EPIGRAMAS SOBRE LA SABIDURÍA EN EL THEATRO MORAL DE LA VIda humana,
(Amberes 1612 y
Bruselas 1672)
Abdón
Moreno García.
Centro
de Investigadores de la
Iglesia
de España en ROMA
Publicado en la Revista de la
Facultad de Teología de Granada:
PROYECCIÓN 285 (2022) pp. 157-189.
Sumario:
El Tesoro del
Seminario de Orense es una joya bibliográfica, uno de los pocos ejemplares
que se conservan en España, y que tiene la fortuna de poseer la Biblioteca del
Seminario Mayor de Orense. Un libro dedicado a la educación e
instrucción del Príncipe, y que
tiene como autor a un Anónimo flamenco, Antonio Brum, y lleva por título: Theatro de la vida moral en cien emblemas con el Enchiridion de
Epícteto y la Tabla de Cebes filósofo platónico, Ed. F. Foppens, Grab. Otto
Vaenius, (Bruxelas 1672). La inmensa belleza que contiene el libro son los 103
grabados del flamenco Otto Vaenius, que
fue el maestro de Rubens, e inspirador de Goya, y que ya fueron publicados en
Amberes en 1612 con los Epigramas de Diego de Barreda, de los
cuales presentamos aquí los referentes a la sabiduría.
Palabras claves:
Sabiduría.
Humanismo. Humanistas. Estoicismo. Bibliofilia. Bibliografía. Biblioteconomía.
Antonio Brum. Diego de Barreda. Otto Vaenius.
Summary:
The Treasure of the Seminary of Orense is a
bibliographical jewel, one of the few units that are conserved in Spain, and
that has the fortune to have the Library of the Greater Seminary of Orense
(Spain). A book devoted to instruction and education of Prince, wich has like anonymous flamingo author,
Antonio Brum, and takes by title: Theater
of the moral life in one hundred emblems with the Enchiridion de Epícteto and
the Table of Kebes platonic philosopher, Ed. F. Foppens, Grab. Otto
Vaenius, (Bruxelas 1672). The immense beauty that contains the book is the 103
engravings of the flamenco Otto Vaenius, that was the teacher of Rubens, and
inspiratier of Goya, and that already were published in Amberes in 1612 with Epigrams of Diego de Barreda which we
displayed here and show up account to wisdom.
Keywords:
Humanisme. Humankind. Stoicisme. Bibliophile.
Bibliografy. Bibliotheconomie. Old Library. Antonio Brum. Diego de Barreda.
Otto Vaenius.
I. Introducción al Theatro Moral de la vida humana
Nos proponemos despertar del sueño de los justos a
los Epigramas de Diego de Barreda
(Amberes 1612), que tocan de algún modo el tema de la sabiduría, para que
vuelvan a interpelarnos después de su reciente 400º aniversario[1],
por alumbrar una enorme actualidad humanística y estética hoy como ayer. A
ellos añadimos las explicaciones y
los nuevos epigramas de Antonio Brum
(Bruselas 1672).
Al
igual que hicimos en nuestro estudio recientemente publicado en Alemania de los
Epigramas sobre la muerte[2],
introducimos aquí y ahora el ambiente de la época y su contexto cultural de
profundo sabor estoico, pasamos a ver la historia textual de los epigramas,
organizamos los Emblemata para
facilitar al lector su comprensión, establecemos los epigramas con la
traducción de los motes, nos paramos a profundizar en la obra del autor Otto
Vaenius y A. Brum, y por último, ofrecemos al iniciado el texto de
los epigramas en castellano del Renacimiento castellanizando las grafías de su
discurso, como aconseja la crítica textual, y respetando la acentuación, y la
puntuación del susodicho texto.
Valga
como captatio benevolentiae[3]
o introducción retórica, -que es un principio básico de la retórica clásica-, una
alusión al Bosco (1450-1516), el gran pintor holandés del Renacimiento de
Flandes[4];
en concreto a su ficticio cuadro La
solución de la ignorancia. Aparece de nuevo el doctor de La extracción de la piedra de la locura,
pero el embudo que llevaba en la cabeza va a tener ahora otro uso. Sobre una
larga mesa han tendido y atado a un paciente, presunto ignorante, al que ponen
en la boca un embudo a través del cual van a suministrarle la solución de la ignorancia, que están
preparando los ayudantes en un gran caldero. Disuelven en él varios libros que
toman de una librería que reza Scientia.
De otras librerías que se nombran como Fabula,
Narratio, y Mythus, cogen volúmenes sólo para alimentar la hoguera. Otros
pacientes ya han tomado la pócima y muestran grandes barrigas y han disuelto su
ignorancia, por lo que recaban libros de los anaqueles de Scientia, sobre todo de una balda muy concurrida que reza Ars Mathematica.
La déesis o evocación del lexema solución evoca en castellano doble significación: disuelve y resuelve, diluye y soluciona; el uno y el otro tienen aquí su iconografía: el caldero y el embudo. La fabula y el mito se disuelven, se queman en la hoguera; los libros de la Scientia disueltos en la pócima que se echa en el embudo resuelven y solucionan la ignorancia. Es el modo como el hombre del Renacimiento afirma la soberanía de la Ratio sobre una ignorancia que se nutre de la fabula y el mito. Si observamos con atención la estética de los emblemas de Vaenius, que originan los epigramas de Barreda (1612) y Brum (1672)
1. El estoicismo en la Europa del Renacimiento
El
paso del Medioevo al Renacimiento supone una de las crisis oceánicas más
desconcertantes de la humanidad. El hombre medieval poco o nada tiene que ver
con el hombre del renacimiento, con sus principios y modelos, en definitiva con
su cultura. La definitiva separación entre el ámbito teológico y el meramente
humano provocó en el individuo de finales de la Edad Media una paradójica
sensación de desvalimiento y vacío, de desconfianza en sí mismo.
El
nominalismo desbarató toda una forma de pensamiento y redujo el firme sustento
de los universales en multiplicidad de cosas individuales. El mundo apareció
ahora múltiple e indefinido. El razonable Dios de Tomás de Aquino fue
transformado por Scoto y G. de Ockham en pura voluntad, previa a la razón
humana. La razón humana se esforzó, entonces, en conocer las cosas concretas,
primero utilizando como instrumento el escepticismo y, más tarde y
definitivamente, el racionalismo y el empirismo. En lo religioso, la solución
fue el fideísmo pues, al cabo, el hombre renacentista no fue menos piadoso que
el medieval, pero de diversa forma y con distintos acentos. El Brocense
despotricaba contra las imágenes de unos altares superpoblados y clamaba por un
cristianismo reducido a su más pura esencia, la cruz, más abstracta, pero más
simple.[5]
Al escepticismo como arma de conocimiento, y a
la desconfianza de los teólogos[6],
siguió el estoicismo, como soporte moral para enfrentarse a un mundo aún
desconocido. Nos interesa particularmente destacarlo, puesto que los epigramas
de los Emblemata –objetivo de nuestro
ensayo- supuran estoicismo a los cuatro vientos. Ese ‘soporte moral’ a que nos
referimos, tuvo en Lipsius (1547-1606) al padre del neoesticismo renacentista
europeo, junto al Brocense, Arias Montano, Vives, y Pedro de Valencia, que lo
divulgaron en la España renacentista. Al igual que Montaigne y Du Vair lo
hicieron en la cultura francesa.
Lypsius[7],
en su primer libro de su magna guía de la filosofía estoica (Manuductio ad stoicam philosophiam),
publicado en 1604, determinaba el estoicismo como una filosofía práctica, que
renacía con inmensa fuerza en Flandes y Francia. El neoestoicismo amparaba bajo el escudo de una ética estricta y una
fortalecida moral interior el compromiso abierto a
cualquier credo cristiano. Con idéntico desinterés metafísico que la antigua Stoa,
la escuela de Lypsius y su confesante neoestoicismo
vinculaba la felicidad a la virtud, desde criterios de escepticismo y ratio, y rehabilitaba el libre albedrío
para un mundo de fuertes contingencias y lacerado por guerras civiles y de
religión[8].
Desde Lovaina, Lypsius asombraba a la Europa de su tiempo con la edición
comentada de las obras de Séneca[9],
al mismo tiempo que arremolinaba junto a sí a un inmenso grupo de fervientes
admiradores y seguidores de la nueva doctrina neoestoica. Uno de sus más ilustres seguidores fue Otto Vaenius
(1556-1629), autor de nuestros Emblemas,
maestro de Rubens, y el más afanado divulgador de su maestro, del cual
hablaremos enseguida. No es de extrañar, por tanto, que Diego de Barreda buen
conocedor de Flandes, en los epigramas
que nos ocupan y en la misma época, rezume estoicismo por todos los poros de su
literatura comentando, precisamente, los Emblemas
de Vaenius.
La
necesidad de una moral racional con base en el propio hombre, considerado como micro-cosmos[10],
hizo que los humanistas volvieran la vista hacia los sistemas éticos de la
antigüedad. Entre ellos el estoicismo fue uno de los más solicitados durante el
Renacimiento. La filosofía estoica, el cristianismo, y el propio pensamiento
renacentista tenían en común el ser actitudes extremas nacidas de una crisis,
sea la crisis de la Grecia clásica, de la Roma republicana, o de la cultura
cristiana medieval; los tres se propusieron suprimir la complejidad de sus
respectivos mundos y lo hicieron renunciando a muchas cosas heredadas del pasado,
y concentrándose en el interior del
hombre frente a una realidad llena de excesos neoescolásticos[11].
Más
claro parece el problema de los paralelismos entre cristianismo y estoicismo,
que ya fue planteado por S. Jerónimo, y que ha ocupado a muchos comentaristas
que han relacionado a Epícteto o Marco Aurelio con el Nuevo Testamento, a
Séneca con S. Pablo, y han llegado a comparar al sabio con el santo. La
relación intelectual no es simple, porque ambos bebieron de fuente comunes
orientales, lo que en conjunto determina ese carácter de familiaridad y
parentesco. Es clásico al respecto el estudio de Spanneut[12]
que destaca la influencia de los estoicos
en los Padres de la Iglesia. Horacio, tan presente en nuestros Enblemata, murió ocho años antes de
Cristo, y casi preludia en sus epístolas
la doctrina cristiana venidera al sentirse atraído por la filosofía moral. Si
bien Horacio no tiene una teoría con fundamento filosófico, "su moral es
utilitaria y está gobernada por la exigencia del equilibrio y de la
medida"[13].
Son los ideales de la época augustea cifrados en la restauración de la virtus.
Erasmo
también había propuesto en su Echiridion[14],
-que era su catecismo moral para el caballero cristiano-, el ejemplo de los
estoicos, a los que veía como una suerte de cristianos sin revelación. La
aspiración a una moral justificable en sí misma, independiente, aunque sólo
circunstancialmente, de los preceptos religiosos neoescolásticos, es común a
buena parte de la espiritualidad de la época. Baste pensar en los Abecedarios de Osuna, en el mismo Enchiridion de Erasmo, en el Dictatum christianum de Arias Montano, en la Guía de pecadores de Fray Luis de Granada, en las Confesiones de un pecador de Ponce de la Fuente, en la Imitación de Cristo de Kempis[15],
que cultivan al hombre interior
paulino, invitan al conocimiento de sí mismo, y reflejan un verdadero humanismo
cristiano muy lejano de la escolástica medieval.
