lunes, 1 de mayo de 2023

EL HOMBRE INTERIOR: DE RILKE a Mª ZAMBRANO

EL HOMBRE INTERIOR PAULINO 

De Rilke a Mª Zambrano 

"Por eso no desfallecemos; aun cuando nuestro hombre exterior se va deteriorando, el hombre interior se va renovando de día en día" (2Co 4, 16).

El hombre interior paulino (2Co 4,16; Rom 7, 22; Ef 3, 16-17) llenó los afanes del hombre renacentista, del siglo de oro español y de los sabios de todos los tiempos, desde los estoicos hasta la haggadá judaica. En este caso, le quiero regalar a mis lectores unos textos de Rilke y Mª Zambrano que medité muchas veces en Roma delante del Resucitado de Miguel Ángel, justo por ello quiero que presida este ensayo. Ése Atleta que desafía al  mundo va siempre abrazado a su cruz como trono de gloria:

RESUCITADO de Miguel Ángel (Iglesia della Minerva)


LA INTERIORIDAD SEGUN R.K. RILKE

 

Entre 1903 y 1908, Franz X, Kappus, un joven de menos de 20 años, envía a Rilke sus ensayos poéticos, confiando en sus consejos. Rilke que lo mismo escribía a una empleada de correos que a un cura de pueblo, escribe al joven diez magníficas cartas que constituyen un manual para la vida, un canto a la propia vocación: Cartas a un joven poéta. [1],

Asceta desde la estética, Rilke concibió el arte como "una pasión de totalidad". Escogió la senda del artista absoluto y se codeó con otros muchos creadores, cuyo magnetismo fue notorio. En cada ocasión se dio a la fuga, mudó de registro como los reptiles de piel, para no parar de crecer. Supo tras cada zenit creativo vislumbrar el peligro de encasillarse en lo logrado. Estas cartas conforman un ideal de vida. un artístico Enchiridion: un canto a la vocación, a la entrega, al riesgo espiritual; una llamada a volcarse hacia el interior, un descubrimiento del hombre interior paulino. En ellas aboga por adherirse a la realidad en sus más candentes términos, para abrazar sus riesgos y sus frágiles costuras, por amarla tal cual es como medio para dar con Dios. Aquí aparece el hombre que lo fió todo a su vida interior, el que se apartó sin cesar de las noticias para concentrarse en el ser, en su propio efecto sobre el mundo, más allá de toda autocomplacencia[2].

René K. Mª Rilke (1875-1926) nació en Praga en 1875. Su infancia y adolescencia, que transcurrieron en Praga, no fueron demasiado felices. Su padre, Josef Rilke (1838-1906), tras una carrera militar poco exitosa a causa de sus problemas de salud, trabajaba como oficial ferroviario. Su madre, Sophie Entz (1851-1931), procedía de una familia de industriales de Praga (de origen judío, pero convertida al cristianismo para eludir el antisemitismo). El matrimonio se deshizo en 1884, ya que Sophie abandonó Praga para instalarse en la corte de Viena, tratando de hacer valer sus pretensiones nobiliarias. La relación entre la madre y su único hijo fue problemática, ya que Sophie no había podido superar la temprana muerte de su primogénita y obligó a René a vestirse de niña hasta que cumplió cinco años. Obligado por su padre, René ingresó en 1886 en la Escuela Militar secundaria de Sankt Pölten, que calificará más tarde de "abecedario de horrores",  Entre 1892 y 1895 recibió lecciones privadas para prepararse con vistas al examen de ingreso en la Universidad, que superó con éxito en 1895. En 1895 y 1896 estudió literatura, historia del arte y filosofía en Praga y luego en Múnich. Tras abandonar Praga[3].

Su primer libro de poemas, Vida y canciones (Leben und Lieder), muy influido por la poesía de Heinrich Heine, se publicó en 1894. En los años siguientes dio a la imprenta otras obras: Ofrenda a los lares (Larenopfer), en 1895; y Coronado de sueños. Al comienzo de su estancia en París, Rilke experimentó serias dificultades, a las que se refiere en su obra semiautobiográfica: Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. No obstante, el encuentro con artistas e intelectuales parisinos le resultó muy estimulante. Quedó entusiasmado con la escultura de Auguste Rodin y la pintura de Paul Cézanne (1839-1906). En esta época conoció también al pintor español Ignacio Zuloaga. En los años siguientes, París terminó convirtiéndose en la residencia principal del escritor, que seguiría realizando continuos viajes por Italia, España, Dinamarca, Suecia, Holanda, Bélgica y Francia, así como por varias ciudades de Alemania y el Imperio austrohúngaro. Entre 1905 y 1906 fue secretario de Auguste Rodin[4].

          En septiembre de 1912, estando en Venecia, escribe por carta "quiero ser toledano", y dos meses más tarde viaja a España.6​ Visitó varias ciudades (ToledoCórdobaSevilla). Residió durante más de dos meses en la ciudad malagueña de Ronda, trabajando en la Sexta de las Elegías de Duino. Toledo le golpea el alma, como también me golpeó a mí desde niño, admirando a El Greco, y amante de la ciudad del Tajo, escribió: "Ciudad donde convergen las miradas de los vivos, de los muertos y de los ángeles... No hay nada como Toledo -si uno se abandona a su influjo- que dé una imagen tan elevada de los suprasensible; las cosas tienen allí una intensidad que no es común, y que no es visible a diario: es la intensidad de una aparición...". Toledo es para el poeta "la patria natural de los ángeles".


EL EXPOLIO de  El Greco


Kappus, receptor de estas cartas, 25 años después de recibirlas,  escribió al editarlas: "Importa que estas cartas sean conocidas y accesibles para quienes hoy y mañana tratan de crecer y formarse. Y allá donde habla uno que fue grande y único, a los pequeños les corresponde guardar silencio"[5]. 

Me identifico con el consejo del traductor[6]: "Por muy personal que se mostrase, un ser que contenía universos, como fue el caso de Rilke, difícilmente escribiría para dejar su impronta en un solo individuo. Cabe suponer que no tenía en mente a Kappus como único destinatario de sus misivas; que también pensaba en ud. y en el resto. De modo  que ya le dejo con Rainer María. es su amigo y tiene cosas muy importantes que decirle".


