José Luis Velázquez).
Madrid: Temas de Hoy, 1998.
- El catecismo de nuestros
padres (coautor: Enrique
Miret Magdalena). Barcelona:
Plaza y Janés, 1998.
- El hombre espiritual. Madrid: Martínez Roca, 1999.
- La vida en nuestras manos. Madrid: Ediciones B, 2000.
- La filosofía contada con
sencillez. Madrid: Maeva, 2002.
- La Ética contada con
sencillez. Madrid: Maeva, 2004.
- Principios de bioética
laica. Madrid: Gedisa, 2004.
- De Dios a la nada: las
creencias religiosas. Barcelona:
Espasa, 2006.
- El amor y sus formas:
claves para entender el sentimiento más universal. Madrid. Península, 2010.
- La vida buena. Cómo
conquistar nuestra felicidad.
Madrid: Península, 2010.
- No sufras más: la felicidad
en la vida cotidiana. Madrid:
Península, 2012.
- Ética erótica. Una forma diferente
de sentir. Madrid: Península,
2014.
4. Tendencia
metafísica: Eugenio Trías
Nuestro
interés por Trías ha ido creciendo a medida que hemos conocido mejor sus obras.
No es fácil leer a Trías, y mucho menos entenderlo. El interés crece
especialmente por el último Trías que está más cercano a las fronteras de la
trascendencia. Trías comienza declarando: "Mi intención ha sido siempre
abrirme a la experiencia propiamente metafísica". Este propósito es tanto
más encomiable cuanto que las modas del momento son alérgicas a la reflexión
ontológica y cultivan con alegre desenvoltura lo que el propio Trías llama
"el género chico de la Filosofía"[74].
De esta voluntad metafísica cabe esperar una repulsa de la forma mentis positivista y una apertura a la trascendencia. Y en
efecto así es, en lo que concierne a la reflexión del filósofo catalán.
Corría
el año 94 cuando yo terminaba mi Tesis doctoral en La Universidad Gregoriana de
Roma, y me trasladé a Salamanca para usar su Biblioteca y ponerle punto final.
Tuve la inmensa suerte de seguir un curso de Antropología Teológica de Juan Luis Ruíz de la Peña, en la
Universidad Pontificia. Él me despertó al escepticismo hispánico y, sobre todo,
a Eugenio Trías; desde entonces mi interés por el filósofo catalán ha ido en
aumento al interesarme directamente por su obra, y conocer su interesante
perspectiva ontológica.
4.1. Apuntes biográficos de E. Trías.
4.1. Apuntes biográficos de E. Trías.
Eugenio Trías Sagnier (Barcelona, 31 de agosto de 1942 – ibídem, 10 de febrero de 20131 ) fue un filósofo español. Es considerado, por buena parte de la crítica, como el pensador de
escritura hispana más importante desde Ortega y Gasset y María Zambrano. En el año 1995 fue condecorado con
el Premio Internacional Friedrich Nietzsche, que es el máximo galardón
internacional a una obra filosófica (considerado, en su defecto, como un premio
Nobel en el ámbito de la Filosofía).
Eugenio se licenció en Filosofía por la Universidad de Barcelona en 1964, prosiguió sus estudios en Pamplona, Madrid, Bonn y Colonia. Desde 1965 fue profesor ayudante y luego profesor adjunto de Filosofía en las
Universidades Central y Autónoma de Barcelona. En el curso académico 1972-73 se desplaza a Brasil y Argentina, en cuyas universidades imparte
cursos y conferencias. En 1976 accede al puesto de profesor
adjunto de Estética y Composición en
la Escuela
Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. En 1986 obtiene la Cátedra de Filosofía
en dicha facultad, en la que permanecerá hasta 1992. Ese año es nombrado
profesor de Filosofía en la Facultad de Humanidades de la Universidad
Pompeu Fabra de Barcelona, en la que ha ejercido
como catedrático de Historia de las Ideas
hasta la fecha de su muerte.
4.2. Síntesis filosófica
4.2. Síntesis filosófica
Su concepción de la filosofía es
unitaria y enciclopédica, ya que ha desplegado sus principales ideas en campos
tan distintos como la ética, la reflexión cívico-política, la estética, la filosofía de la religión, la reflexión histórico-filosófica, la teoría del conocimiento y la ontología. Puede decirse que ha abordado
prácticamente todos los campos por donde la filosofía puede desplegarse. Pero
sus ámbitos preferenciales han sido, sobre todo, la filosofía del arte y la
estética, por una parte; y, la filosofía de la religión. Si bien, ha intentado
siempre que todo ello derivara de una concepción propia y personal de la
filosofía, de orientación ontológica, que suele ser identificada y reconocida
como «filosofía del límite», sobre todo en su producción escrita y en su desarrollo docente a partir de
mediados de los años ochenta.