Con
el racionalismo renacentista se revive y despierta una ética precristiana, la
ética estoica, como un refinado y sutil modo de adueñarse de la moral cristiana con toda su carga de método,
exigencias y reciedumbre; eso sí, desde principios muy lejanos a toda escolástica.
A mi modo de ver, al Renacimiento le viene bien la ética estoica, es un traje
que le gusta, la estudia y la prefiere, especialmente para tiempos de crisis
donde el señorío de la ratio quiere
excluir todo metarelato escolástico. Era el signo del cristiano moderno: además
de ser cristiano había que ser racionalista.
No
es baladí recordar aquí al Brocense, como contrapunto al nihilismo postmoderno,
puesto que como señaló Bataillon, el Brocense tuvo en la España posterior a
Trento el papel de transformar el erasmismo en estoicismo y abrir el camino a
las doctrinas que Lypsius puso de moda en toda Europa:
“El Brocense, llegado el término de su carrera, estaba frente a este movimiento, más o menos, en la situación en que se había hallado Nebrija frente al erasmismo: el uno, discípulo de Valla, había allanado el camino a Erasmo; el otro, discípulo de Erasmo, allanaba el camino a Justo Lypsius”[16].
2. Historia textual de los Emblemata
La
primera edición de los Quinti Horatii
Flacci Emblemata, (Amberes 1607), Ed. Hieronimi Verdussen, recoge 103
grabados de Otto Vaenius que mantiene la segunda edición de Amberes de 1612,
editada por Philippum Lisaert. Ambas ediciones contienen los mismos motes, las
citas de Horacio y los epigramas latinos.
En
el año 2012, hemos celebrado el 400º
aniversario[17]
de la edición de los Emblemata de
1612, editados por Lisaert, por ello vale la pena que despertemos del sueño de
los justos una obra tan estimada y tan influyente en el barroco europeo, tan
preocupado por combinar pintura y poesía para instrucción de los delfines que
gobiernan los Estados y la Corte. Despertamos en nuestro ensayo los treinta
epigramas -de los 103 que contiene la obra-. que respectan a la sabiduría, que
pueden alimentar la curiosidad intelectual de este foro que se nutre de las
ubres abundantes de la estética
La edición de 1612, que nos interesa
particularmente en estos momentos -por su audaz originalidad y universalidad-,
presenta las glosas de los epigrama en cuatro lenguas vulgares: español,
francés, italiano y neerlandés, como una enorme novedad que contribuía a
divulgar la belleza de los aguafuertes de Otto Vaenius y su riquísimo
patrimonio sapiencial y humanístico. Las glosas castellanas, llenas asimismo de
sabiduría y humanismo, de Diego de Barreda, son el objeto material de nuestro
estudio que nos fascina por su “lección de compromiso con el mundo, su predicación
de tolerancia, y su clasicismo tensionado por la libertad creadora”[18].
Tenemos a la vista la edición de 1612: Otto Vaenius,
Quinti Horatii Flacci Emblemata (Antverpiae
1612). Impr. Philipum Lisaert. 214
pp; del cual se encuentran cinco ejemplares en España en:
a)
Real Academia Española. Madrid J, 33-III-1. b) Real Academia de la Historia.
Madrid. Ex libris de la Biblioteca E.F. San Román. J, I/1285. c) Biblioteca Pública Castilla la Mancha.
Toledo. Ex libris del Infante Luis Antonio Jaime de Borbón. I/1047. d) Universidad de Barcelona, Barcelona. CM-
4171. e) Fundación Lázaro Galdeano.
Madrid. Inv. 6864.
3. Organización de los Emblemata
Los
Quinti Horatii Flacci Emblemata,
Antverpiae 1612, desvelan el poliglotismo del libro con que Europa expresa su
tradición con tintes cosmopolitas, y que forma parte sustantiva del Humanismo y
sus ideales como uno de los pilares de la reconstrucción cultural europea tras
la Edad Media; de este modo, se consigue también una difusión más popular y
democrática de la sabiduría que evite que la cultura sea patrimonio exclusivo
de una aristocracia intelectual, conocedora del latín[19].
Y, a su vez, es una bellísima fusión emblemática entre poesía y pintura, y
atiende a los dos modos de captar la atención del lector, por medio del oído
(el oral), y por medio de la vista (el escrito). Ya era clásica en este tiempo
la convicción horaciana ut pictura poesis (será como la pintura la poesía),
pues en efecto, la poesía y la pintura se consagran una a la otra con eternos
esponsales. “Y así Simónides, cuyo testigo es Plutarco, llamaba con agudeza a
la pintura “poesía callada” y, a la inversa, “pintura elocuente” a la poesía.
Así pues, encontrarás en este libro no pocas máximas de ética, o de moral, o de
filosofía estoica, representadas con imágenes”[20].
De ellas –sigue diciendo el prologista- no sólo obtendrás deleite, más también
riquísimo fruto, pues suelen conmover más a los espíritus los escritos que se
ofrecen a la vista que los que se cuentan[21]:
Segnius irritant animus demissa per aurem Quam quae sunt oculis subiecta
fidelibus (Con mayor apatía estimula el ánimo lo que se envía a los oídos que
lo que se muestra a los leales ojos)
Siguiendo
un proceso ordenado de guía conceptual[22],
Otto Vaenius organiza la secuencia especulativa sobre referentes horacianos en
bloques sucesivos, que abordan con matizaciones los principios de la nueva Stoa[23]:
la importancia de la virtud, la virtud inamovible, el poder de la enseñanza y
la disciplina, el justo medio, la moderación y el control, la amistad, el
silencio, el desprecio de la riqueza, el repudio de la avaricia, la templanza,
la paciencia vencedora de los males, el tiempo, la esclavitud del pecado y la
embriaguez, la muerte y la inmortalidad[24].
La
traducción española “muy ensalzada aquí”[25],
ciertamente es una maravilla literaria. La realiza D. Diego de Barreda,
licenciado en Teología y obispo de la ciudad de Amberes, por mor del
excelentísimo señor don Luis de Velasco, del Consejo de Guerra del Rey
Católico, y su general de caballería en Bélgica.
Por
otra parte, la tercera edición cumbre se realiza por Foppens en Bruselas 1672,
le insistimos al lector, y lleva por título: Theatro Moral de la vida humana en cien emblemas con el Enchiridion de
Epícteto y la Tabla de Cebes philosofo platonico. Este es uno de los libros
ilustrados más bellos de la Europa del S. XVII, y como ya dijimos: “obra propia
para enseñanza de reyes y príncipes”[26],
lo que la inscribe en la corriente y moda pedagógica barroca de los libros de
emblemas y empresas dirigidos a la formación ética de los delfines, en los que
la ilustración era tan importante o más que el texto, y cuyos consejos y
advertencias entraban por la vista y se adherían tenazmente a la memoria, en
gran parte gracias a su propia originalidad.
4. Los Tratados de educación de
Príncipes
El paciente lector que me ha seguido hasta aquí, podrá ahondar en la
inteligibilidad del Renacimiento hispano y en la hondura de sus propuestas
neoestoicas, si entiende que el dogma de los humanistas era volver a las
fuentes, a la antigüedad clásica y alimentarse de sus veneros, con sus legamos
incluidos.
Los tratados[27]
de educación de los delfines de la corte y de los príncipes, hunden sus raíces
en una recia tradición humanística que se remonta al alto Medioevo. El Theatro Moral de la vida humana es un
eslabón más dentro de una cadena luminosa de tratados morales y políticos que
se remonta a la época de Carlomagno.
El siglo XII con el litigio permanente entre el poder eclesiástico y
secular, propicia el florecimiento de este género literario, con
recomendaciones sobre cómo debe actuar el rey o el prelado. Destaca la obra que
se produce en el reinado de Enrique II de Inglaterra: el Policraticus sive de nubis curialium et vestigiis filosoforvm, que
dirige Juan de Salisbury a su amigo Thomas Becket, arzobispo de Canterbury, que
ocupa un puesto importante dentro de la Corte del rey Enrique II.
El siglo XIII nos ofrece un buen número de obras de este género en
torno a la figura de Luis IX de Francia, con elevado tono moral y didáctico.
Los dos más importantes son el de el agustino Egidio Romano y el de Sto Tomás
de Aquino De Monarquia, que basan su
argumentación en Aristóteles, sobre todo en la ética, la economía y la
política. La obra de Egidio Romano tuvo una traducción en Castilla en 1345, en
el entorno de Pedro I el Cruel.
Durante el siglo XV, la controvertido figura de Enrique IV estimuló
varias obras de este tipo. El Marqués de Santillana, en 1437, le dedicó los Proverbios, llamado también Centiloquio. En 1456, Rodrigo Sánchez de
Arévalo le dedica el Vergel de Príncipes,
con originales enseñanzas sobre las armas, la caza y la música.
En el reinado de los Reyes Católicos ocurre una floración de tratados
de educación; destacan el de Gómez Manrique Regimiento
de Príncipes, y el de Mosén Diego de Valera, diplomático y consejero real,
que se titula El Doctrinal de Príncipes.
En el siglo XVI fue determinante la obra de Maquiavelo El Príncipe, terminada en1513 y ofrecida
a Lorenzo de Medici. En 1516, Erasmo ofrece al emperador Carlos V, Institutio Principis Christiani. En España,
Fray Antonio de Guevara, en 1529, produce su Relax de Príncipes para Carlos V, una de las obras más leídas en la
Europa del s. XVI. La obra se tradujo a varias lenguas europeas y adquirió una
enorme difusión. En 1556, Felipe de la Torre dedica a Felipe II su Institución de un rey christiano, que es
un alarde de erudición bíblica y patrística. En 1559, vieron la luz dos obras
de capital importancia: la del humanista belga Justo Lypsius Politicorvm sive civilis doctrina libri sex,
qui ad principalvm maxime spectant, y la de Giovanni Botero Ragion di Stato. Ambas tuvieron una
difusión extraordinaria, al igual que el De
constantia[28]
de J. Lypsius que fue traducida en castellano por Juan Bautista de Mesa en
1616.
Podemos destacar también la obra que en 1599, dedica Juan de Mariana a
Felipe III: De rege et de regis
institutione; esta obra influyó mucho en las Empresas Políticas[29]
de Saavedra Fajardo de 1640, dedicadas al príncipe Balthasar Carlos, hijo de
Felipe IV y de Isabel de Borbón, que tenía once años cuando se publicó y gozó
de una gran popularidad, debida a su condición de diplomático, al que ya nos
hemos referido en el tema de la muerte como gran igualadora.
Creemos que ahora el iniciado en el Renacimiento tiene ya una amplia
introducción y una cartografía sobre los tratados y la educación de nobles y
príncipes, que indudablemente sirvieron
a la popularización de la gran cultura humanística ilustrada del renacimiento
hispano, y en este caso, a la reflexión tan típica renacentista del Ars moriendi. Y es que pensar en el
sentido de la vida y de la muerte la multiplica. Vivir sin pensar la atomiza,
la vuelve bagatela[30].
Ahora nos toca, a mi entender, hacer al menos una pequeña introducción
a la fecunda e intensa vida de nuestros dos espadas: A. Brum como literato en
la ed. de 1672, y Otto Vaenius como autor de los Emblemata en las dos ediciones de 1612 y 1672 que hemos comentado
anteriormente.