A.- Mirar hacia dentro

La primera carta le viene de París, a 17 febrero de 1903, cuando Rilke tenía 28 años, en la que ya insiste en la importancia de mirar hacia dentro:

"Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite darle consejo- he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie... No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir".

Y más adelante: "Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿No le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozo y voz de su propia vida.

Por eso, muy estimado señor, no he sabido darle otro consejo que éste: adentrarse en sí mismo y explorar las profundidades de donde mana su vida. En su venero hallará la respuesta cuando se pregunte si debe crear. Acéptela tal como suene. Sin tratar de buscarle varias y sutiles interpretaciones. Acaso resulte cierto que está llamado a ser poeta. Entonces cargue con este su destino; llévelo con su peso y su grandeza, sin preguntar nunca por el premio que pueda venir de fuera. Pues el hombre creador debe ser un mundo aparte, independiente, y hallarlo todo dentro de sí y en la naturaleza, a la que va unido.

Al fin y al cabo, yo sólo he querido aconsejarle que se desenvuelva y se forme al impulso de su propio desarrollo. Al cual, por cierto, no podría causarle perturbación más violenta que la que sufriría si usted se empeñase en mirar hacia fuera, esperando que del exterior llegue la respuesta a unas preguntas que sólo su más íntimo sentir, en la más callada de sus horas, acierte quizás a contestar".

 

B.- Administrar la ironía

Desde Viareggio, cerca de Pisa (Italia), a 5 de abril de 1903 le escribe al neófito poeta Kappus sobre la ironía con una sorprendente finura psicológica:

"En primer lugar, algo acerca de la ironía. No se deje dominar por ella, y menos que en cualquier otra ocasión, en los momentos de esterilidad. En los que sean fecundos, procure aprovecharla como un medio más para comprender la vida. Empleada con pureza, también la ironía es pura, y no hay por qué avergonzarse de ella. Pero si usted siente que le es ya demasiado familiar y teme su creciente intimidad, vuélvase entonces hacia grandes y serios asuntos, ante los cuales ella quedará siempre pequeña y desamparada. Busque la profundidad de las cosas: hasta allí nunca logra descender la ironía... Y cuando la haya llevado así al borde de lo sublime, averigüe al mismo tiempo si ese modo de entender la vida brota de una necesidad propia y esencial. Pues entonces, bajo el influjo de las cosas serias, acabará por desprenderse de usted -si es algo meramente accidental-; o bien -si es que realmente le pertenece como algo innato- cobrará fuerza, y se convertirá en un instrumento serio para incluirse entre los medios con que usted habrá de plasmar su arte".

Y desde Viareggio, cerca de Pisa (Italia), a 23 de abril de 1903:

"Deseo que desde ahora y aquí mismo quede formulado este ruego: lea lo menos posible trabajos de carácter estético-crítico: o son dictámenes de bandería, que por su rigidez y su falta de vida han llegado a petrificarse y a perder todo sentido, o bien tan sólo hábiles juegos de palabras, en que prevalece hoy una opinión y mañana la contraria. Las obras de arte viven en medio de una soledad infinita, y a nada son menos accesibles como a la crítica. Sólo el amor alcanza a comprenderlas y hacerlas suyas: sólo el amor puede hacerles justicia. Dese siempre la razón a sí mismo y a su propio sentir, frente a todas esas discusiones, glosas o introducciones. Si pese a todo se equivoca,  el crecimiento natural de su vida interior le llevará sosegadamente y con el tiempo a conclusiones diferentes"... Deje que sus juicios tengan quedamente y sin estorbo alguno su propio desenvolvimiento. Como todo progreso, éste ha de surgir desde dentro, desde lo más profundo, sin ser apremiado ni acelerado por nada. Todo está en llevar algo dentro hasta su conclusión, y luego darlo a luz;

Ahí no cabe medir por el tiempo. Un año no tiene valor y diez años nada son. Ser artista es: no calcular, no contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca pueda llegar otro verano. A pesar de todo, el verano llega. Pero sólo para quienes sepan tener paciencia, y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad. Esto lo aprendo yo cada día. Lo aprendo entre sufrimientos, a los que, por ello, quedo agradecido. ¡La paciencia lo es todo!

Sobre Richard Dehmel4: me ocurre esto con sus libros -y dicho sea de paso, también con su persona- que en cuanto doy con una de sus bellas páginas, siento siempre temor ante la próxima, que tal vez pueda destruirlo todo y trastrocar lo que es digno de aprecio en algo indigno. Lo ha caracterizado usted muy bien con las palabras "vivir y crear como en celo". Así es: el vivir las cosas como las vive el artista se halla tan increíblemente cerca del mundo sexual, del sufrimiento y del goce que éste entraña, que ambos fenómenos no son, bien mirados, sino distintas formas de un mismo anhelo, de una misma bienandanza.

Y Rilke desde Worpswede, cerca de Bremen, a 16 de julio de 1903 escribe una  de sus más bellas páginas: "Cuando lo cercano se haya ya tan lejos…":

"Es ud. tan joven, se encuentra tan al principio de todo... sea paciente con todo lo que aún no ha resuelto en su corazón. Trate de amar las propias preguntas como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua arcana. No se empeñe en las respuestas que aun no se le pueden ofrecer, porque no está preparado para vivirlas. Y la clave es vivirlo todo. Viva por ahora las preguntas. Puede que luego, gradualmente, sin que apenas lo  note, se le revelen las respuestas y pueda vivirlas. Puede que porte dentro de ud. el don de crear y dar forma, un modo de vida particularmente puro y bienaventurado. Instrúyase para ello; pero tome lo que llegue con una gran confianza, y en la medida en que provenga de su propia voluntad, de una necesidad interior perentoria, tómelo tal cual venga y no reniegue de ello...