Muchos de sus libros se han
convertido ya en referencias ineludibles de la filosofía española del último
medio siglo. Obras suyas como Tratado de la pasión, Lo bello y lo siniestro, Los límites del mundo o La edad del espíritu se han constituido ya en obras clásicas del pensamiento filosófico de
estos años. Su obra (de caracteres enciclopédicos) está considerada por la
crítica como
uno de los hitos filosóficos más relevantes del pensamiento español del siglo XX. Se ha ponderado por la crítica la relevancia que en su obra adquiere su
escritura, su peculiar estilo, en el
que el pensamiento filosófico se manifiesta portador de antenas poéticas de
innegable valencia literaria. Su obra constituye, además de una muy relevante
aportación al acervo filosófico español, un amplio despliegue textual y de
escritura que va a quedar como uno de los más sólidos ejercicios de su
generación en el terreno de la literatura filosófica, o de la escritura que se
orienta hacia el conocimiento. Tiene publicados más de treinta libros algunos
de los cuales han alcanzado varias ediciones en España y el extranjero. Su
primer libro, La filosofía y su sombra, publicado en 1969, fue saludado
por la crítica como un verdadero acontecimiento en el panorama filosófico
español. Se le consideró «la filosofía de una nueva generación» (Josep Maria Carandell). En su libro más reciente, El canto de las sirenas4 -convertido
en best-seller de no ficción- plantea la
necesidad de efectuar un giro musical en la filosofía del siglo XXI en virtud del cual el pensamiento deje de tener su centro de gravedad en
el lenguaje para pasar a tenerlo en argumentos musicales, por presentar éstos
la más fecunda síntesis de belleza y conocimiento.
Según el libro Razón y revelación[75]
los principales temas de la creación filosófica de Eugenio Trías han sido,
por orden cronológico:
Las sombras de las teorías filosóficas:
Las sombras de las teorías filosóficas:
- La razón de la sinrazón
- Los artistas y lo cívico
- Lo siniestro como límite y condición de lo
bello
- El amor-pasión como fundamento de la inteligencia
- La crisis de la odiernidad
- El sujeto como
fronterizo
- El ser como ser del límite
- La experiencia religiosa
- El ámbito de lo bello y el cerco de lo sagrado
- Una nueva ética como ética fronteriza
- El giro musical de la Filosofía
4.3. Espejismos positivistas
Eugenio Trías se define, en este
sentido, como un «exorcista ilustrado» que somete a la razón filosófica a un
permanente diálogo con sus sombras. Pero la innovación más relevante de la
filosofía de Trías tiene lugar a partir de comienzos de los años ochenta,
cuando descubre el concepto angular que a partir de entonces orientará toda su
reflexión. Tal concepto es el concepto de límite. Afirma que el ser (cuya determinación ha sido el objeto principal de la búsqueda de la
filosofía occidental desde sus orígenes) es ser del límite, es decir, el
ámbito fronterizo entre lo que aparece y lo que se resiste a manifestarse como fenómeno pero que, en cierto modo, lo sustenta. En Kant no había tal límite o franja que una y escinda fenómeno y cosa en sí; en Trías sí lo hay. Y precisamente ese istmo precario, fino, sutil, pero fundacional es el ser que buscan definir los filósofos. Es también límite entre la razón y sus sombras; y en él
halla Trías el ámbito de exploración de una filosofía que, desde entonces,
puede denominarse filosofía del límite (sobre todo a partir de su libro Los
límites del mundo). El concepto de límite lo determina Trías en diálogo con
la tradición kantiana y, dentro de los filósofos contemporáneos, con Wittgenstein y, en
parte, también con Heidegger. De hecho toda su obra es, a partir de entonces, una amplia y desarrollada
«exégesis» de la frase de Wittgenstein «el sujeto es un límite del mundo».
Trías propone, a este respecto, una antropología en la que se concibe al hombre como habitante de la frontera, como
fronterizo; el hombre se halla siempre referido a ese límite que tiene, para
Trías, clara significación ontológica.[78]
Según
Trias el positivismo científico pretendía hacer de la filosofía "una
especie de reflexión segunda o supernumeraria respecto a las ciencias, mera
metodología... del conocimiento científico, ancilla
scientiae". Por su parte el positivismo lógico quiso reducirla a mero
"semáforo del saber". El fracaso de ambos "se ve hoy en todos
los frentes"; bien merecido lo tiene "una concepción de la que debe
decirse, con Machado, que desprecia cuanto
ignora"[79].
En esta misma tendencia podría tener cabida G. Bueno. Pero su pintoresca
filosofía de la religión (El animal
divino)[80]
difícilmente puede ser tomada en serio. Resucitar a estas alturas la venerable
antigualla del totemismo es sin duda un gesto quijotesco, pero su significación
filosófica es nula[81].