5. Antonio Brum (1603- d. 1668)
A.
Brum nos interesa porque escribe el Proemio
y las Explicaciones de una de las más
preciosas obras del Barroco europeo, que tuvo una enorme influencia sobre los
delfines de la Corte, y creciente arraigo popular. La moda barroca de educar
con emblemas trajo consigo sucesivas ediciones de la maravillosa edición, a la
que antes nos hemos referido, de F. Foppens de 1672 que lleva por título como
ya sabemos: Theatro moral de la vida
humana en cien emblemas con el Enchiridion de Epicteto y la Tabla de Cebes
philosofo platonico (Brvsselas 1672).
A
Antonio Brum no le ha hecho justicia la historia, nadie se ha hecho cargo de
esa interesante biografía que él mismo realiza de forma anónima, y que ya
intentamos sacar a la luz en Salamanca. A Brum le pide Foppens que escriba el Proemio desta obra y la vida del author[31],
que se realiza en el año 1668: “El impressor deste livro, haviendo adquirido
(no a poca costa) las Laminas originales que Otto Venius (pintor famoso destos
Estados de Flandes) inventó y sacó a la luz... y teniendo noticia de la
inclinación que siempre he mostrado al estudio de la Doctrina Moral, y visto
algunos papeles míos; me pidió encarecidamente para esta impresión que
acompañase sus Emblemas[32]
con algunos discursos, en forma de explicación. Y no he podido negar este
pequeño trabaxo a tan justo ruego”. Tiene 65 años cuando escribe, y había
nacido en 1603, como él mismo nos dice en el Proemio: “En 65 años de edad, he visto y experimentado
bastantemente los errores, desaciertos, y engaños del mundo, para tener dellos
un perfecto desengaño”.
Foppens
nos dice en su prologo que ha puesto todo “cuidado en animar y hacer en alguna
manera hablar” a los Emblemas y
encomienda esta tarea a un helenista español, A. Brum, que procura ocultar su nombre por miedo a la
envidia, y que se presenta en el Proemio
como estudioso de la Doctrina Moral,
naturalmente neoestoica. Aclara a
continuación que los versos castellanos que siguen a Horacio no son suyos, sino
de Diego de Barreda, el mismo autor de los versos de los Emblemata de 1612, aunque a ellos añade unas Explicaciones en prosa y un epigrama final a pie del emblema. A
ello añade una traducción propia y directa del griego del Enchiridion de Epícteto, y una serie de comentarios en prosa a cada
capítulo ensayándome a hazerle Christiano:
“No ha mucho tiempo que me ejercitaba en la traducción de la doctrina de
Epicteto Gentil, ensayándome en hacerle christiano. Dediquele al Señor Marqués
de Caracena mi Protector, cuyas virtudes morales, militares, y políticas, eran
dignas de más larga vida, y su elogio de mejor pluma que la mía. Y como en este
breve tratado se contienen en suma todas las reglas y principios universales de
la moral, ha parecido juntarle con esto mesmo volumen, para mayor luz de los
que se inclinaren a estudiar sin maestro”[33].
Brum
tiene una rica educación, y es enviado por sus padres al Colegio de Oropesa:
“el de 1617, passé al Colegio de Oropesa (regido por los mesmos Padres), a
repetir y ejercitarme en lo ya estudiado. Y entonces comenzé a notar, que
pierde tiempo en el estudio de Retórica y Poesía, el que no nació orador y
poeta”. A los 14 años va a Alcalá a estudiar Filosofía: “El año siguiente (que
era el décimo quarto de mi edad), fuy embiado a la Vniversidad de Alcalá de
Henares a estudiar la Philosophia[34].
Aquí se advertirá el daño de mi feliz memoria, que yo no vine a conocer sino
muy tarde”.
Años
después, pasa dos años en el Escorial y disfruta de su célebre Biblioteca: “No
obstante en dos años que estuve alli, no dexé de mejorar en la Phisica y
Metaphisica; y aprendí de más a más algunos principios de Geometría, Geographia[35],
y otras partes de la Mathematica. Valiame para esto la continua entrada que
tenía a todas horas, en la insigne biblioteca del Escorial”.
A
los 22 años va a estudiar a Salamanca donde siente cierta aversión hacia el
estudio del Derecho que le parecía un bosque de fieras que se hacían guerra
cruel: “Al principio del año 1625, y vigésimo segundo de mi edad; fui enviado a
Salamanca a estudiar Cánones y Leyes[36]”.Y
así comenta más adelante: “Pero aunque nacían de falta de entendimiento, no
dexaron de causarme alguna aversión a este género de estudio; principalmente,
quando al segundo curso del Cuerpo del derecho, entré en aquel inmenso océano
de leyes de las Pandectas”. Las disquisiciones de los juristas no le caen del
todo bien, es más las rechaza frontalmente: “Confieso, que quando descubrí
sobre cada título un volumen lleno de controversias; sobre cada parapho un
comento lleno de contrariedades; y sobre cada ley una glossa llena de dudas; y
la gran contradicción de las mesmas leyes; me pareció haver entrado en un
bosque de fieras, que se hazian guerra cruel para destruyrse unas a otras”.
Brum
siente verdadera pasión por el estudio de la Filosofía moral, es decir la
Ética, naturalmente ética neoestoica
tan de moda en su época, y que llenó a Europa entera de la mano de la Escuela
de J. Lypsius. El gran principio estoico del conocimiento de si mismo lo repite
con frecuencia. No es extraño pues que poco antes del Proemio haya traducido a Epícteto, porque encontraba en el maestro
estoico una verdadera fuente de sabiduría: “Quando comenzava a darme a este
Estudio Moral, me parezía que una luz sobrenatural me yva alumbrando, (para
confusión mía) en el conocimiento de mi mesmo; y quedé como absorto, y
descubriendo tan de repente, mi profunda ignorancia, y mi vana y loca
presumpción. Reconozí luego en mí tantas
flaquezas y errores, que me avergonzé de haver vivido tantos años, hecho lince
de pequeños defectos agenos, sin haver abierto los ojos para mirar mis propias
culpas, y enormes pecados, de que pido perdón a su Divina Magestad de todo mi
corazón[37].
A
la postre, debemos notar que el Brum cristiano
se muestra principalmente en su teología de la gracia de Dios, a la que hace
referencia continuamente; al temor de Dios, y al concepto de pecado y la
práctica de la Virtud. Pero su fe cristiana es profundamente interior con insistencia constante en el
conocimiento de sí mismo, de fuertes resonancias estoicas.
5.1. Militar en
Milán.
El
mismo Brum nos cuenta que en su vida militar no deja de estudiar y leer la
filosofía natural, aunque se olvida un poco de la moral: “siendo ya de edad de
26 años, en el de 1626, passé al Estado de Milán, donde serví en el famoso
Sitio de Casale de Monferrato en que murió aquel gran capitán Ambrosio Spinola.
Mi modo de vivir era libre y militar; y aunque con la mudanza de Patria mudé en
algo de costumbres, nunca fue para mejorar. En el ocio de los quarteles de
invierno buscava libros, y hombres y doctos que acabasen de satisfacer la
inclinación que tenía a la Philosophia natural, sin cuydar de la Moral, que era
las más importante”.
5.2. Paz de Münster
(1648)
Antonio
Brum deja las armas y se pasa a la pluma, después de casarse a los 34 años:
“Proseguí mi profesión militar, y este infame y libre modo de vivir, hasta
último de abril de 1637, 34 años de mi edad, que me cassé[38].
Con la mudanza de estado, mudé también de profesión, y passé de la guerra a la
pluma”. Y la pluma, precisamente lo convierte en un hombre de paz.
Once
años después de casarse, lo encontramos de diplomático en Münster acompañando
al Conde de Peñaranda “a quien confieso deber todos mis acrecentamientos hasta
el día de hoy”, en uno de los Tratados de más trascendencia para la historia de
Europa, y conocido popularmente como Paz
de Westfalia, o también Paz de
Münster, por firmarse en el Ayuntamiento de dicha ciudad alemana.
La Paz de Westfalia también conocida como Paz de Münster (1648) dio lugar al
primer congreso diplomático moderno e inició un nuevo orden en Europa
central basado en el concepto de soberanía nacional. Varios historiadores asignan
una importancia capital a este acto,[1]
pues fue en Westfalia que la integridad territorial se erigió como un
principio que consagra la existencia de los Estados frente a la concepción feudal de que
territorios y pueblos constituían un patrimonio hereditario. Por esta razón,
marcó el nacimiento del Estado
nación.
La Paz de Westfalia supuso el fin de los
conflictos militares aparecidos como consecuencia de la Reforma Protestante y la Contrarreforma.
Desde los tiempos de Martín Lutero, las guerras europeas se desencadenaban
tanto por motivos geopolíticos como religiosos. Tras la Paz de Westfalia, afortunadamente
a mi parecer, la religión dejó de ser esgrimida como casus belli.
5.3. A. Brum y Los
dos caballos
Así
pues, en ediciones posteriores a la de Bruselas 1672, de ser cierta la
intervención de Antonio Brum, como proponemos, es decir, como autor de las
glosas introductorias y de los epigramas finales, la secuencia organizativa del
texto de los Emblemata quedaría a
veces de modo diverso a la edición de 1612, como podremos comprobar en los
referentes a la sabiduría. Muestro al iniciado un pequeño ejemplo de esta
edición de Foppens, muy interesante por su originalidad y su mensaje y, también
por su diferente interpretación y disposición en la obra.
El grabado XXXI de los dos caballos, de la edición de 1612, tiene como mote Festina lente (A prisa lentamente, o como se ha popularizado Sin Prisas pero sin pausa)[39]. Ese mismo grabado con los dos caballos, en la edición de Foppens de 1672, pasa a ocupar el lugar XXV, y es interpretado con otro mote diverso: Concordia populi insuperabiles (La concordia es insuperable). La introducción y el epigrama final de Antonio Brum, interpretan la necesidad de la unidad para toda empresa humana, mientras que la edición de 1612 lo interpreta como caminar lentamente pero seguro, hacer las cosas despacio y bien hechas. Así queda el texto de A. Brum en la edición de Foppens:
Explicación del emblema vigésimo quinto:
Concordia populi insuperabiles (La concordia es insuperable).
"Después
de habérsenos mostrado el gusto y provecho grande que se sigue del amor
reciproco, y particular, pasa nuestro ingenioso pintor a declararnos las
propiedades del amor universal, de que depende toda la fuerza, acrecentamiento,
y conservación de las Monarquías, Estados y Repúblicas. Y para enseñarnos
cuanto importa la buena inteligencia de los Ministros de Estado, para la
seguridad, y acierto del gobierno; nos pinta el ejemplo de aquel famoso capitán
romano Sertorio, que desterrado de Roma, por haber seguido a Mario contra
Silla, fue elegido en España Capitán, y obligado a hacer guerra muchos años
(siempre victorioso) contra su misma Patria. Este pues, no pudiendo con su
elocuencia, mitigar el ardor de los soldados, que querían (contra la opinión de
su capìtán) embestir todas las fuerzas de los romanos, hizo traher, delante de
todo su exercito, dos caballos; el uno, flaco, y viejo; el otro, mozo, brioso,
y lozano. Al primero, mandó tirar (para arrancarle toda la cola junta) al mozo
mas robusto y forzado de todos sus escuadrones; y al segundo, ordenó, a un
viejo flaco, débil y enfermizo, le fuese sacando cerda a cerda toda la cola,
como lo efectuó; cuando el otro, (después de empleados todos sus brios), fue
causa de risa a todos. Con que el General dio a conocer a todos sus bárbaros
soldados, que las fuerzas de los Romanos unidas eran invencibles; y separadas,
superables, como lo mostró la experiencia; y que la invencible fuerza de las
Monarchias, consiste en la conformidad de los Consejeros; la buena inteligencia
de los ministros; la constante fidelidad de los aliados; y la universal
obediencia de los vasallos".