Y aún cuando yerren, aun cuando sean ciegos sus abrazos, el porvenir llega. Surge un nuevo ser, y en el ámbito del acaso que ahí parece haberse consumado, despierta la ley en virtud de la cual un germen de vida vigoroso y resistente irrumpe con ímpetu, haciéndose paso hacia el óvulo que, abierto, sale a su encuentro. No se deje engañar por lo que aparezca en la superficie. En las profundidades es donde todo se vuelve ley.

Sorprendente la lección sobre la soledad cercana donde lo cercano se vuelve lejos, más profiere su queja con acentos armoniosos, como la "soledad sonora" de Juan de la Cruz A mi modo de ver, el poeta viviría espantado nuestra ampulosa insinceridad de hoy, cuando comentaba "Como me cansa la gente que escupe sus sentimientos como si fuera sangre". Pero a su pesar recomienda: ¡"Sea bueno con los que se quedan rezagados"....no lo pueden comprender! así da en la diana:

Pero todo cuanto tal vez algún día llegue a ser asequible para muchos, lo puede aprestar ya desde ahora el hombre solitario, edificándolo con sus manos que yerran menos. Por eso, estimado señor, ame su soledad y soporte el sufrimiento que le causa, profiriendo su queja con acentos armoniosos. Si, como dice, siente que están lejos de usted los seres más allegados, es señal de que ya comienza a ensancharse el ámbito en derredor suyo. Y si lo cercano se halla ya tan lejos, es que la amplitud de su vida ha crecido mucho y alcanza ya las estrellas. Alégrese de su propio crecimiento, en el cual, por cierto, a nadie puede llevarse consigo. Y sea bueno con cuantos se queden rezagados, permaneciendo seguro y tranquilo ante ellos, sin atormentarlos con sus dudas ni asombrarles con su firme confianza en sí mismo, o con su alegría, que ellos no sabrían comprender.

Nos vamos a Roma, el 23 de diciembre de 1903, desde la ciudad eterna sigue reflexionando sobre la soledad interior, y escribe:

"Mas acaso sean éstas, precisamente, las horas en que la soledad crece, pues su desarrollo es doloroso como el crecimiento de los niños y triste como el comienzo de la primavera. Ello, sin embargo, no debe desconcertarle, pues lo único que por cierto hace falta es esto: Soledad, grande, íntima soledad. Adentrarse en sí mismo, y, durante horas y horas, no encontrar a nadie... Esto es lo que importa saber conseguir. Estar solos como estuvimos solos cuando niños, mientras en derredor nuestro iban los mayores de un lado para otro, enredados en cosas que parecían importantes y grandes, sólo porque ellos se mostraban atareados, y porque nosotros nada entendíamos de sus quehaceres"[7]...

"Piense, muy estimado señor, en el mundo que alberga en su interior, y dé a este pensar el nombre que guste. Así sea recuerdo de la propia infancia, o anhelo del propio porvenir. Sobre todo, permanezca siempre atento a cuanto se alce en su alma, y póngalo por encima de todo lo que perciba en torno suyo. Siempre ha de merecer todo su amor en cuanto acontezca en lo más íntimo de su ser. En ello debe usted laborar de algún modo, y no perder demasiado tiempo ni demasiado ánimo en esclarecer su posición frente a sus semejantes".

...Únicamente el hombre solitario está sometido, cual una cosa, a las leyes profundas de la naturaleza. Y cuando uno sale al encuentro de la naciente mañana, o con su mirada penetra en la noche preñada de aconteceres, sintiendo cuanto ahí acaece, entonces se desprende de él toda circunstancia, como si hubiera muerto, aunque él se halle en medio del más puro vivir[8].

 

C.- La importancia de la Paciencia

Saber esperar, entrar en el juego de la paciencia, sentirse convaleciente en proceso de curación, aceptar lo que acontece para transformarlo, son las grandes ideas que nuestro poeta quiere grabar ahora en el corazón de Kappus. El 12 de agosto de 1904, en Suecia, desde Borgeby Gard,  en Flädie escribe:

"Cuando una tristeza se alce ante usted, tan grande como nunca vista. Ni cuando alguna inquietud pase cual reflejo de luz, o como sombra de nubes sobre sus manos y por sobre todo su proceder. Ha de pensar más bien que algo acontece en usted. Que la vida no le ha olvidado. Que ella le tiene entre sus manos y no lo dejará caer. ¿Por qué quiere excluir de su vida toda inquietud, toda pena, toda tristeza, ignorando -como lo ignora- cuánto laboran y obtan en usted tales estados de ánimo? ¿Por qué quiere perseguirse a sí mismo, preguntándose de dónde podrá venir todo eso y a dónde irá a parar? ¡Bien sabe usted que se halla en continua transición y que nada desearía tanto como transformarse!

Si hay algo  insano en sus reacciones, recuerde tanto solo que la enfermedad es el medio del que se sirve un organismo para librarse de lo que le resulta desconocido. Así pues uno debe simplemente ayudar a ponerse enfermo, a contraer la enfermedad en su totalidad, para después vadearla, pues ese es su mejor derrotero.

En su interior, querido señor Happus, están pasando ahora muchas cosas; debe ser paciente como lo es el convaleciente, y ser confiado como los es el que se está recuperando, pues puede que usted sea ambas cosas. Y aún más: también es usted el doctor que ha de cuidar de sí mismo. No obstante, en toda enfermedad hay muchos días en los que el médico no puede más que esperar, Y eso es lo que usted, por ser su propio doctor, debe hacer ahora por encima de ninguna otra cosa. No se observe demasiado. No saque conclusiones precipitadas de cuanto le acontece; deje simplemente que le acontezca"[9].

Ahora Rilke está en París, al día siguiente de Navidad, el 26 de diciembre de 1908 y escribe:

"Debe ser inmenso el silencio en que hay cabida para tales ruidos y movimientos. Cuando se piensa que por añadidura se agrega a todo eso la presencia del mar lejano, con su propio sonido, constituyendo tal vez el tono más íntimo y entrañable en esa armonía de prehistórica magnitud, entonces ya sólo resta por desearle a usted que, lleno de confianza y de paciencia, deje obrar en su ánimo la grandiosa soledad, que ya nunca podrá ser borrada de su vida, y que en todo cuanto le queda por vivir y hacer, actuará cual anónimo influjo, de un modo continuo y decisivo. Algo así como en nosotros fluye sin cesar la sangre de nuestros antepasados, mezclándose con nuestra propia sangre para formar el ser único, singular e irreproducible que somos, cada cual de nosotros, en cada recodo de nuestra vida"[10].