4.4. La carne del límite: Antropología de Trias
4.4. La carne del límite: Antropología de Trias
Una vez
superado el espejismo positivista, el filósofo se apercibe de que "no hay
suelo firme donde asentar ninguna certidumbre". ¿Qué le queda entonces?
"Sképsis, duda radicalmente
desesperada, relatividad generalizada... Sólo en la medida en que se asume este
escepticismo universal y radical es posible alzar un criterio de ilustración y
modernidad"[82].
Con
estas armas se apresta Trias a la tarea de definir una ontología y una
antropología. Teniendo cuenta de aquella, vamos a centrar nuestra atención en
ésta. que nos parece su categoría nuclear, con la que se da un sobresaliente
vuelco a los planteamientos de Tierno. Si en su lectura de la finitud del madrileño
enfatizaba la ausencia de todo límite, el colega catalán utiliza el concepto de
límite como predicado esencial de la
condición humana; el hombre ante todo "es carne de límite", es un ser
"fronterizo". De ésta su condición se percata, ante todo, cuando
percibe una interpelación procedente de una voz incógnita, que ordena y manda
desde un más allá inaccesible a su destinatario. Esa voz no tiene "sujeto
emisor"; su mensaje no tiene contenidos materiales concretos. Una vez
emitido el mandato ("Yo te ordeno que..."), la comunicación se
interrumpe[83],
pero ya ha cumplido su misión, que era la de llevar al ánimo del oyente la
intuición de la frontera o límite de su ser.
La otra
vía por la que el ser humano descubre su carácter fronterizo es la conciencia
que tiene de saberse referido a un origen antes del cual no era, y a un fin
tras el que no será. El hombre se encuentra así asediado por una doble
inexistencia, la prenatal y la postmortal. Su más propia certeza (su única
certeza) es "ese saberse finito... cercado por un origen
natalicio y un fin letal"[84].
Como
oyente de la voz incógnita y carne de
límite, el hombre es "un ser desarraigado de lo físico", e
irreductible a ello. La orden contiene "la prohibición respecto a
permanecer sumergido, ahogado, hundido en el cerco físico". Ahora bien, lo
mismo que "se me prohíbe alojarme dentro del cerco intramundano", de
igual forma "se me prohíbe que quiera ser y ocupar el puesto vacío del
lugar sin límites". Incitado por esos dos polos magnéticos, por esos dos
referentes esenciales, el de la diosa Erda -que le invita a confundirse con lo
físico- y el de la voz del Padre Muerto -que le tienta para que trate de ocupar
su lugar endiosándose-, el hombre ha de ser fiel a su condición de fronterizo,
mantenerse en el delgado filo de la navaja, arraigarse
en el límite, ni más acá ni más allá de él[85].
En
cuanto tal ser fronterizo y carne de límite, el hombre descubre la dimensión de
la trascendencia "desde una perspectiva radicalmente inmanente". Todo
ello le lleva a afirmar: "hay en el fronterizo humano un oscuro anhelo que
orienta su acción... hacia eso que le trasciende, un más allá del muro de la muerte, una otra orilla". Y en eso consiste precisamente el origen de su
tragedia, "en hallarse a la vez referido al mundo y a lo que desborda del
mundo, a lo que puede suceder y a lo imposible"[86].
Esa idea
de trascendencia evocada por Trias ¿Tiene alguna connotación teológica?
Resueltamente no. Pero deja una puerta abierta abierta a la trascendencia[87],
de eso no hay duda. El último Trias se acerca más a lo divino de lo que
supuestamente se piensa. Su reflexión sobre el hombre como "carne de
límite" deja entrever la teología de Romanos 7, donde S. Pablo[88]
echa el resto para profundizar en la antropología cristiana del hombre
limitado, finito, sarquico. El hombre como carne,
el hombre viejo paulino, ¿No es acaso
el mayor obstáculo para sumergirse en lo divino, en el hombre nuevo, en el
hombre injertado en Cristo (Rom 6,1-12)?
4.5. Lo trascendente y lo Divino
4.6. Obras y distinciones
A.- Obras
[1] Fuente: El
Mundo, "El centenario de Giner de los Ríos, el Sócrates español",
16 de Diciembre de 2015.
[47] SAVATER, F., Los ciudadanos son quienes tienen derechos
lingüísticos y no los territorios, El Mundo, 24.06.2008; acceso
01.03.2012.
4.5. Lo trascendente y lo Divino
Trias
rechaza insistentemente todo conato de asociar lo trascendente con lo divino.
Una encarnación de la trascendencia en un hipotético "sujeto de allende el
límite" inferiría automáticamente la enajenación del sujeto que yo soy.