Y
con esta interpretación, que tiene sin duda detrás su experiencia de
diplomático en la Paz de Münster,
subrayando la importancia de la unidad y la concordia en los reinos, escribe su
epigrama:
Para que el
Reyno se pierda
La desunión
basta sola,
Esto es lo que
nos acuerda
El ejemplo de la
cola;
Que se arrancó,
cerda a cerda,
Pero al
contrario, asida
No ay fuerza que
la arranque toda unida.
Otto Vaenius 1612. Festina lente |
6. Otto Vaenius
(1556-1629)
La
joya de la corona del Theatro Moral
es, sin duda alguna, los grabados de Otto Vaenius[40],
realizados con una exquisita elegancia y una riquísima iconografía humanística
y, llegando a ser la obra cumbre de la emblemática del Barroco europeo, tan
preocupado por educar a través de los ojos haciendo verdad la máxima clásica ut pictura poesis[41].
Estamos delante del maestro de Rubens, nada más y nada menos. Y no se queda
corta la influencia que tuvo en nuestro pintor Goya[42].
Las
sentencias de autoridad, sistemáticamente extraídas y organizadas de un clásico
de la antigüedad, como es Horacio, y su compacto tratamiento evidencian un
nuevo modo, retórico y enciclopédico, de concebir el libro de emblemas. La
analogía de la relación intuida entre la figura (res picta) y el lema (subcriptio)
deja paso a modos muy complejos de articular la composición con gran espesor de
signos y una rica profundidad alegorizadora. Se trata de unir cuerpo (el emblema) y alma (el comentario o epigrama), según
el lenguaje de la época[43].
También con una refinada plasticidad, que hace soportable y atractiva la
discursividad del grabado en su elaborada función expresiva. Porque se trata de
asumir, a un tiempo, la carga simbólica de una tradición ilustre (de Alciato a
Ripa) en las actitudes, los atributos y los signos icónicos de determinadas
figuras, y de retrazar en imágenes las implicaciones conceptuales, las intensas
resonancias de los lemmata horacianos[44].
La
tradición renacentista recurre al Emblema
como un género literario de primer orden, pues la vista y el oído eran esenciales
en la educación, de ahí que el emblema canónico sea una composición tripartita
formada por una figura (pictura, icon,
imago, symbolon), un título (inscriptio,
lemma, titulus, motto), y un epigrama explicativo (subscriptio, epigramma, declaratio) que interrelaciona el sentido
que trasmite la pictura y expresa el mote.
Del
estudiado cuidado con que Vaenius hizo posible tan admirable taracea, dan
cuenta los numerosos esbozos de pequeño tamaño, realizados al óleo y en
grisalla, que con destino a ésta y sus otras obras emblemáticas se custodian en
los museos de Rouen, Lille, Drouay y Louvre.
Siguiendo
a Paloma Fanconi[45]
podemos introducir la biografía de Vaenius. Otto van Veen, también conocido como Otto Vaenius o Octavius
Vaenis (Leiden, c. 1556 – Bruselas,
6 de mayo de 1629) fue un pintor, delineante y humanista activo primariamente en Amberes y
Bruselas a
fines del siglo XVI y a comienzos del siglo XVII. Es
conocido por encargarse de un gran estudio en Amberes, produciendo varios emblemas, y por ser, desde 1594 o 1595 hasta 1598, el enseñante de Peter Paul Rubens. Su papel como un artista humanista culto al modo clásico (un pictor
doctus) influía al jóven Rubens, que tomaría este papel para sí mismo[46].
En
1574 viaja a Roma y allí permanece dos años, estudia filosofía, poesía y
matemáticas, y entabla una sólida amistad con Tadeo Zuccaro que le admite en su
taller de pintura donde aprende la técnica de la escuela italiana. Alejandro
Farnesio le nombra pintor de cámara de la Corte. En 1594 se traslada a Amberes.
Contrae matrimonio con la ilustre Ana Loors, con quien tuvo ocho hijos, y funda
una escuela en la que se formó Rubens. En 1609 los Archiduques Alberto Y Clara
Eugenia llegan a los Países Bajos, y sorprendidos por los arcos de triunfo que
realizó Vaenius para su llegada, le nombraron pintor de cámara en la Corte, y
se instala definitivamente en Bruselas. Su primera obra impresa son los Emblemata (Amberes 1607) que estamos
comentando.
Le siguió la
publicación de los Amorum Emblemata…(Amberes
1608), A instancias de Clara Eugenia que le sugiere que le dé un contenido
religioso, en 1615 preparó otra versión a lo divino: Amoris divini Emblemata con 60 grabados. En 1610 la Vita Thomas
Aquinatis con 32 láminas; en 1612 Bravatorum
cum romaniis bellum… con 316 láminas de Tempesta, y la Historia Septem Infantium de Lara, con láminas de Tempesta grabadas
por Vaenius. Por fin, en la Bruselas de 1624 se publican los Emblemata ducenta principibus, viris ecclesiasticis.
Era
necesario terminar con una introducción a estas dos breves biografías -A. Brum
y Otto Vaenius- que marcan la autoría textual y el contenido emblemático sobre
la sabiduría en el Theatro Moral de la
vida humana.
Para
terminar nuestro ensayo con humor, valga una anécdota. La tinta que se haya
llevado el estudio y la diversa interpretación de los emblemas sobre la
sabiduría, y la diversa iconografía que representan, -muchas veces tomada de la
mitología griega y romana-, me lleva a pensar que los mitos son inagotables, y
me recuerda una noticia reciente:
En 1995,
varios físicos agruparon las cinco teorías de las supercuerdas bajo la denominación de Teoría-M, una teoría universal
que unificaba las cinco teorías existentes hasta entonces afirmando que en
realidad cada una de aquellas no era más que un aspecto diferente de una sola
teoría. En esta Teoría-M se identifican 11 dimensiones duales, es decir, 22
dimensiones en donde la supergravedad
interactúa entre membranas dimensionales. Esta noticia, en realidad, no hacía
más que confirmar algo que los místicos ya sabían, y que ellos habían
presentado, mil años antes, bajo la metáfora de los veintidós pétalos de la
Rosa Cruz cabalística, que corresponden a las veintidós letras del alfabeto
hebreo y a los veintidós senderos del Árbol de la Vida[47].
Ciertamente,
la teoría de la supergravedad no la
conocía la Kabala judía, ni la mística medieval, pero los 22 senderos del árbol
de la vida eran otra manera de nombrar a las supercuerdas, para entender el misterio del universo. Algo así
sucede con el misterio de la sabiduría.
Cada uno lo nombra y lo entiende a su manera. La riqueza simbólica de la
Emblemática es inagotable en sus nombres y sus sentidos.
Varias veces
hemos dicho introducción. A una introducción se le podrá disculpar si
sugiere más que afirma, si contiene más preguntas que respuestas, si abre una
estratigrafía susceptible de diversas codificaciones y si deja al descubierto
algunas lagunas que el interesado podrá paliar con la bibliografía a pie de
página que tiene siempre el deber de ofrecer al lector materiales de trabajo y
manifestar el origen de las ideas expuestas. Damos pacíficamente por convenido
que la justicia de una publicación consiste, en gran parte, en no dejar descontentos
siempre al mismo número de lectores, como proclama la portadilla de la conocida
revista internacional Communio. Cada
uno a su guisa. Consules videant.
II.- Epigramas sobre la sabiduría
2.
LA CIENCIA PERFECCIONA LA NATURALEZA
Explicación
del segundo emblema[48]
La Madre común del Género humano, la
causa segunda universal, inmediatamente dependiente de aquella primera,
incomprensible y omnipotente causa de todas las causas, ofrece a Minerva, Diosa
de las Ciencias, su tierna producción, para que se encargue de su enseñanza y
educación: confesando ingenuamente su imbecilidad en no haber podido dar a su
hijo el hombre otra forma que la material, que es el cuerpo, porque la
sustancial, que es el alma, viene inmediatamente de Dios, y se perfecciona con
la educación, y el conocimiento de las Ciencias. Con mucha elocuencia nos la
muestra claramente el Pintor de este Emblema. La Mujer pobre con cuatro pechos
significa la Naturaleza, Madre fecunda de todas las criaturas humanas. Píntala
pobre porque se contenta con poco; por esto mismo la llamaría yo rica, pues le
sobra todo lo que no ha menester. En su modo humilde y honesto se reconoce su
sencillez. Ofrécele a Minerva un niño desnudo y necesitado, con todas la
simples Armas que su Madre le dio, sin saber el uso de ellas. Está puesto de
rodillas, y con instinto natural (Quia omnis Homo naturaliter desiderat scire)
puestas las manos juntas, las levanta a la Diosa, suplicándola, con ansias
tiernas, le dé su favor y remedie su
ignorancia. La Diosa, con aspecto benévolo y hermosura grave, alargando la
mano, le alienta con blanduras, le anima con afabilidad y, fortificándole el
corazón, le recibe por su Pupilo y Cliente, prometiendo a la Madre de cuidar de
su Educación. Dichosos aquellos que, en la tierna edad, levantan las manos al
Cielo, y piden a Dios su gracia y el don de la Sabiduría.
Naturam Minerva perfecit [2]
(La ciencia perfecciona la naturaleza)
La madre universal naturaleza,
Hija de aquel, que en si
contiene, y cierra
Del alto cielo, y de la baja tierra
La suma perfección en suma
alteza,
Cual hija de tal Padre en la
grandeza
Huye la imperfección, haciendo
guerra
A lo que el blanco de perfecto
yerra,
Y al bien mayor con ansia se
endereza.
La virtud natural que infunde al
hombre,
A minerva la entrega, que es la
ciencia,
Ama de las virtudes, guarda y
llave,
Porque no es de estimar que el
otro asombre
Por noble, si es un necio sin
prudencia,
Que está un dedo de bruto, el
que no sabe.