En Roma, 14 de mayo de 1904, insiste sobre la necesidad de la soledad:

"No debe dejarse desviar en su soledad porque note en su interior algo que ansíe evadirse de ella. Precisamente este deseo, si usted sabe aprovecharlo con serenidad y dominio, sirviéndose de él como de un instrumento, le ayudará a ensanchar su soledad en dilatado campo. La gente, valiéndose de criterios convencionales, lo tiene todo resuelto, inclinándose siempre hacia lo más fácil, y buscando aún el lado más fácil de lo fácil. Pero está claro que nuestro deber es atenernos a lo que es arduo y difícil. Todo cuanto vive se atiene a ello. Todo en la naturaleza crece y lucha a su manera y constituye por sí mismo algo propio, procurando serlo a toda costa y en contra de todo lo que se le oponga. Poca cosa sabemos. Pero que siempre debemos atenernos a lo difícil es una certeza que nunca nos abandonará. Es bueno estar solo, porque también la soledad resulta difícil. Y el que algo sea difícil debe ser para nosotros un motivo más para hacerlo"[11].

 

D.- Aprender a amar

El hombre interior de Rilke no es jamás un solitario maniático que no le importa el hombre ni el mundo, -en la parte última de nuestro estudio desarrollaremos mas extensamente la alteridad del hombre interior-, todo lo contrario, ya dijimos más arriba que el  hombre había de ensanchar su soledad en dilatado campo, porque al amar se vuelve mundo, todo un mundo por amor a otro, nos dirá el poeta ahora:

"También es bueno amar, pues el amor es cosa difícil. El amor de un ser humano hacia otro: esto es quizás lo más difícil que nos haya sido encomendado. Lo último, la prueba suprema, la tarea final, ante la cual todas las demás tareas no son sino preparación. Por eso no saben ni pueden amar aún los jóvenes, que en todo son principiantes. Han de aprenderlo. Con todo su ser, con todas sus fuerzas reunidas en torno a su corazón solitario y angustiado, que palpita alborotadamente, deben aprender a amar. Pero todo aprendizaje es siempre un largo período de retiro y clausura. Así, el amor es por mucho tiempo y hasta muy lejos dentro de la vida, soledad, aislamiento crecido y ahondado para el que ama. Amar no es, en un principio, nada que pueda significar absorberse en otro ser, ni entregarse y unirse a él. Pues, ¿qué sería una unión entre seres inacabados, faltos de luz y de libertad? Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo; para volverse mundo, todo un mundo, por amor a otro. Es una gran exigencia, un reto, una demanda ambiciosa, que se le presenta y le requiere; algo que lo elige y lo llama para cumplir con un amplio y trascendental cometido. Sólo en este sentido, es decir, tomándolo como deber y tarea para forjarse a sí mismo "escuchando y martilleando día y noche", es como los jóvenes deberían valerse del amor que les es dado. Ni el absorberse mutuamente, ni el entregarse, ni cualquier otra forma de unión, son cosas hechas para ellos, que por mucho tiempo aún, han de acopiar y ahorrar. Pues todo eso es la meta final. Lo último que se pueda alcanzar. Es tal vez aquello para lo cual, por ahora, resulta apenas suficiente la vida de los hombres"[12].

 

E.- Las tristezas y el destino.

El hombre interior que ama y ensancha su soledad en dilatado campo, también se ve sorprendido por las tristeza que acompañan los avatares de la vida y de la historia; tiene que vérselas entre dos tirones, la del tiempo y el espacio, formas que pesan como las del Mantegna, formas que vuelan como las del Greco. ¿Cómo ha de administrar un hombre, desde su interioridad, las costuras tristes de sus entretelas, que unas veces le desconciertan y otras muchas le desesperan y le espantan? Rilke busca la clave al mirarlas como ocasión de crecimiento y transformación en la soledad:

Después de haberle escrito Kappus sobre sus tristezas, nuestro poeta nos escribe; ahora desde Borgeby Gard, Fladie (Suecia), el 12 de agosto de 1904:

"Si nos fuese posible ver más allá de cuanto alcanza y abarca nuestro saber, y hasta un poco más allá de las avanzadillas de nuestro sentir, tal vez sobrellevaríamos entonces nuestras tristezas más confiadamente que nuestras alegrías. Pues son ésos los momentos en que algo nuevo, algo desconocido, entra en nosotros. Nuestros sentidos enmudecen, encogidos, espantados. Todo en nosotros se repliega. Surge una pausa llena de silencio, y lo nuevo, que nadie conoce, se alza en medio de todo ello y calla...

Por eso pasa la tristeza. Lo nuevo que está en nosotros, lo recién llegado, se nos entra en el corazón, se desliza en su cámara más recóndita, y ya tampoco está allí: está en la sangre. Y no alcanzamos a saber lo que fue... Sería fácil hacernos creer que no sucedió nada. Sin embargo nos transformamos como se transforma una casa en la que ha entrado un huésped. No podemos decir quién ha llegado. Quizás nunca logremos saberlo. Pero muchos indicios nos revelan que el porvenir entra de ese modo en nuestra vida para transformarse en nosotros mucho antes de acontecer. Por esto es tan importante permanecer estar solos y alerta cuando se está triste. Pues el instante aparentemente yerto y sin suceso en que el porvenir nos penetra, se halla mucho más cerca de la vida que aquel otro momento, ruidoso y accidental, en que el futuro nos acaece como si proviniese de fuera. Cuanto más callados, cuanto más pacientes y sinceros sepamos ser en nuestras tristezas, tanto más profunda y resueltamente acogeremos lo nuevo en nosotros, y mejor lo incorporaremos. Tanto mejor será nuestro destino, y cuando con posterioridad ocurra (es decir, cuando parta de nosotros para entrar en los demás), lo sentiremos en nuestro interior como algo afín y cercano. Falta nos hace. Es necesario que nada extraño nos suceda, si no  es aquello que desde hace mucho nos pertenece "[13].