Apelando como hiciera Sádaba al tópico de Feuerbach, nuestro autor entiende que
justamente en esa encarnación "se halla la raíz despótica de toda
dominación... Este sujeto encarnado situado en el otro mundo no es más que una
proyección naturalista del propio sujeto llamado e interpelado por la voz de
mando... Sólo si se deja libre el lugar del sujeto metafísico es posible
salvaguardar la libertad del sujeto receptor de la orden". Con otras
palabras, "El lugar del padre muerto y sepultado, el lugar del Dios oculto
en el subsuelo infernal del otro mundo, debe dejarse vacío (el sepulcro está
vacío)"[89].
La influencia de Feuerbach es asimilada y reconocida por Trias "desde una
conciencia desventurada al humanismo existencial"[90],
Pero es muy interesante notar que, ya en 1966, Trias habla de que la única
posible encarnación de la trascendencia sería, a juicio del autor, lo estético-simbólico[91].
Claro está que si dejamos la puerta abierta a la estética, a la belleza[92],
estamos muy cerca de lo divino, porque la belleza siempre es divina; más aún, a
mi juicio la trascendencia de Trias no sería más que la hermana pequeña de la
Divinidad.
Valga
ahora una mano tendida al diálogo con Trias. Cuando bien conmigo pienso, la agonía de Europa bracea sobremanera en
el hombre estropeado marceliano[93] y
nos espolea a administrar la crisis
de Occidente desde nuevas perspectivas: “En su soberbia, la cultura europea ha
olvidado lo que le debía y ha olvidado también este cuidado del corazón, y así
se le ha ido cerrando y se ha vuelto a la situación del Antiguo Imperio Romano,
en que el hombre, desalmado bajo la razón y bajo el poder, sentía la
existencia como una pesadilla”[94].
Es urgente, pues, el abrazo entre teología y estética, entre el infinito y la
belleza, entre finitud y la infinitud, y a la postre entre lo visible y el
Invisible[95].
Cada uno a su guisa.
Los
estudios sobre la convergencia entre cultura artística y expresiones estéticas
de la fe pueden ser realizados de múltiples modos, y desde múltiples
perspectivas académicas y condicionamientos históricos[96].
El Papa Francisco[97]
insiste en ello: "Es bueno que toda catequesis preste una especial atención al
«camino de la belleza» (via pulchritudinis). Anunciar a Cristo
significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo,
sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo
profundo, aun en medio de las pruebas. En esta línea, todas las expresiones de
verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a
encontrarse con el Señor Jesús. No se trata de fomentar un relativismo
estético, que pueda oscurecer el lazo inseparable entre verdad, bondad y
belleza, sino de recuperar la estima de la belleza para poder llegar al corazón
humano y hacer resplandecer en él la verdad y la bondad del Resucitado. Si,
como dice san Agustín, nosotros no amamos sino lo que es bello, el Hijo hecho
hombre, revelación de la infinita belleza, es sumamente amable, y nos atrae
hacia sí con lazos de amor. Entonces se vuelve necesario que la formación en la
via pulchritudinis esté inserta en la
transmisión de la fe... en orden a transmitir la fe en un nuevo «lenguaje
parabólico». Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos
símbolos, una nueva carne para la
transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran en
diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convencionales de
belleza, que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que
se han vuelto particularmente atractivos para otros".
Encontrar "una nueva
carne" para la trasmisión de la Palabra, un "nuevo lenguaje
parabólico", exige un intenso diálogo con la cultura de nuestro tiempo sin
paternalismos ni imposiciones. No es
fácil apreciar un arte o una cultura plenamente ateas, “hemos sido por mucho
tiempo, y creo que todavía lo somos, los huéspedes de la creación. Debemos a
nuestro anfitrión la cortesía de la pregunta”[98].
Ser huéspedes de los mundos posibles, nacidos de la creación artística y
literaria, naturalmente, impone extrapolar la referencia al anfitrión que allí
nos coloca, y que nos llama a imitarlo libremente como Creador en el mundo real[99].
Es
verdad que no deberíamos ser ilusos con la trascendencia de Trias, porque el
mismo tiene páginas casposas sobre la Divinidad. Si es verdad que su rechazo de
los positivismos - y lo digo en plural-
y su apelación a la trascendencia permitían un planteamiento más líquido del
agnosticismo hispánico, el lector atento a la obra de Trias no puede difuminar
su rigidez mental respecto a Dios y la religión, y menos puede ocultarlas. No
podemos obviar que los huesos de Trias son agnósticos, y si la Voz se concibe
como Divinidad se concibe "de modo mítico y mágico". Más claro aún:
"El ideal irracional, es decir
Dios, surge de una voluntad decadente y negativa"[100].
Dicho más brutalmente: "La eventual restauración o resurrección de esa
figura divina, despótica, y paterna sólo podría producirse...de modo paródico y
bestial en el registro histriónico y farsesco, como último ramalazo, esta vez
siniestro, de lo divino en nosotros"[101].