6. LA VIRTUD ES HUIR DEL VICIO
EXPLICACIÓN
DEL SEXTO EMBLEMA[49]
Hásenos mostrado ya cuán flacos somos e
imperfectos, y con cuanta facilidad nos dejamos llevar de la corrupción de la
naturaleza. También hemos visto que no es imposible vencer y sujetar las
inclinaciones del nacimiento, y que si tenemos ánimo bastante para
fortificarnos contra nuestra propia miseria, llegaremos infaliblemente a la
cumbre de esta penosa (aunque apetecible) montaña, desde donde la virtud nos
lleva al Cielo. Ahora veamos por qué camino y qué dificultades se ofrecen para
esto: y descubriremos, en el presente Emblema, el secreto más importante para
comenzar este famoso viaje, aprendiendo no solamente a sacar fruto de nuestras
propias miserias, sino –por una retirada generosa y un glorioso ardid de
guerra– alcanzar una perfecta victoria. Considerando con atención esta escuadra
insolente, temeraria y atrevida de los vicios, que a un mismo tiempo lisonjea y
amenaza la juventud, acompañada de Palas, su Maestra y conductora. Embisten con
furia horrible, teniendo por seguro el vencimiento, por las armas encantadas de
que usan, que, por poco que nos toquen, nos privan de defensa. Pero la sabia
Conductora que nos dio naturaleza no permite la batalla contra tan peligrosos
enemigos, y enseña a su Pupila la generosa retirada de que usaban antiguamente
los Partos, que peleaban retirándose y haciendo siempre cara, hasta que,
disipando a sus contrarios, volvían sobre ellos divididos, asegurando así la
victoria. Con que se nos da a conocer que es prudencia huir del escuadrón de
los vicios, para después vencerlos uno a uno. Es de notar que la Locura o
Necedad (vicio popular) es el primero que acomete la Sabiduría, como a su mayor
enemiga; y por otra parte la Lujuria a la Juventud.
Virtuti sapientia comes [5]
(La sabiduría acompaña a la virtud)
Persiguen
la virtud todos los vicios,
Que son de la virtud
perseguidores:
Presentan de sus bienes los
mayores,
Si bienes pueden ser sus
maleficios.
Sus gustos, sus regalos, sus
oficios,
Su fausto, su arrogancia son
favores,
Que, como basiliscos entre
flores,
Matan mirando en pago de
servicios;
Mas la virtud, que de
experiencia sabe,
Guiada de la fiel Sabiduría,
Cuan bien promete el vicio, y
cuan mal paga,
Con paso largo, aunque con paso
grave,
Los vicios despreciando y su
porfía,
Camina al bien, que así se da
por paga.
10.
LA VIRTUD CONSISTE EN EL MEDIO
Explicación
del emblema décimo
Hemos ya aprendido que la Virtud
consiste en acción, que la irresolución perezosa pierde su tiempo, y que la
Virtud no se adquiere sin trabajar y sudar. Ya nos hemos puesto en la carrera,
resueltos a no desistir hasta alcanzar el premio, que es la misma Virtud. Pero
aún no hemos bien considerado cual es su jurisdicción y cuales sus límites, y nos lo representa este Emblema con
excelencia: pintando la Virtud de la Liberalidad en medio de un círculo, de que
ocupa solamente el centro. Muéstrase tan hermosa, como siempre firme y
constante, desdeñando de volver el rostro a ninguno de los dos lados. En su
mano siniestra tiene la abundancia de los Bienes materiales, y en la diestra la
regla y medida de la distribución. A sus dos lados están dos vicios, que
presumen de igualarla o parecerla: el uno es la Avaricia insaciable con rostro
amarillo, arrugado y seco, suspirando y agonizando por acumular dineros y
riquezas, y aguyendo con la Virtud le dice: que no le conoce ventaja en la
abundancia, y que la excede, en no haber menester medida para distribuir quien
amontona para guardar. El otro es la Prodigalidad, que hace cuanto puede para
parecer hermosa a la vista de la ignorante Juventud, que la nombra Magnanimidad
(como a la Avaricia Parsimonia), ésta se alaba de su generoso derramamiento de
riquezas, siendo verdaderamente una indiscreta profusión, con la cual enriquece
indiferentemente a los que lo merecen y no merecen, dejando tan poco obligados
a los unos como a los otros. Esto mismo nos enseña la desgracia de Ícaro, que
por no guardar el medio, a ejemplo de su padre Dédalo, subió desatinado a un
extremo, de donde bajó despeñado al otro.
In medio consistit virtus [6]
(En el medio consiste la virtud)
Es la virtud del hombre una armonía,
Que de contrarios hace
consonancia,
Entre afectado, y tosco una
elegancia,
Que aborrece la falta, y
demasía;
Es entre mas, y menos norte, y
guía
Para la eterna inmaterial
estancia,
De dos extremos liga, y
concordancia,
Rachel hermosa entre una y otra
Lia:
Es medio universal, por donde
puede,
De sus vicios huyendo los
extremos,
Sin que caiga cual Icaro
atrevido,
Llegar el hombre al templo, en
quien concede
La prudencia, que ofrezca vela,
y remos,
Que a tal medio, tal fin se
está debido.
14. EL SABER ES MAESTRO DE LA VIDA
Explicación
del emblema decimocuarto
Apenas hemos visto en el Emblema pasado
aquella caterva de viciosos, a quienes amonestaba la Sabiduría y persuadía la
Elocuencia, cuando ya se nos presenta uno de ellos, mudado enteramente de
hábito y figura, que con deseo de librarse de los vicios que le vienen
siguiendo, entra en la Escuela de los Sabios: viene acompañado y apoyándose en
el tiempo, ministro fiel de Palas, y por cuyo medio se perfecciona el hombre.
Los vicios se quedan fuera de la puerta porque el temor, que está atravesado a
ella, les impide la entrada. Las Quimeras y pensamientos torpes y vanos van
huyendo por el Aire, deslumbrados de la luz de la verdad que aquí se enseña.
Sólo algunas inclinaciones naturales, menos viciosas, en figura de Niños,
porfían en seguir al hombre y le tiran de la ropa por todos lados, para
divertirse; pero él (resuelto a proseguir el comenzado estudio de la Virtud)
les da de mano y los aparta de sí, prometiéndoles de usar de ellos a su tiempo,
conforme a la doctrina de sus Maestros. Porque no hay pasión natural alguna
que, moderada, no sirva al ejercicio de la Virtud.
Philosofiae vitae magistra [20]
(El saber es maestro de la vida)
Dulce
saber divino,
De pocos mucho en esta vida
amado,
Que abriendo a ti camino,
Al que por ti, y de ti está
enamorado,
Quieres que el tiempo cano
Le sirva de braçero, y de la
mano.
Haz pues, que el tiempo mismo,
Siguiendo de tus sabios el
consejo,
Le saque del abismo,
Del vicio, en que se anega el
moço, y viejo,
Que en solo esto la mira,
Es el saber, y lo demás mentir.
28. EN CASA TOPO, Y EN LA CALLE LINCE
Explicación
del emblema vigésimo octavo
El presente Emblema merecía estar
colgado en los palacios de los Príncipes, y en las plazas públicas, para
enseñarnos el poco cuidado que cada uno tiene en el estudio de sí mismo, y en
el conocimiento de sus propios vicios, y con cuanta atención se emplea en la
pesquisa y examen de los ajenos, como si esto fuera el remedio y enmienda de
los suyos. Decía Esopo que la mayor parte de los hombres traían alforjas, en
cuya delantera ponían los vicios y defectos de sus prójimos y vecinos, para
tenerlos más a la vista; y a las espaldas echaban los suyos propios. Pero no
reparan los desdichados necios que, mientras se hacen Linces de las ajenas
faltas y Topos de su misma conciencia, les pagan en la misma moneda los que
escudriñando la alforja de las espaldas, reconocen en ella lo que el cuidado no
quiere o no puede ver.
Domi argus, foris talpa [69][50]
(En casa topo, y en la calle lince)
Cuan cierto es, que el curioso
En los vicios ajenos,
Vive siempre en los suyos descuidado.
No viendo que es forzoso,
Que estén los tiempos llenos,
De quien pague en lo mismo su pecado.
Que si es Topo encerrado
Dentro de su conciencia,
Y Lince en las ajenas,
Por eso, a manos llenas
Mil Linces hallar à en aquesta ciencia,
Con que su honor se estrague,
Que es justo, quien tal hace, que tal pague.
El mote afirma En casa topo, y en las calles lince, con
una iconografía donde varios hombres curiosean las alforjas de los demás,
sobremanera la alforja que va a la espalda. Ahora entenderemos mejor. Brum ha
introducido la explicación del emblema “El presente emblema merecía estar
colgado en los palacios de los Príncipes, y en las plazas públicas para
enseñarnos el poco cuidado, que cada uno tiene en el estudio de sí mismo, y en
el conocimiento de sus propios vicios, y con cuanto atención se emplea en la
pesquisa y examen de los ajenos, como si esto fuera el remedio y enmienda de
los suyos”[51].
Decía Esopo que
la mayor parte de los hombres traían alforjas, en cuya delantera ponían los
vicios y defectos de sus prójimos, y vecinos para tenerlos más a la vista; y a
las espaldas echaban los suyos propios[52].
Pero no reparan los desdichados necios, que mientras se hacen linces de las
ajenas faltas, y topos de su misma conciencia; les pagan con la misma moneda
los que escudriñando las alforjas de las espaldas, reconocen en ella lo que el
cuidado no puede o no quiere ver. Ad casum viene el epigrama de 1672:
Cuando en ajenos pecados,
La sutil vista ponemos;
De los nuestros descuidados,
Que a las espaldas traemos,
Nos hallamos acusados.
29. NADA MÁS PROVECHOSO QUE EL SILENCIO
Explicación
del emblema vigésimo noveno
En el Templo de Isis y Serapis, adoraban
los Antiguos, con suma reverencia, la Imagen de Harpócrates por Dios del
silencio. Aunque realmente fue éste un Filósofo Griego en cuya escuela se
profesaba rigurosamente (como en la de Pitágoras), le pintaban con el dedo en la boca, sentado
entre el Vino y la Ira, como aquí le vemos, para enseñarnos que no se han de
revelar los secretos de los Reyes, ni de los Amigos, y que han de quedar debajo
de los sellos del silencio, aun entre las emociones del vino y de la Ira.
Además de esto, se nos representa por ejemplo la Historia del Niño Papirio que,
habiendo estado por casualidad con su padre en el Senado y oído tratar de cosas
graves y que pedían secreto, vuelto a casa y preguntado por su Madre lo que
había oído, respondió que se había decretado que pudiesen los hombres casarse
con dos Mujeres: lo cual divulgado luego entre las Matronas Romanas, acudieron
todas juntas el día siguiente a la Corte, apelando de la injusticia que se les
había hecho y pidiendo se decretase lo contrario. Y sabida por los Patricios la
causa de esta novedad ser por la ficción del niño y admirados todos por su
discreción, le concedieron, en premio de su silencio, que para en adelante,
Papirio solo pudiese entrar en el Senado, a exclusión de todos los demás de su
edad.
Nihil silentio
vtilivs
[28]
(Nada más provechoso que el silencio)
El
Silencio está sentado
Entre el furor, y entre el vino,
Para decir, que es divino,
Si con cualquier es callado;
¿A quien jamás le ha pesado
De callar? y de hablar no?
Porque nunca, el que calló,
Dejó de lograr sus años,
Y siempre sintió los daños
Del hablar, quien mucho hablo.