 

F.- De Rilke a Zambrano: La aceptación del propio destino

A propósito, es impresionante la coincidencia de ideas, casi un siglo después, de la gran filósofa española María Zambrano con Rilke sobre el destino del hombre que debe administrar con gozo desde su interioridad más honda. Puede interesar al iniciado mostrar el paralelismo entre los dos pensadores en tiempos y circunstancias muy  diversas, ello indica que se habla de algo tan profundo que sobrepasa el devenir histórico, se trata en definitiva del misterio de lo humano, y eso está por encima de las circunstancias de la propia historia. Sea cual sea el tiempo, el hombre como imagen y semejanza de Dios, tiene que vérselas con su propia infinitud y su mismidad  misteriosa, que se le escapa siempre de las manos, como todo misterio; a la  postre, como alguien que se mueve en el espacio infinito, en el decir de Rilke:

"Se aprenderá también a reconocer poco a poco que lo que llamamos destino pasa de dentro de los hombres a fuera, y no desde fuera hacia dentro. Sólo porque tantos hombres no supieron asimilar y transformar en su interior, cada cual su propio destino, mientras éste vivía en ellos, no alcanzaron tampoco a conocer lo que de ellos salía. Les era tan ajeno, tan extraño, que ellos, llenos de pavor y de confusión, creían que debía de habérseles entrado en aquel mismo instante en que se percataban de su presencia, pues jurarían que nunca habían encontrado nada semejante en su interior. Así como durante mucho tiempo tuvimos una idea equivocada del movimiento solar, hoy nos equivocamos sobre el movimiento de lo que está por llegar. El futuro permanece fijo, señor Kappus, pero nosotros nos movemos en el espacio infinito"[14].

El diálogo interior con el propio misterio humano desconcierta y hace crecer sin ambages. Cuando el hombre se toma las medidas sin disfraces se recompone desde lo más íntimo, aprende una lengua nueva que se conjuga en su propia historicidad como humano, y, entonces, solo entonces, se articula la sintaxis de la propia existencia con equilibrio, cada sintagma existencial se coloca en su sitio, y es capaz de aceptar, e incluso querer, su propio destino como un misterio. Zambrano lo dice mejor:

“Cuanto más profundo es el destino que pesa sobre una vida humana, la conciencia lo encuentra más indescifrable y ha de aceptarlo como un misterio. El conocimiento del destino adviene después de que se consumó. Entonces, desatado el nudo terrible por el padecer, salta de pronto el sentido íntimo; se hace visible, se ha transformado en conciencia. Mas quien lo condujo por su vida hasta la conciencia, lo apuró en el padecer oscuro, atravesado, eso sí, por presentimientos. El destino jamás se hace visible del todo para quien lo padece. Es el ángel con quien Jacob lucha toda la noche y que solo consiente ser visto a la madrugada”[15].

Resulta impresionante la dialéctica que establece la Zambrano entre los dos ángeles, el ángel de Jacob y el ángel del huerto de los olivos. Cierto es que Gauguin no había leído a nuestra pensadora, pero me impresionó con creces el ver dos cuadros con esta temática en la exposición antológica del Thyssen del 2004: El ángel de Jacob y la Oración el huerto de los olivos. Incluso la mascota de la exposición Después del sermón[16] era la pelea de Jacob con el ángel. Este cuadro de colores planos, típicos del sintetismo, representa a un grupo de mujeres bretonas que, tras escuchar la predicación del cura, asisten en el prado a una aparición: el combate bíblico de Jacob con el ángel; unas lo contemplan absortas, mientras otras rezan con los ojos cerrados. Ello indica la eterna validez del lenguaje estético para contar las grandes parábolas de la humanidad y para interpretar, desde la belleza, los grandes textos bíblicos sobre el sufrimiento y la eterna pelea del hombre con Dios.

Ambos cuadros, juegan con exquisita validez con el color rojo. La cabeza del Cristo de los olivos es roja, parece que está ardiendo de dolor, parece el grito eterno de la humanidad dolorida. Con el mismo juego estético, la pelea del ángel con Jacob está sumergida en un rojo intenso, haciendo de la cartografía de la sangre como un ruedo eterno donde cada uno juega a hundir en la arena la espalda del contrario. Y es que, solo se le toman las medidas a Dios cuando se pelea con él, solo entonces Dios se hace más grande, más Dios, y queda en el alma la frescura y la certeza de que el hombre siempre pierde en esta pelea; Dios siempre gana, y ganando él también gana el hombre recolocado en su puesto de criatura frente a su Creador. En ambos cuadros hay una provocación y un metalenguaje que va más allá de lo dicho: el misterio humano del dolor, el propio destino.

GAUGUIN: El huerto de los olivos


El propio asunto bíblico del cuadro, la lucha de Jacob y el ángel, y sus posibilidades simbólicas, parece que las encontró Gauguin en Víctor Hugo. Él estaba leyendo los Miserables en julio de 1888, precisamente el año que pintó Después del sermón, y en esa novela el combate de Jacob aparecía como metáfora de la lucha interior con la propia conciencia[17]. Después de una larga búsqueda, toda una aventura que al final me llena de satisfacción, creo haber encontrado el texto de Víctor Hugo[18] que influyó en Gauguin:        

“¡Jacob no luchó con el ángel más que una noche! ¡Ay! ¡Cuántas veces hemos visto a Juan Valjean luchando en medio de las tinieblas a brazo partido con su conciencia! ¡Combate inaudito!

En ciertos instantes el pie se desliza, en otros se hunde ¡Cuántas veces la conciencia, precipitándole hacia el bien, le había comprimido y abrumado!

¡Cuántas veces la verdad inexorable le había hincado la rodilla en el pecho! ¡Cuántas veces, derribado a impulso de la luz, había implorado de ella el perdón!

¡Cuántas veces aquella luz implacable, encendida en él y sobre él por el obispo, le había deslumbrado, mientras deseaba ser ciego!