No es preciso ni necesario llamar la atención del lector iniciado sobre la
desfachatada y gratuita agresividad de este texto.
Si Dios
"es un ideal irracional", a fortiori lo será también la religión.
Citando a Ortega ¡Dios a la vista!, Trias cree detectar en nuestros días la
reaparición de la "dimensión irracional", y así se lamenta
"Soplan por todas partes vientos religiosos y sirocos teológicos", y
deplora lo que él llama "reapertura de los sombríos irracionalismos
religiosos, musulmanes, católicos y sionistas"[102].
La religión es irracional porque es "ilusoria", al insistir
tozudamente en el carácter real de sus representaciones, desconociendo su índole
"ficticio-virtual", y diciendo "verdad a pesar suyo, de forma
sintomal... en el modo del síntoma neurótico", consistente precisamente en
no diferenciar lo ilusorio de lo real[103].
Con
exquisita e implacable perspicacia el teólogo de Salamanca[104]
le arguye: "Llegado a este punto el lector de Trias se pregunta si se
distingue lo ilusorio de la real cuando se asevera con doctoral solemnidad que
hay una Voz que manda sin mandato y sin mandante, que una emisión sin emisora,
un mensaje sin mensajero, una interpelación sin contenido y sin interpelante.
En todo caso y en resumen, frente a un logos dogmático que exige fe fundada en
una revelación heterogénea a la razón y "tiene en la religión su centro de
gravedad y su cúspide jerárquica", Trias postula "una cultura
creadora y a escala humana adulta, que deje espacio "al cultivo de los
dominios de la ciencia, del arte, de la filosofía, y de la acción moral".
Y concluye nuestro autor, en consecuencia lógica con su ontología del límite,
con una valoración universal de lo que él llama universos de sentido, que se
alimentan siempre de la ciencia, el arte, la filosofía y la ética y "A
estos universos los llamaría universos de
sentido frente a la ilusión religiosa"[105].
Para
concretar tan sugestivo programa, el metafísico catalán ofrece unas últimas
reflexiones sobre el espacio y "el ámbito espacio-luz", cuyo arcano
contenido no es fácil descifrar; el mismo autor apunta a su carácter
resbaladizo: "Ese ámbito de la pura trasparencia es tan complejo y
resbaladizo que... es terreno al que puede acceder el fronterizo, pero con sumo
peligro siempre de resbalar, errar y mentir"[106].
Trias
hace gala de una loable tenacidad cuando trata de trasmitir al lector la
importancia que tiene concebir ese ámbito espacio-luz
no como espejo, sino como cristal. Creo entender que no quiere un
ensimismamiento de ese ámbito, ningún tipo de histrionismo, y mucho menos un
narcisismo estéril y paralizante, -la metáfora del que se mira al espejo es
deésis y lo evoca-; mejor prefiere la trasparencia y la inmersión serena en el
susodicho espacio epifánico; el cristal ahora es deésis y evocación de lo que a
él le gusta llamar universos de sentido que,
a la postre, son los que amamantan el espacio de la Luz.
4.6. Obras y distinciones
A.- Obras
La filosofía y su sombra (1969, tres ediciones)
- Filosofía y carnaval (1970, 3 ediciones)
- Teoría de las ideologías (1970, 3 ediciones)
- La dispersión (1971)
- Metodología del pensamiento
mágico (1971)
- Drama e identidad (1973, 3 ediciones)
- El artista y la ciudad (1975, 3 ediciones)
- Meditación sobre el poder (1976, 2 ediciones)
- La memoria perdida de las
cosas (1977, 2 ediciones)
- Tratado de la pasión (1978, 5 ediciones)
- El lenguaje del perdón. Un
ensayo sobre Hegel (1979)
- Lo bello y lo siniestro (1981, 5 ediciones)
- Filosofía del futuro (1984, 2 ediciones)
- Los límites del mundo (1985, 2 ediciones)
- La aventura filosófica (1987)
- Lógica del límite (1991)
- El cansancio de occidente (1992, 4 ediciones), junto con Rafael Argullol
- La edad del espíritu (1994, 3 ediciones)
- Pensar la religión (1997, 2 ediciones)
- Vértigo y pasión (1998, 2 ediciones)
- La razón fronteriza (1999)
- Pensar en público (2001)
- Ciudad sobre ciudad: arte,
religión y ética en el cambio de milenio (2001)
- Ética y condición humana (2003)
- El árbol de la vida (2003)
- El hilo de la verdad (2004, 2 ediciones)
- Tratado de la pasión (2005)
- La política y su sombra (2005)
- Prefacio a Goethe (2006)
- La dispersión (2006)
- El canto de las sirenas:
argumentos musicales (2007)
- Creaciones filosóficas I:
Ética y estética (2010)
- Creaciones filosóficas II:
Filosofía y religión (2010)
- La imaginación sonora (2010)
- Forma y tiempos de la
música (2012)
- De cine. Aventuras y
extravíos (2013)
B.- Distinciones
Eugenio Trias ha obtenido numerosos galardones y
reconocimientos honoríficos a su labor creadora, entre los que se destacan:
- 1974, con ocasión de la
publicación de su libro Drama e identidad, recibe el Premio Nueva Crítica
- En 1975, el Premio
Anagrama de Ensayo, por El
artista y la ciudad
- En 1983, el Premio
Nacional de Ensayo, por Lo
bello y lo siniestro
- En 1995, el premio Ciutat de
Barcelona, por La edad del espíritu
- En 1995, el XIII Premio
Internacional Friedrich Nietzsche, por su labor filosófica; este galardón
(que se ha otorgado a figuras como Popper,
Rorty o
Derrida)
viene a ser, en su ausencia, un equivalente al Nobel
de Filosofía debido al hecho de que constituye el único premio
internacional que se concede a un pensador en reconocimiento al conjunto
de su trayectoria. Eugenio Trías es el único filósofo en lengua castellana
que, hasta la fecha, ha recibido este premio.