41. SÓLO ES RICO QUIEN NADA DESEA
Explicación
del emblema cuadragésimo primero
En los cinco Emblemas pasados reinaron
lo vicios, y en este domina y triunfa la Virtud. Considera con ánimo atento
este invencible Hércules, este insuperable Sansón, este invulnerable Aquiles, y
este industrioso Perseo; que, armado de su propia constancia, se muestra
heroico vencedor de los monstruosos y rebeldes enemigos del Alma; y mientras
con el pie pisa y suprime sus indómitas pasiones; da de mano y rehúsa las ricas
coronas que le ofrecen la naciones extranjeras y remotas; admitiendo solamente
el Laurel con que por sus méritos le corona la Virtud. Dándonos con esto a
entender que sólo es rico el que nada desea: y que el que goza alegremente de
lo que posee, le sobra cuanto deja de apetecer. El ambicioso deseo es un confuso Caos, donde la humana
razón pierde su luz: es la total ruina de los Ánimos generosos; el principal
motivo de las Guerras; la mortal peste de los Pueblos; el cruel Tirano de los
Súbditos; la fatal división de las Repúblicas; y última destrucción de los
Reinos y Dominios. ¿De qué le sirvieron a Alejandro tantas famosas empresas; tantos
gloriosos trofeos; y el heroico vencimiento de tantas y tan peligrosas
Batallas, si murió despechado de no ver satisfecho su ambicioso deseo de ser
dueño de todo el mundo? Más glorioso que Alejandro es quien supo vencerse a sí
mismo.
QVIS DIVES? QVI NIL CVPIT[37]
(Sólo es rico quien nada desea)
Aquel
que à sus pasiones
Pisa con fortaleza, y cuidadoso
Huye las pretensiones
Del vulgo codicioso
Es verdaderamente virtuoso;
Y es verdaderamente
Rico, pues todo el mundo estima
en nada,
Preciando solamente
La corona preciada
De la virtud, en pocos alabada.
Explicación del emblema cuadragésimo séptimo
Hesiodo, en su Teogonía, hace distinción
de Plutón (hijo de Saturno y Opis, Dios del Infierno, y de las ceremonias
fúnebres) y de Pluto, Hijo de Yasión y Ceres (Dios de las riquezas), que es el
aquí pintado. Aristófanes, en la Comedia de Pluto, le finge ciego, porque las
reparte sin hacer distinción de personas ni méritos. Luciano le hace también
cojo, porque no se adquieren sino poco a
poco, y tarde: otras veces alado, porque suelen desvanecerse en un momento.
Está sentado en su Trono, donde, humillados, le adoran la Libertad, la Gloria,
la Virtud, la Fama, la Religión y las Armas. Tiene colgados (como en almoneda,
para el que más diere) los Toisones, los Títulos, las Dignidades, los Cetros y
las Coronas. ¡Qué ufanos y soberbios estarán los ricos, mirando a sus pies
abatidas todas suertes de estados! Pero su engañosa ceguedad no les da lugar a
conocer la diferencia de la disimulación, y la hipocresía que ellos juzgan ser
Virtud y Religión. Tan parecidas son en el hábito y acción exterior, que apenas
se distinguen; y el Vulgo ignorante les trueca los nombres. Mas ¿qué grosero
entendimiento se persuadirá jamás a que la verdadera Religión admita un Ídolo
profano y vil, en competencia de un Dios eterno y omnipotente; ni que la
perfecta Virtud (que se contenta con lo moderado) se postre a la veneración de
lo que no desea? Pero la corrupción de nuestro siglo juzga las cosas por lo que
parecen, y no por lo que son.
Pecunia donat omnia [61]
(Todo obedece al dinero)
Da la reina del dinero
Amigos, nobleza, esposa,
Con gran dote sobre hermosa
A un monstruo si es perulero;
Que las sabias persuasiones
Y Venus le hacen gracioso,
Discreto, galán, y hermoso,
Con coronas de doblones:
Mas que no podrán hacer
Según el siglo presente,
Donde reinan solamente
El tener, y mas tener?
En la edición de Bruselas de 1672 este
emblema ocupa el puesto 47, y traduce el mote El dinero lo da todo, después añade el comentario de Brum a pie del
aguafuerte:
Al avariento
insolente,
Que el dinero
entronizó,
Podrá llamarle
la gente,
Hermoso, sabio,
y valiente,
Pero virtuoso
no.
51. LA FORTUNA NO MUDA EL LINAJE
Explicación del emblema quincuagésimo primero
Como es difícil forjar de barro estatuas
que conserven por largo tiempo la memoria de sus dueños; e imposible fabricar
famosos y durables edificios sobre montañas de movediza arena; así es difícil,
y aun imposible, que el hombre vil y de ruines costumbres (por más riquezas que
adquiera) pueda encubrir los defectos de su nacimiento, ni alcanzar jamás los
méritos de una antigua, loable y virtuosa Nobleza. No mejoran el caballo los
dorados frenos, ni los ricos y bordados jaeces, si su bondad no le viene de
casta.. La cubierta o gualdrapa de seda, recamada de Perlas y preciosas
Piedras, puesta sobre los flacos lomos de un Asno perezoso, si le disimula, no
le transforma. Ánimo noble piden las riquezas; quien usa bien de ellas, es más
que rico; y quien más, menos que pobre. Bien pueden las riquezas engañar, dando
el lustre exterior a un pícaro ganapán; mas no tienen la fuerza y poder de
mudar el interior. Bien pueden, con sus aparentes hechizos, tapar la vista a
los ignorantes; pero no turbar la de los Sabios. Confirma esta doctrina el
presente Emblema; donde la loca y ciega Fortuna (que tiene placer en postrar
los prudentes y cuerdos; y entronizar los locos y atrevidos) emplea todos sus
desatinados esfuerzos en exaltar un Mono hasta la púrpura; y no obstante todas
sus vanas diligencias, los ricos ornamentos, y las insignias reales de Corona y
Cetro, siempre tiene de Bestia más que de Rey.
Fortuna non mutat genus [74]
(La fortuna no muda el linaje)[53]
Los
vestidos recamados,
De las Indias el tesoro,
El cetro y corona de oro,
Y los pajes y criados,
Nunca
llevaron la palma
De la victoria
en hacer,
Que el ruin lo deje de ser,
Porque es mal, que está en el
alma,
Y aunque vista la fortuna
A la mona de oro y seda,
Dicen, que mona se queda,
Y es mona sin duda alguna.
En la edición de 1672, p. 103, A. Brum
comenta el mote Fortuna non Mutat genus (La
fortuna no muda el linaje) con un nuevo epigrama:
Aunque
suba al regio trono
Ayudado
de fortuna,
Nada
le sirve de abono:
Que
el que mono fue en la cuna,
Siempre
ha de quedarse mono.
66. EL ESTUDIO ES CAUSA DE LA TRANQUILIDAD
Explicación
del emblema sexagésimo sexto
Las Musas y las gracias son compañeras inseparables del Hombre sabio. Apolo, Dios de la Música, y Minerva, Diosa de las Ciencias, destierran de esta agradable compañía al miedo y la tristeza; porque son dañosas pasiones donde ha de reinar el regocijo y la tranquilidad. No conocieron bien el sentido de este Emblema los que juzgan que el verdadero Filósofo es incomunicable y mejor para un desierto, que para en compañía: y piensan que toda la ciencia consiste en una rica toga, y con una barba larga, ostentar un ceño contemplativo y melancólico. Engáñanse los que tal piensan; porque, al contrario, la verdadera Filosofía es muy alegre, regocijada y social. ¿De qué le ha de proceder la tristeza al que está contento con su suerte? ¿De qué le ha de venir el disgusto al que vive gustoso de sí mismo? ¿Qué miedo ha de tener a la Fortuna quien tiene medios no sujetos a su Imperio? Los ignorantes viven llenos de temores y sobresaltos, no sólo de lo presente, sino de lo que piensan y aprehenden que puede ser de lo futuro: y la razón es porque no conocen el verdadero bien para apetecerle, ni el verdadero mal para evitarle. Ponen su estudio en los bienes temporales y aparentes; y desprecian los espirituales y verdaderos: y hacen esclava de su imaginación a una noble y libre voluntad, que debiera mandar al entendimiento.
A musis tranqvillitas [75]
El estudio es causa de tranquilidad.
Palas y Apolo, con su escudo, y flechas
Para los vicios, libre de
pasiones,
Guardan al sabio, haciendo, que
derechas
El temor, la tristeza, y
pretensiones
Por su poder y brazo ya
deshechas
Sin dar lugar, o tiempo a sus
razones,
Vayan al mar, que con su mal se
cebe,
Y sopla el viento porque el mar
las lleve.
Explicación
del emblema sexagésimo noveno
Como la Tierra produce los Árboles,
Plantas y Piedras Medicinales para remedio de los accidentes del Cuerpo, así la
Filosofía cultiva en, el entendimiento del Sabio, la Virtud para remedio de las
enfermedades del Alma, y le perfecciona de manera que él solo es libre entre
los hombres, y lo manda todo: y no se extiende su dominio solamente sobre lo
mortal, sino también sobre los Astros; todos los demás sirven y obedecen. Los
Reyes y Príncipes que parecen tan absolutos dueños de sus Vasallos y Súbditos,
si desprecian la Virtud son siervos de sus pasiones, y esclavos de su
desordenada voluntad. Pero el Sabio, con ser dueño de sí mismo, lo viene a ser
de todo el mundo. El Pintor nos convida a contemplarle en su Trono para admirar
su venerable majestad. En la mano izquierda le pone un Cetro con que señala el
pecho, para enseñarnos que allí tiene su dominio sobre los apetitos irascible y
concupiscible, que le obedecen como a Señor soberano. A sus pies se miran,
arrojados, el Mundo, la Corona, el Báculo Pastoral, las Insignias Consulares y
el Laurel, como cosas que, por sí, no tienen más valor que la opinión de los
hombres. Las pasiones con sus flechas le combaten; la Fortuna le desafía, la
Hambre le incita, la Prisión le provoca, el Destierro se le presenta, y la
Muerte le amenaza con el último fin. Pero nada de esto es bastante a sacarle de
su acostumbrada serenidad, sirviéndole las encumbradas palmas de símbolo de su
victoria; y los ancianos y fuertes robles, de su constancia.
SAPIENTIÆ
LIBERTAS[38]
(La sabiduría es libre)
Es
libre entre libres, y es Rey entre Reyes,
Y Rey de los Reyes bien puede
llamarse
El sabio, que sabe à si mismo
mandarse,
Poniéndose à si, y quitándose
leyes,
Ni teme, ni debe al mundo, y sus
greyes
Que firme en su basa estará sin
mudarse,
Ni pueden mudarle, queriendo el
estarse,
Los males del mundo con todos
sus bueyes.
70.
NUNCA PIERDE EL SABIO SU TRANQUILIDAD
Explicación del emblema septuagésimo
Ya hemos visto a nuestro Sabio
despreciar las enfermedades del Alma y hacer poco caso de todos los males de
esta vida; y sujetar, como a Esclavos, a los que pretendían ser sus Tiranos.