¡Cuántas veces, en lo más crudo de la lucha, se había vuelto a levantar, asiéndose de la roca, apoyándose en el sofisma, arrastrándose por el polvo, ya señor, ya esclavo de esa conciencia!

¡Cuántas veces, después de un equívoco, después de un razonamiento traidor y especioso del egoísmo, había oído a la conciencia gritarle: ¡Zancadilla! ¡Miserable!

¡Cuántas veces su pensamiento refractario se había agitado convulsivamente bajo la evidencia del deber!

Resistencia a Dios. Sudores fúnebres. ¡Qué de heridas secretas, que él sólo veía destilar sangre! ¡Qué de llagas en su lamentable existencia!

¡Cuántas veces se había erguido sangriento, magullado, destrozado, iluminado, con desesperación en el corazón, y la serenidad en el alma! Vencido, se sentía vencedor.

La conciencia, después de haberle atormentado, formidable, luminosa, tranquila, le decía:

¡Ahora, vete en paz! Pero, ¡ay! ¡Qué lúgubre paz, después de una lucha tan sombría! La conciencia es, pues, infatigable e invencible".


GAUGUIN: Después del sermón


Después de leer este texto de Víctor Hugo, que sitúa la pelea con el ángel en el interior de la propia conciencia, viene a mi memoria y comparto con el lector aquel texto venerable de Lutero[19]:

“La sangre de Cristo crea buena conciencia. Lo cual no ocurre sino mediante una conciencia cierta de la remisión de los pecados. Donde no está presente (esta conciencia) allí la conciencia está inquieta...”; “inquieta” en este contexto significa que la conciencia es en sí mismo una conciencia mala, que ella se deja aterrorizar de la ley, y que resulta, a su vez, aterrorizante. El evangelio pone fin a esta conciencia, libera de la conciencia aterrorizada y aterrorizante y por tanto simplemente de la conciencia. La libertad de la conciencia viene llamada por Lutero la conciencia evangélica. Es necesario contestar a la conciencia hasta tacharla de falsedad: “Tú mientes, Cristo tiene razón, no tú”, ya que “Dios ha dejado morir a su propio Hijo para que tuviésemos una buena conciencia”[20].

Que perdone el lector este neófito ensayo de hermenéutica estética de dos textos venerables y sagrados, a los que el hombre en crisis acude a beber con frecuencia para encontrar el sentido de su aturdimiento en el sufrir, y para ponerle nombre a lo que le pasa. Zambrano lo dice mejor:

“El absoluto se presenta a veces en forma de ángel, pero lo que suele ofrecer el ángel es un cáliz que hay que beber. Como la flor, cáliz del rocío mañanero refresca, y también puede envenenar. Cuando el absoluto – intangible e inasequible para el hombre- , el santo sin sombra, sin mezcla, dice de sí mismo ‘soy el camino, la verdad y la vida’, cuando el absoluto desciende a ser el camino de la verdad inasequible para el hombre y de la vida verdadera, para el hombre el camino es trascenderse a sí mismo. Y así viene a recordar su nacimiento, su relatividad; y eso que el tal ser humano está siempre a punto, cuando se trasciende, de aplastar cualquier conato de ser; pues que el hombre, más que un ser entero y verdadero, es un conato de ser, y no tiene que enseñorearse”[21].

El trascenderse de la Zambrano libra al hombre del envenenamiento ante la crisis, por el contrario la trascendencia le refresca si bebe el cáliz que le ofrece el ángel. El huerto de los olivos es para ella la clave de bóveda de la construcción de un ser auténticamente humano que no huye de sí mismo, sino que se acepta y se ama en soledad.

De nuevo, ¡suena tanto a R. Mª Rilke la voz de nuestra profesora!. Son muy abundantes las citas de nuestra pensadora sobre la soledad. Esa soledad fecunda donde el hombre se recompone y se encuentra a si mismo, aceptando su propio destino. Sin soledad, sin encuentro íntimo con el fondo del alma, al hombre se le escapan las bridas del sentido de su propio camino en la historia. El paradigma de la soledad, para nuestra autora, es el Huerto de los olivos.

De cómo vivir esta soledad levanta acta nuestra filósofa:

“En la Pasión divina hay un instante supremo en que parece que se detiene para decidirse, suspendida sobre el abismo infinito. Jesús está solo ante su destino; en soledad completa ante él. Un ángel le alarga el cáliz de su inajenable padecer. Misterio en que lo humano obtiene su liberación suprema de la tragedia de ser sombra del semejante. El ángel se aparece siempre a los que logran la soledad; ¡es la imagen sagrada de la soledad![22] Y el hombre que lo haya sentido cerca, aún sin verlo, estará libre para siempre del acecho de la envidia; del torcido ensimismamiento, donde la mirada se desvía ante el equívoco espejo.

Pasión incompleta la del hombre que no haya vivido su hora a la manera humana, lejos de todo y sin sombra. Entonces nace a la soledad, algo ya imperecedero. Pues no se verá en el semejante, ni tendrá nada de él. Pero también cabe desdecirse en el Huerto de los olivos, desviviendo el destino, arrepintiéndose de la Pasión”[23].

Cuando el hombre da cabida a este desdecirse en el Huerto de los olivos, desviviendo el destino, se inventa sus personajes. Es el momento de la huida radical de la propia finitud que se convierte en un desvivirse sin sentido de la propia totalidad. Entonces la personalidad se fragmenta, rompe su unidad interior, y comienza el juego de las propias mascaras, que terminan por arruinar la verdad y la energía de la propia mismidad y de su singular historia personal. ¡Cuántos santos se perdieron en la historia por huir de su propio huerto de los olivos y de su singular cáliz existencial, arrimando sus propios legamos a la fantasía de su imaginación dolorida y fragmentada![24]

    Pocos pintores como el Greco acertaron a enseñarnos como se abraza la propia cruz; esas manos  parecen tocar un arpa, y ... ¿esa cruz, es cruz o es arpa?