- En 1997 le conceden la Medalla
de la Ciudad Buenos Aires
- En 2000 la Universidad
Autónoma de Santo Domingo (República
Dominicana) le concede el título
Doctor Honoris
Causa.
- En 2003 recibe el título
Doctor Honoris Causa por la Universidad
de San Marcos de Lima
- En 2004 recibe la Medalla de
Oro del Círculo
de Bellas Artes de Madrid.
- En 2006 recibe el Doctor
Honoris Causa por la Universidad
Autónoma de Madrid junto a Saramago.
- En el 2007 su monumental El
canto de las sirenas recibe dos reconocimientos como el mejor libro de
ensayo del año: el Premio Terenci Moix y el premio Qwerty.
- En 2009 recibe el premio
periodístico Mariano de Cavia, por el artículo publicado por ABC en 2008
bajo el título El gran viaje.
- Ha sido vicepresidente del Patronato del Museo Nacional-Centro de Arte
«Reina Sofía» (Madrid) y
presidente del Consejo Asesor del Instituto de Filosofía del Centro Superior de
Investigaciones Científicas de España.
- En 2010 le concedieron uno de
los premios oficiales más prestigiosos y dotados de España: El Premio a la
Creación de Extremadura, que se otorga a las creaciones en todos los
campos, siendo, a menudo, la antesala de Premios Príncipe de Asturias.
- En 2011, Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural, de manos de sus directores Fernando
Rodríguez Lafuente y Ramón Pernas.
Doy la última redacción a este
ensayo, en el Centro de Investigadores
de la Iglesia de España en Roma, ágora y cruce de culturas y de pueblos. No es
mal sitio para pensar en lo absurdo del nihilismo. Consules videant.
[1] Fuente: El
Mundo, "El centenario de Giner de los Ríos, el Sócrates español",
16 de Diciembre de 2015.
Cfr. SAVATER, F., Ensayo sobre Cioran, Ed. Taurus, Madrid 1980, 167 pp.
[3] SANNA, I., L´Antropologia cristiana tra modernità e postmodernità, Ed.
queriniana, Brescia2004, 336-383:
"L´antropologia e l´indebolimento della concezione dell´uomo".
[6]
BUNDGAARD, A., Más allá de la filosofía.
Sobre el pensamiento filosófico-místico
de María Zambrano, Ed. Trotta, Madrid 2000, 259.
[8] Cfr. El interesado puede encontrar un
desarrollo más amplio en nuestro libro: MORENO GARCÍA, A., Pavlvs Pastor. El ministerio del Espíritu, Ed. Edicep, Valencia
2008, 283.
[9]
Este despliegue zambraniano de locuciones se puede ver en ZAMBRANO, Mª., Los Bienaventurados,
Ed. Siruela, Madrid 1990, 118s. Cfr. PEZZELLA, A. Mª., Maria Zambrano, per
un sapere poetico della vita, Ed Messagero, Padova 2004, 87-91.
[10] Pocas categorías tienen en la Biblia tanto peso
específico como el exilio. La experiencia del Éxodo para Israel fue el lugar
preferente del encuentro con la gloria de la Sekiná. La experiencia del exilio
en Babilonia, le llevó a releer y rescribir toda la historia de la salvación,
le llevó, sobre todo, a resituarse frente a su Dios.
[11] SANNA, I., L´Antropologia cristiana tra modernità e postmodernità, Ed.
queriniana, Brescia 2004, 384-409.
[12]
CIORAN, E.M., "Introducción", (Ed. Esther Seligson), a La Caída en el tiempo. Ed. Monte
Àvila, Caracas, 1977, 12.