Pero al Pintor no le parece que basta lo hecho para un ánimo tan grande; y por
pruebas más difíciles quiere mostrar, en este Emblema, que nuestro Filósofo
sabe resistir también las injurias del Cielo, y a los Ejecutores de su ira. Por
una parte nos pinta, en lo alto, la formidable y tremenda tempestad que causan
los procelosos vientos, batallando con su más vecino elemento. Por otra, en lo
bajo, padece la tierra un Terremoto tan horrible que, desencajando los
suntuosos y soberbios edificios, parece querer sepultarles debajo de sus
ruinas. Por otra, se mira el desconcierto de las pasiones humanas, que no es el
menor de los peligros. Aquí un Rey que amenaza con su ira; y por satisfacer a
su indignación (sea justa o no) arroja
indiferentemente el rayo sobre la cabeza de sus súbditos. Allá un ejército de
fieras en figura de Hombres, armado más de crueldad que de valor, entran por
fuerza de Armas la desdichada Ciudad, de cuyos despojos mal satisfechos, se
toman la Venganza en el incendio; y los que ayer fueron (siendo edificios) el
decente adorno de la Patria, hoy se presentan transformados en Montañas de
pálidas cenizas. A otro lado se mira nuestro Sabio sentado en una Piedra
inmóvil, gritándole sus Amigos y Parientes al Oído que mire por sí y por ellos
en tan evidentes peligros: pero él, sin responderles, está muy suspenso y
divertido, en pesar los movimientos de su Alma y, hallando igual la balanza, se
resuelve con suma serenidad a todo lo que fuere la voluntad de Dios.
MEDIIS
TRANQVILLVS IN VNDIS[32]
(Nunca pierde el
sabio su tranquilidad)
Aunque el cielo se caiga sobre el bueno,
Y un Rey tirano, lleno de ira
extraña,
Le amenace con saña nunca vista,
Y un mentiroso[54]
asista à dalle pena,
Y de fuego esté llena toda Roma,
No da jamás, ni toma pesadumbre,
Que tiene por costumbre, sin
mudanças,
En el fiel sus balanças, y en un
peso
Conservarlas[55],
y en eso por grandeza
El mundo no le hará abaxar[56]
cabeza.
Explicación
del emblema octogésimo segundo
En el precedente Emblema me puse en
empeño decir algo en éste, de la preeminencia de las Armas y las Letras, y a
cuál de las dos se debe atribuir la primacía.
Parece que el Pintor sentencia en favor de las Letras, mostrándonos un
Sabio laureado, a quien las Musas entregan el Tiempo, y a la Fama, para que le
lleven a la eternidad, dejándole en la tierra la Urna incorruptible,
depositaria de sus cenizas; y una famosa Estatua que conserve su memoria. Lo mismo
dijera del Capitán si Horacio le hubiera dado el motivo. Y para satisfacción
del escrúpulo que se ofreció, diré. Que con la Espada se ensanchan los
Imperios; pero con las Letras se conserva lo conquistado: doy a juzgar cual de
los dos es más importante, porque no es éste el tiempo de dar mi voto. Muchas
potencias crecieron tan demasiado, que cayeron por su gran peso. Roma, en quien
las Armas y las Letras juntamente dieron principio a su dilatado Dominio, estas
mismas que la engrandecieron, la asolaron sin las Letras. Corinto, Esparta,
Tebas, y Cartago, tuvieron el mismo fin. Y, por el contrario, la sabia Señoría de Venecia se fundó y
conserva (siglos ha) por la prudencia de su Senado, y el esfuerzo de sus
Capitanes y Soldados, No obstante, se ha de dar a las Letras alguna
preeminencia, no de parte de la Virtud
que es igual, sino de parte de la memoria inextinguible que nos dejan: porque
si no fuera por las Historias, ya no hubiera memoria alguna de Escipión y Aníbal;
de César y Pompeyo; ni de otros infinitos
grandes Capitanes. Por esto se quejaba Alejandro de que Homero no fuese de su
tiempo para escribir sus hazañas; porque la Armas hacen al hombre famoso y
memorable; pero las Letras le publican inmortal.
A musis æternitas. [76]
(Las musas eternizan).
Las
musas al poeta
Hacen eterno con el tiempo, y
fama,
En una vida quieta,
Sirviéndole de cama
La virtud que al valiente y
sabio inflama:
Que
el tiempo presuroso
Borrara esta virtud, como es ligero,
Si el poeta famoso[57]
No acudiera primero,
Que por eso lloró Alexandro à
Homero.
85.
MÚDANSE LOS TIEMPOS, Y NOSOTROS CON ELLOS
Explicación
del emblema octogésimo quinto
Múdase y vuela el Tiempo y todas las
cosas con él. Aquí le miramos en Figura de un viejo Anciano, para denotar los
siglos que ha que comenzó a ser. Las Alas son símbolo de la Velocidad con que
pasa; y la guadaña, del Imperio que tiene sobre todo lo creado, pues nada hay
tan durable en el Mundo que no le esté sujeto. ¿Dónde está aquel soberbio
Milagro del Mundo, que erigió la casta y valerosa Artemisia, para sepulcro de su Marido
Mausolo? ¿Dónde los celebrados y admirables Muros de Babilonia, obra de Semíramis, Reina de los Asirios?
¿Dónde aquella tan monstruosa Estatua del Coloso de Rodas? ¿Dónde tantos
Monumentos antiguos (eternos al parecer) de que sólo nos quedan las memorias
por escrito? Todo ha perecido con la edad, todo lo ha consumido el tiempo.
Lleva tras sí volando las pasiones humanas, para mostrarnos que también tiene
algún dominio sobre la complexión del Hombre, y que todo está sujeto a su
mudanza; porque cada edad tiene su pasión propia. En la Adolescencia predomina
el Amor. En la Virilidad, la ambición. Y en la Vejez, la Avaricia. El Príncipe
es el espejo en que se miran los súbditos; y el nivel con que se ajustan sus
acciones. Si no es Virtuoso y se deja llevar de sus pasiones, según sus
diferentes edades, imprime en sus Vasallos sus defectos, y viene a ser causa de
la mudanza del gobierno y de la pérdida de su Estado: y así todo está sujeto a
la vicisitud del tiempo, excepto la Virtud.
Tempora mutantur, et nos mutamur in illis [85]
(Los tiempos cambian y nosotros con ellos)
Con
el tiempo ligero
Se muda el mundo, y siempre se
empeora,
Que desde el ser primero,
Van cayendo las cosas de hora en
hora,
Porque es loco, aunque es cano,
Y trae todos los vicios de la
mano.
Y asi los que vinieren,
(Si es posible) serán también
peores,
Y sino nos hicieren,
Como ceros, crecer, y ser
mayores;
Y para mi lo creo[58],
Tal este siglo miro, y tal le
veo.
Los tiempos
cambian y nosotros con ellos (Tempora
mutantur, et nos mutamur in illis). Ya lo dijo S. Jerónimo: Ne dicas priora
tempora meliora fuere quam nunc sunt: virtutes faciunt dies bonos, vitia malos
(No digas que los tiempos pasados fueron mejores que los de ahora, las virtudes
hacen los días buenos y los vicios hacen los días malos)[59].
86. ACOMÓDATE AL TIEMPO
Explicación del emblema octogésimo sexto
Siempre el Sabio ha de tener la puerta
abierta al tiempo, y convidarle a que sea su Huésped, sin hacer distinción de
cuando es bueno o malo; porque está siempre en nuestra mano el emplearle bien, mas
no el corregirle ni mudarle. Él tiene sus Leyes y Estatutos inviolables, y es
locura pensar que los ha de derogar por tu comodidad. Más fácil será ajustarte
tú al tiempo (tal cual sea) que quererle forzar a que mude su curso fatal por
sólo tu apetito. Aparta este engaño de ti, y procura hacerle tu Huésped y
emplearle: y aunque te sea contrario, recíbele siempre como amigo y sacarás
provecho. Esta Pintura te da el ejemplo en aquel virtuoso Mancebo que (no
obstante el rápido diluvio que inunda los campos y arrastra tras sí los
ganados: y. por otra parte, la borrascosa tempestad de vientos, que postra por
tierra los más levantados edificios) sale a recibir al tiempo y le procura
introducir en su casa; no considerando
el daño que entonces recibe el Mundo, sino el provecho que él ha de
sacar de no perderle. Procúrale imitar antes hoy que mañana, porque, de día en
día, se te va acortando la vida; y siempre se llora el tiempo pasado, cuando no
hay esperanza de que pueda volver. No te diviertan tus deleites, ni te
distraigan tus apetitos; y considera que son más los que se han perdido en la
prosperidad que en la adversidad. Porque ésta es maestra de la Virtudes; y
aquella, Madre de todos los vicios.
Tempera te tempore [81]
(Acomódate al tiempo).
Siempre
ha de estar la casa del prudente
Abierta, para el tiempo malo ò
bueno,
En alojarle en ella diligente,
Ni ha de tratarle, cuando viene lleno
De trabajo, miseria, y
tempestades
Peor, que cuando viene más
sereno,
Que solo el tiempo es nuestro, y sus
edades,
Como Séneca[60]
dice, y es locura
Malbaratarle en vicios y en
maldades,
Que está, en usar bien del,
nuestra ventura[61].
Indudablemente resuena aquí la teoría
del tiempo oportuno de Qohelet tan del gusto de los estoicos. En las pp 172-173
de la edición de 1672, Brum explica el emblema donde un joven abre la puerta de
su casa al tiempo y procura hacerle su huésped después de que un diluvio arrase
campos y ganados, y aunque el tiempo le es contrario le recibe como amigo y
saca mucho provecho:
El
saberse acomodar
con
el tiempo es gran lección.
Pues
lo que se ha de pasar
Por
fuerza, nunca es razón
Recibirlo
con pesar.
Valga como punto final el relato de un feliz encuentro,
el que yo me llevé en Salamanca al leer la Tabla
de Cebes[62],
y la descripción que realiza sobre el famoso cuadro de el Bosco, El Carro del heno; cuadro al que le
tengo especial cariño, ya que su reproducción me acompaña siempre en mi
dormitorio, para que no olvide el neófito ilustrado que escribe, el hèbel hebelîm (vanidad de vanidades) del
libro de Qohelet.
Foppens, nuestro conocido editor del Theatro Moral de 1672, decidió insertar
dos obras más junto al Theatro Moral:
la Tabla de Cebes y el Enchiridion de Epicteto[63].
Una especial popularidad gozó la Tabla de
Cebes en la tradición literaria española[64].
Solamente en el s. XVI aparecieron cuatro ediciones en castellano. La primera
fue la de Juan Martínez Población (París 1532), médico de la reina Leonor,
esposa de Francisco I. Juan de Jarava publica su traducción en Amberes en 1549.
Ambrosio de Morales[65],
historiador de corte de Felipe II y maestro de Juan de Austria, la edita en Córdoba en 1586. Ésta es la
traducción que utiliza el editor flamenco F. Foppens en la edición de 1672 que
nos interesa particularmente ahora. La traducción de Pedro Simón Abril tendría
dos ediciones: la primera, en 1586 también; y fue reimpresa en Madrid en 1587,
en la imprenta de Madrigal.
Nosotros pretendemos dar a conocer al iniciado un picto-relato[66]
del s. XVII, el comentario que el Anónimo flamenco, Antonio Brum, realiza con
el título “Argumento y breve declaración de la Tabla de Cebes” (pp. 16-27), en la maravillosa edición de F.