CRUZ a cuestas de El Greco

El desdecirse del huerto de los olivos y la huida de la propia finitud desviviendo el propio destino, viene nombrado por Rilke con una gran metáfora: "pasar de río caudaloso con posibilidades infinitas a ribera yerta donde no ocurre nada", que la sabiduría popular castua de mi tierra extremeña acuñó en la locución lingüistica: Iba para santo y se quedó en canónigo. El poeta lo dijo mucho mejor:

"Mas el miedo ante lo inexplicable no sólo ha empobrecido la existencia del individuo. También las relaciones de ser a ser han quedado cercenadas por él. Valga el símil, han sido descuajadas del cauce de un río caudaloso en posibilidades infinitas, para ser llevadas a un lugar yermo de la ribera, donde nada sucede. Pues no sólo por desidia se repiten las relaciones humanas tan machaconamente, y de que sean indescriptiblemente monótonas, sin renovación alguna de un caso a otro. Es también por temor y recelo ante cualquier vivencia nueva y de imprevisible trascendencia, que uno cree superior a sus fuerzas. Pero sólo quien esté apercibido para todo, sólo quien no excluya nada de su existencia -ni siquiera lo que sea enigmático y misterioso- logrará sentir hondamente sus relaciones con otro ser como algo vivo. Sólo él estará en condiciones de exprimir hasta la última gota de su existir"[25].

 

G.- El Acostumbramiento

El hombre que ahonda en su mismidad buceando en su interioridad quiere librarse siempre del hermetismo del acostumbramiento que viene a ser siempre el fruto de una libertad cansada, cuando no envenenada, por la huída en falso del propio cáliz. Nuestro poeta, Antonio Machado lo clavó: "Todo es hasta acostumbrarse/ cariño le toma el  preso/ a las rejas de la cárcel". Cada uno a su guisa. Rilke nos advierte de ello desde Suecia: "Hemos de aceptar nuestra realidad con toda la amplitud que nos sea posible; todo, hasta lo que carece de precedentes, ha de ser posible en ella. Ésta es al final la única clase de coraje que se nos exige: el coraje de afrontar lo más extraño, lo más inusual, lo más inexplicable con lo que nos podamos topar. Que la gente se haya conducido cobardemente en cuanto a esto le ha hecho un daño infinito a la vida"[26].

"Sin embargo, ¡cuánto más humana es aquella inseguridad llena de peligros, que, en los cuentos de Poe, impulsa a los cautivos a palpar las formas de sus horribles mazmorras y a familiarizarse con los indecibles terrores de su estancia! Pero nosotros no somos presos. Ni trampas, ni redes, ni lazos, se hallan aparejados en torno nuestro. Ni hay nada que deba causarnos angustia o darnos tormento. Si hemos sido puestos en medio de la vida, es por ser éste el elemento al que mejor correspondemos, al que somos más adecuados. Además, por obra de una adaptación milenaria, nos hemos vuelto tan semejantes a esa vida, que cuando permanecemos inmóviles, apenas si -merced a un feliz mimetismo- se nos puede distinguir de cuanto nos rodea. Ninguna razón tenemos para recelar y desconfiar del mundo en que vivimos. Si entraña terrores, son nuestros terrores. Si contiene abismos, estos abismos nos pertenecen. Y si en él hay peligros, debemos procurar amarlos. Con tal que cuidemos de ordenar y ajustar nuestra vida conforme a ese principio que nos aconseja atenernos siempre a lo difícil, cuanto ahora nos parece ser lo más extraño acabara por sernos lo más familiar, lo más fiel. ¿Cómo podríamos olvidarnos de aquellos mitos antiguos que presiden el origen de todos los pueblos, esos mitos de los dragones que en el momento supremo se transforman en princesas? Quizá sean todos los dragones de nuestra vida, princesas que sólo esperan vernos alguna vez resplandecientes de belleza y valor. Quizá todo lo terrible no sea, en realidad, nada sino algo indefenso y desvalido, que nos pide auxilio y amparo"[27].

 

H.- La duda es el mejor  obrero

Ahora el poeta comenta la tensión de Kappus con sus dudas e indeciones y relativiza su estado, e incluso le explica la necesidad de dudar para profundizar en lo que acontece. Ahora le escribe y nos habla desde Furugorg Jonsered, en Suecia, a 4 de noviembre de 1904:

"Su duda puede tornarse una virtud, si usted la educa. Debe convertirse en saber y en crítica. Pregúntele, cada vez que ella quiera echarle algo por tierra, por qué ese algo está mal. Exíjale pruebas. Sométala a un examen. Acaso la encuentre entonces perpleja, confundida. O quizás rebelde, levantisca. Pero no ceda usted, no se rinda. Exija argumentos y obre así, alerta y consecuente, siempre y cada vez que sea preciso. Ya vendrá luego el día en que el dudar deje de ser demoledor, para convertirse en uno de sus mejores obreros, el más inteligente, tal vez, entre todos los que van edificando la vida de usted"[28].

De nuevo Rilke acude a la interioridad, e invita a crecer más, para despejar las dudas e insiste en una superación que esté por completo en toda su sangre:

"Sobre su tendencia a dudar, o sobre su incapacidad de cohonestar su vida interior y exterior, o sobre el resto de lo que le acosa, es lo que siempre le he dicho: mi deseo es que encuentre la suficiente paciencia dentro de sí mismo como para aguantar, y la suficiente sencillez para vivir; que llegue a adquirir más y más confianza en lo que es difícil y también con su soledad en medio de los otros. En cuanto a lo demás deje que la vida obre a su antojo. Créame: tiene razón la vida. Siempre y en cualquier caso...

Todo cuanto le eleve y le lleve a ser más de lo que ha sido, aun por encima de lo que hasta aquí haya logrado ser en sus horas mejores, está bien. Cualquier superación es buena si está en toda su sangre, siempre que no sea tan sólo un momento de ebriedad o algún turbio afán, sino alegría clara, cuyo fondo se pueda contemplar, que se deja calar y trasver hasta el fondo"[29].


[1] Ediciones en castellano: Cartas a un joven poeta: selección de poemas. Ed. Losada, Buenos Aires 2004. Cartas a un joven poeta. (2ª edición). Ed. Hiperion, Madrid 2005.