Cfr. CIORAN, E. M., Del inconveniente de haber nacido. Ed. Taurus, Madrid, 1985; Idem. La tentación de existir. Ed. Taurus,
Madrid, 1984; Idem, El Aciago demiurgo.
Ed. Taurus, Madrid, 1979; Idem, Desgarradura. Ed. Montesinos, Barcelona
1979; Idem, Breviario de Podredumbre. Ed. Taurus, Madrid, 1977; Idem, Silogismos
de la Amargura. Monte Àvila Ed., Caracas, Venezuela, 1984; Idem, De
làgrimas y de Santos. Ed. Tusquets, Barcelona 1988; Idem, Ese
maldito yo. Ed. Tusquets, Barcelona 1988; Idem, Del inconveniente de haber nacido. Ed. Taurus, Madrid, 1985; Idem, La tentación de existir. Ed. Taurus,
Madrid, 1984; Idem, El Aciago demiurgo.
Ed. Taurus, Madrid, 1979; Idem, Desgarradura.
Ed. Montesinos, Barcelona 1979; Idem, Breviario de Podredumbre. Ed. Taurus,
Madrid, 1977: Idem, Silogismos de la Amargura. Monte Àvila Ed., Caracas, Venezuela,
1984; Idem, De làgrimas y de Santos. Ed. Tusquets, Barcelona 1988; Idem, Ese maldito yo. Ed. Tusquets, Barcelona
1988.
[17] Autor anónimo, gran estudioso y crítico de
Cioran:
http://planetcioran.blogspot.com.es/2007/03/el-concepto-de-la-historia-en-em-cioran.html.
[21] Cfr. CIORAN, E. M., Silogismos de la Amargura. Monte Àvila Ed., Caracas, Venezuela,
1984, 120-125.
[22] CIORAN, E. M., Desgarradura. Ed. Montesinos, Barcelona 1979; Idem, Breviario
de Podredumbre. Ed. Taurus, Madrid, 1977: Idem, Silogismos
de la Amargura. Monte Àvila Ed., Caracas, Venezuela, 1984.
[27] Igual que hemos tomado referencias de Nemo,
por su reciente actualidad, lo podríamos hacer con el gran hermeneuta y
humanista Paul Ricoeur:
RICOEUR, P., Tiempo y narración, T. I, Ed.
Siglo XXI, Madrid 1995, 41-79; Idem, Historia
y verdad, Madrid 1990; Idem, Exégesis
y hermenéutica, Madrid 1976; Idem, Philosophie
de la volonté, Paris 1988.
[30] Siempre me ha parecido, ante la insistencia
de los autores postmodernos en el hombre
líquido, que el lexema gaseoso adjetiva mejor la realidad del
hombre desvirtuado, del hombre sin valores.
[32] Se
puede ampliar en nuestros estudios: MORENO GARCÍA, A., Del
Espíritu a la alteridad. Una antropología paulina,
Analecta Scientifica Compostellana nº 25, Santiago de Compostela 2007, en
concreto el cap. "Los gemidos del Espíritu: La oración de la
esperanza", 363-383; Idem, Pródigo de la Palabra , Ed.
Indugrafic, Badajoz 2008, 6-22.
[35] RUIZ DE LA PEÑA , J. L., El don de Dios. Antropología teológica
especial, Ed. Sal Terrae, Santander 1991; Idem, Imagen
de Dios. Antropología teológica fundamental, Ed. Sal Terrae, Santander
1988.
[39]
ROUSTANG, F., Growth in the Spirit, New York 1966;
ROSSETTI, C. L., “Se Cristo è in voi... Ricerca sorico – esegetica su
Rom 8,10”, Ann. Stor. Eseg. 20 (2003) 321-335; ROVIRA BELLOSO, J. Mª., Tratado de Dios, Uno y Trino, Salamanca
1993
[42] Se puede ampliar la teología de la
"nueva creación en Cristo", en nuestro estudio: MORENO GARCÍA, A., Del Espíritu a la alteridad. Una
antropología paulina, Analecta Scientifica Compostellana nº 25, Santiago de Compostela
2007, 315-362.
[44] Israel Punzado/J. Antón. Savater gana el Planeta
con una novela detectivesca, El País, 16.10.2008; acceso 01.03.2012.
[50] Ibidem, 33-43.
51] SÁBATO, E., Sobre héroes y tumbas, Barcelona 1978, 299.
[53] Ibidem, 48-55.
[54] SAVATER, F., Ética como amor propio, Madrid 1988.
[55] CORTINA, A., El Ciervo, Marzo 1989, 9s.
[56] SAVATER, F., Ética como... 27 y 56.
[58] Idem, 121.
[60] Idem, pp. 81, 130 y 216.
[61] Datos fundamentales tomados de Wikipedia.
[62] SÁDABA,
J., Dios y sus máscaras,
autobiografía en tres décadas. Madrid: Temás de Hoy, 1993; BURGOS VELASCO,
J.M., "Las convicciones religiosas en la argumentación bioética. Dos
perspectivas secularistas diferentes: Sádaba y Habermas-Rawls", Cuadernos
de bioética, 19 nº 65 (2008), 29-41; REVILLA, A., A vueltas con lo
religioso: un diálogo teológico con Javier Sádaba, Fernando Savater, Victoria
Camps, Eugenio Trías. Caja Duero, Salamanca 2001.
[65] Idem, 21, 26-31.
[68] Idem, 84.
[69] Idem, 90-96.
[70] Idem, 47s.
Con el politeísmo ha flirteado también Savater, Escritos politeístas, Madrid 1977, 8s.
[71] Idem, 48 y 98.
[72] Idem, 99.
[73] Idem, 190.
[77] SÁNCHEZ PASCUAL, A., RODRÍGUEZ TOUS, J. A., y otros doce escritores en El límite, el
símbolo y las sombras, Ed. Destino, Barcelona 2003; PÉREZ-BORBUJO, F., La
otra orilla de la belleza, Ed. Herder, Barcelona 2006; MUÑOZ, J., - MARTÍN,
F. J. y otros críticos en el reading La filosofía del límite. Debate
con Eugenio Trías, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2007; y ARASH ARJOMENDI en
su tesis doctoral, UPF 2005.
[80] BUENO, G., El animal divino, Oviedo 1986.
[81] RUÍZ DE LA PEÑA, J. L., "Modelos de
racionalidad en el agnosticismo español actual", Revista Española de Teología, 49 (1989) 405-430, en concreto p.
422. Responde a su Conferencia leída
en las Jornadas de Teología Fundamental, Torrente
(Valencia), los 5-9 de junio de 1989.
[82] TRIAS, E., Filosofía del futuro, 25 y Los
límites del mundo, 162.
[87] ANTONELLI, E., "La trascendenza
verticale dei viventi", en Visibilità
dell´Invisibile. Dio con noi nella storia, Ed. Ares, Milano 2015, 399-405.
[88] Se pueden ver
los Comentarios a Rom 7,1-25 en LAGRANGE, M.
J., Saint Paul. Épître aux
Romains, ÉtB; París 1916 y 1950;
SCHLIER, H., Der Römerbrief, HerTKom, NT 6,
Friburgo/Basilea/Viena 1977; LEENHARDT, F. H., L' Épître de
Saint Paul aux
Romains, CNT(N) 6;
Neuchâtel/París 1957 y 1981.
[90] TRIAS, E., "De la conciencia
desventurada al humanismo existencial", Revista de Filosofía (1966) 217-248.
[91] TRIAS, E.,
""
"" 225s.
Cfr. Una gran insistencia en la misma idea estética en: Idem, Los
límites del mundo, 78, 105 y 11.
[92] NEMO, Ph., "Beauté de l´existence
libre", en Idem, Esthétique de la
liberté, Ed. PUF, Paris 2014, 137-168; ANTONELLI, E., "Vedendo
l´invisibile", en Visibilità
dell´Invisibile. Dio con noi nella storia, Ed. Ares, Milano 2015, 369-382.
[95] El Cardenal de Florencia lo ha dicho mucho
mejor en su honda y preciosa obra: ANTONELLI, E., Visibilità dell´Invisibile. Dio con noi nella storia, Ed. Ares,
Milano 2015, 369-382.
96] JIMÉNEZ CATAÑO, R. – GARCÍA-NOBLEJAS, J. J.,
(Eds.), Poetica & cristianesimo, Ed. Univ. Santa Croce, Roma 2004, 10.
Cfr. Dos perspectivas diversas recientes: GONZÁLEZ
VALERIO, M. A., “Estética y
hermenéutica. El problema de la referencia en el relato de ficción”, Est.
Filos. 54 (2005) 313-332; CASTRO, S. J., “Estética y hermenéutica
analógica”, Est. Filos. 54 (2005)
333-355.
[99] A ello hace referencia García-Noblejas en la
presentación del volumen que acabamos de citar: JIMÉNEZ CATAÑO, R – GARCÍA-NOBLEJAS, J.J., (Eds.), Poetica
& cristianesimo, Ed. Univ. Santa Croce, Roma 2004.
[101] TRIAS, E., Los límites del mundo... 124s.
[102] TRIAS, E., Filosofía del futuro... 11s.
[104] RUIZ DE LA PEÑA, J. L., "Modelos de
racionalidad en el agnosticismo español actual", Revista Española de Teología 49 (1989) 425.
[105] TRIAS, E., Los límites del mundo... 177.
[106] TRIAS, E., Los límites del mundo... 226s.
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