Y más recientemente: S. MARTÍN ARNEDO (Trad.) Cartas a un joven poeta. edición bilingüe. Madrid: Ed. Rilke. 2015; CERDÁ (Trd.), Cartas a un joven poeta, Ed. Rialp, Madrid 2016.  F. BERMÚDEZ-Cañete. Rilke, vida y obra. Madrid 2007: Ed. Hiperión. 

[2]  D. CERDÁ, en la "Introducción: Rilke nos escribe" Cartas a un joven poeta, Ed. Rialp, Madrid 2016, pp. 9-15.

[3]  WIKIPEDIA (19 marzo 2019).

[4]  Estudios sobre Rilke: A Companion to the Works of Rainer Maria Rilke, ed. Erika A and Michael M. Metzger, Rochester 2001; Rilke Handbuch: Leben - Werk - Wirkung, ed. Manfred Engel and Dorothea Lauterbach, Stuttgart and Weimar 2004; Goldsmith, Ulrich, ed. (1980). Rainer Maria Rilke, a verse concordance to his complete lyrical poetry. Leeds: W.S. Maney; Mood, John J. L. Rilke on Love and Other Difficulties. New York: W. W. Norton 1975, reissue 2004;  Mood, John. Rilke on Death and Other Oddities. Philadelphia: Xlibris, 2006;  Pechota Vuilleumier, Cornelia. Heim und Unheimlichkeit bei Rainer Maria Rilke und Lou Andreas-Salomé. Literarische Wechselwirkungen. Olms, Hildesheim 2010;  Schwarz, Egon. Poetry and politics in the works of Rainer Maria Rilke. Frederick Ungar, 1981.

[5]  Franz Xaver KAPPUS, Berlín, junio de 1929. en David CERDÁ (Trad.), Cartas a un joven poeta, Ed. Rialp, Madrid 2016, p. 20. 

[6]  D. CERDÁ (Trad.), Cartas a un joven poeta, Ed. Rialp, Madrid 2016, p. 15.

[7]  David CERDÁ (Trad.), Cartas a un joven poeta, Ed. Rialp, Madrid 2016, p. 58.

[8] Idem p.60.

[9]  Ibidem, p. 86.

[10]   Ibidem, p. 94.

[11]  Ibidem, p. 66.

[12]  Ibidem, p. 67.

[13]  Ibidem, pp.78-80.

[14] Ibidem, pp. 80-81.

[15]  Mª. ZAMBRANO, “Eloisa o la existencia de la mujer”, Sur, XIV, Buenos Aires 1945,  p. 41. La cursiva es nuestra, no pertenece al original,

[16]  National Gallery of Scotland de Edimburgo (1888). Gauguin siempre vio su cuadro como una mistificación, como un icono religioso ante el que se podía rezar y pensar. Intentó donar su cuadro a la iglesia de Pont-Aven y no se la aceptaron, y, al verlo rechazado, volvió a intentar la donación a la Iglesia de Nizón con un nuevo fracaso.

[17] G. SOLANA, “El despertar del Fauno. Gauguin y el retorno de lo pastoral”, en Gauguin y los orígenes del simbolismo, Museo Thyssen – Bornemistza, Madrid 2004, 15-63.

[18] VICTOR HUGO, Los miserables, T. II, Ed. Circulo de lectores, Barcelona 1967, 1206- 1207.

[19]  M. LUTERO, De votis monasticis 1521, WA 8, 606. Cit, por JÜNGEL, E., Il vangelo de la giustificazione come centro della fede cristiana. Uno studio teologico in prospettiva ecumenica, Brescia 2000, p. 229.

[20]  M. LUTERO, WA. TR. 1, 402, 174. (Ut haberemus bonam conscientiam). El original alemán rörer = tranquila.

[21]  Mª. ZAMBRANO, Notas de un método, Ed. Mondadori, Madrid 1989, p. 78. Cfr. M. BENITO, “La recuperación de la belleza. Presencia del materialismo en los estudios de Historia del Arte”, Communio 26 (2004) 62-71.

[22]  Recuerda a los textos de Rilke desde Roma, 14 de mayo de 1904, que insiste sobre la necesidad de la soledad: Ibidem, p. 66.

[23]   Mª. ZAMBRANO,  El hombre y lo divino, Ed. Siruela, Madrid 1992, p. 272.

[24]  Sobre este tema hemos escrito más ampliamente: Abdón Moreno, Del Espíritu a la alteridad. Una antropología paulina, Analecta Scientifica Compostellana nº 25, (Santiago de Compostela 2007). Idem, “El cristiano ante la crisis y la estética del exilio en María Zambrano (Act 20, 17-38 y 2Co 12, 1-10)”, Compostellanum 51 (2006) 181-211. Idem, "Cabalgando la palabra sagrada como fuente de la razón poética: María Zambrano", Compostellanum 62 (2017) 257-278.

[25]  Ibidem, p. 83.

[26]  Ibidem, p. 82.

[27]  Ibidem, pp. 84-85.

[28]   Ibidem, p. 90.

[29]   Ibidem, pp. 90-91.


3 comentarios:

  1. Animo a mis lectores a hacer comentarios... ¡¡Sería interesante ver juntos un palique entre nosotros sobre este Doc. ....¡¡

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  2. RECUERDA.... ¡¡ LA DUDA ES EL MEJOR OBRERO ¡¡ .....¿QUÉ TE PARECE?

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  3. "Las respuestas vienen de dentro "(idea que el profesor García Moreno repite insistentemente). Interiorizar, buscar dentro; es de lo que se está privando al hombre de hoy, al que se le priva de las herramientas adecuadas para profundizar, pensar, adquirir espíritu crítico. Leí hace unos días que una empresa "head hunting" se quejaba de la poca formación de sus entrevistados , es más de que ninguno se conocía a sí mismo. Y de ahí al hombre animal hay un corto espacio. Se priva al hombre de la capacidades de razonar, de reflexionar, ¿qué le queda? : aquello que tiene de común con los animales. ¿ Podemos sorprendernos entonces de las noticias que oímos, incluso de las múltiples situaciones que contemplamos de personas con comportamientos rayando la animalidad?

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