Foppens de 1672 que lleva por título
Theatro moral de la vida humana en cien emblemas con el Enchiridion de Epicteto
y la Tabla de Cebes philosofo platonico, Ed. Foppens, Brvsselas 1672; y en
concreto el comentario que hace, en las pp. 25-27, al cuadro del Bosco el Carro del Heno, con el que quiere
poner punto final a los 103 grabados de Otto Vaenius. Échale un galgo:
"Con
esto que asi hemos declarado se podrá entender todo lo demás en la Tabla, pues
el author lo va declarando en particular, Asi yo lo dexo con solo dar cuenta
aquí de otra Pintura, con que en nuestros tiempo, quasi a imitación de Cebes,
se ha representado con mucha agudeza y doctrina toda la vida humana. Tiene esta
Tabla el Rey nuestro Señor, y fue el que la inventó y pintó Geronimo Bosco,
pintor ingeniosísimo en Flandes. Éste con gentil aviso y primor muy agudo
figuró bien, y puso al propio en aquella Tabla todo nuestro vivir miserable, y
el grande embevecimiento que en sus vanidades traemos. Y servirá el ponerla
aquí, para que quien lo ha visto la goce en alguna manera con leerla.
Es
una Tabla grande que tiene tres apartamientos, uno mayor en medio, y dos
pequeños a los lados. En el primero de los pequeños, a la mano derecha, donde
comienza la pintura, está primero la creación del mundo y del hombre, el pecado
de Adán, y el Ángel como echa con la espada de fuego a el y a su mujer del
parayso terrenal, y parece los haze salir de aquel quadro (que representa la
entrada de los hombres en la vida) hazia el otro mayor de en medio, en el qual
se contiene y se muestra lo que los hombres venidos al mundo con la mala
inclinación hazen. Para bien representar esto ay en lo alto deste quadro mayor
de en medio un carro muy grande lleno de
heno, con tanta muchedumbre del, que haze una como torre. Y hase de
entender, como carro de heno en Flamenco tanto quiere dezir: como carro de no
nada en castellano. Assi aquel carro siendo de heno, es verdaderamente carro de
no nada, y assi tiene su nombre, al propio de lo que significa.
Tiran
este carro algunos demonios, y otro principal como carretero va en el yugo, y
todos lo guían hazia el tercer cuadro, que es la salida del mundo y de la vida.
En lo alto del gran carro de heno, o de no nada o de vanidad, van muchos
mancebos y damas sentados a plazer, de los quales unos tañen, otros baylan,
comen y beven otros, y de diversas maneras toman plazer. A todos les haze el
son un demonio con una gayta, yendo delante dellos como por guía, y detrás está
de rodillas un ángel muy lloroso y triste, levantando los ojos y las manos al
cielo, con la lástima que le haze tanta perdición, y como suplicando a Dios con
lagrimas, se duela de tan grande miseria.
Mas
abaxo, al derredor del carro, va infinita y muy diversa muchedumbre de gente,
que con increyble ansia y porfía se trabajavan, por tomar más heno y más
vanidad de la carga. Unos con garfios, otros con palas, y con otros géneros de
instrumentos se fatigan, por tornar del heno, y otros con escaleras suben muy
apriessa por alcamçarlo, sin otros muchos que por lo baxo llegan, y quieren
abarcar tanto, que es imposible llevarlo. Tal ay que cae por lo mucho que
lleva, tal que arrebata al otro por hurto o por fuerça de lo que ha avido, y
tal que le mata por tomárselo, y van contentísimos éstos, como si uviese avido
un rico despojo.
Al
tomar del heno es la priessa de estorvarse unos a otros, por llegar primero.
Rempujan algunos como más valientes, y por fuerça se hazen camino, sin otros
muchos que están por el suelo caydos, derribada y hollada la furia que tuvieron
por llegar, de otra mayor violencia de los que sobrevivieron.
Detrás
del carro, como en lugar más principal y más honrado, van a cavallo los Reyes y
Príncipes; y éstos aunque por muy linda advertencia del pintor están puestos
junto al carro, mas por su autoridad y grandeza no estienden ellos las manos,
para tomar su buena parte del heno y vanidad, antes con una gravedad muy
entonada hazen señal con la mano a sus criados, que lleguen, y tomen, y traygan
mucho para todos. Un poco mas abaxo están pintados los que buelven ya con sus
hazes muy alegres y contentos, aunque con infinito sudor y fatiga los ayan
avido. Éstos son diferentes estados y maneras de hombres, y aquí es el reñir
bravamente, y matarse, por quitarse unos a otros aun un poquillo que del heno,
la vanidad, y de la no nada les ha cabido. Aquí también van muchos corriendo
hazia el carro con grande agonía, para alcanzar al carro, como si uviesse de
huyr, o el heno se uviesse de acabar. Los padres llevan de la mano sus hijuelos
pequeños, y con grande ahínco les muestran el carro con el dedo, como si les
mostrasen una grande riqueza, y los incitan para que aguijen, y traygan ellos
también su hacezillo, no contentos con el grande que ellos trayrán. Otros
compran de otros por mucho dinero lo que traen, y ay tantas otras
particularidades destas, que ny yo las puedo referir todas, ny tampoco ay para
que se digan. Todo esto va a pasar, según los demonios guían el carro, al
cuadro postrero, donde se representa, lo que después de la vida sucede. Assi
está allí pintado el infierno, y diversos géneros de tormentos, que padecen las
miserables almas, cuya vida se pasó toda en vanidad de pecados, y fue como heno
que se secó, y pereció sin dar fruto de virtud"[67].
[1] A. MORENO
GARCÍA, “Saber vivir y morir: 400º aniv. de los Epigramas de Barreda.
Desde Amberes (1612), a Bruselas (1672)”, Pax
& Emerita 9 (2013) 271-306.
[2] A. MORENO GARCÍA, La muerte es la gran igualadora. Estética humanística del Theatro Moral de la vida
humana (Amberes 1612 - Bruselas 1672), Ed. Académica Española, OmniScriptum Saarbrücken 2016.
[3] B.
ARIAS MONTANO, Los Rhetoricorvm Libri Qvatvor de Benito
Arias Montano, Antverpiae 1569, (Edª) PÉREZ
CUSTODIO, Mª. Vª., Badajoz-Cádiz 1994.
[4] A. ESCUDERO, Conciso catálogo de cuadros desaparecidos del Museo del Prado, Ed. Manuscritos, Madrid 2016, 9-10. Aquí el micro-relato ficticio de Escudero, -o lo que él llama picto-relato (p. 153)-, se inventa un posible cuadro del Bosco jugando con la iconografía de la época, y realizando a su vez una verdadera recepción estética. Cfr. nuestro ensayo: A. MORENO GARCÍA, "Humanismo en la Estética de la recepción (Rezeptionsästhetik). Un ejemplo bíblico (2Cor 12, 1-10)", Anthologica Annua, Miscelánea al Prof. José L. Glez. Novalín, Roma. 61( 2014) 439-464
[5] L.
GÓMEZ CANSECO, (Ed.), de Francisco Sánchez de las Brozas, Doctrina del estoico filósofo EPICTETO que
se llama comúnmente Enchiridion, Badajoz 1993, 24.
[6] “Este confesante responde que antes, si él
fuera teólogo, los quemaran a los teólogos porque dixera más apuradas las
verdades de lo que ellos entienden; pero que siempre ha hecho salva de que no
se entremete en artículos de fe, ni lo que tiene ordenado la sancta madre
iglesia y los concilios, sino que dice que en lo que toca la filosofía o
historia sagradas o profanas, que todos son bien ignorantes, y los teólogos los
primeros”: A. TOVAR, A. – M. DE LA PINTA.
Procesos inquisitoriales contra
Francisco Sánchez de las Brozas, CSIC, Madrid 1941, 48
[7] Cfr. nuestro ensayo: A. MORENO GARCÍA, "Neoestoicismo: Prólogo al libro de La Constancia de Justo Lypsius
(1616)", Revista de Estudios Extremeños 71 (2015) 517-530.
[8] J. LARA
GARRIDO, “Preliminar”, a la Edición
facsímil de los Quintii Horatii Flacci Emblemata, Amberes 1612, de la
Universidad Europea, Madrid 1996, V-VI.
[9] Es famoso,
al respecto, el cuadro de Rubens “cuatro filósofos”, donde se encuentra Lypsius
debajo de una estatua de Séneca, y que se encuentra en la Galeria Pitti de Florencia. Dicho cuadro enamoraba a Picasso.
[10] La idea del hombre como microcosmos ha sido estudiada en profundidad por el gran humanista:
F. RICO, El pequeño mundo del hombre. Varia fortuna de una idea en la cultura
española, Ed. Destino, Barcelona 20053.
[11] Cfr. El
interesante y hondo estudio del estoicismo de L.
GÓMEZ CANSECO, (Ed.), “El estoicismo como moral de la Contrarreforma”,
en su nueva edición de Francisco Sánchez de las Brozas, Doctrina del estoico filósofo EPICTETO que se llama comúnmente
Enchiridion, Badajoz 1993, 25.
[12] F.
SPANNEUT, Le stoicisme des Pères
de L`Eglise, París 1948, 62.
[13] A.
LEVI, Historia de la filosofía
romana, Buenos Aires, 1969, 119.
[14] Enchiridion
o manual del caballero cristiano, Madrid 1932, 355-356. En los últimos años
existe una nueva edición del Enchiridion:
ERASMO DE ROTERDAM, Manual del caballero cristiano, (Ed.
Rodríguez Santidrián, P.), Ed. BAC.
Madrid 1995.
[15] Citados por
L. GÓMEZ CANSECO, (Ed.), “El
estoicismo como moral de la Contrarreforma”…,
37-38.
[16] M.
BATAILLON, Erasmo y España, Madrid
1979, 773.
[17] A. MORENO GARCÍA, - S. DE WIT, “Saber vivir y morir: 400º aniv. de los
Epigramas de Barreda. Desde Amberes (1612), a Bruselas (1672)”, Pax & Emerita 9 (2013) 271-306.
[18] L. LARA
GARRIDO, “Preliminar”, en la Edición facsímil de la Universidad
Europea de Madrid de los Quinti Horatii
Flacci Emblemata, Antverpiae 1612, en Madrid 1996, X.
[19] P.
FANCONI, “Los Emblemata horatiana de Vaenius”, en la introducción a la
Edición Facsimil de la Ed. de 1612 de la Universidad Europea, Madrid 1996,
XXII.
[20] Prólogo al lector o espectador (Lectori sev
spectatori), en la edición de 1612, p. 1, cuyo autor muy probablemente es el
mismo Otto Vaenivs, dadas las explicaciones concretas que realiza sobre los
emblemas.
[21] Ex quibus
non modo oblectamentum, sed vberrimum fructum hauries, solent enim oculis
obiecta animos magis afficere, quam ea, quae aut dicta aut scripta.
[22] Mª. A.
SÁNCHEZ MANZANO, (Ed.), en “Introducción”, a la Simbología y enigmática en la literatura grecolatina, Ed. Univ,
de León / Tecnos, Madrid 2011, 15: “El género emblemático ilustraba en el
epigrama contenidos que de una manera sintética y a veces enigmática se
expresaban en el diseño gráfico”.
[23] Conviene reiterar que la influencia de
Lypsius en este gran movimiento neo-estoico es indudable. Su magna Guía de la
filosofía estoica (Manudictio ad stoicam
philosophiam), publicada en 1604, tuvo una enorme influencia en Otto
Vaenius y sus seguidores, vinculando la felicidad a la virtud.
[24] L. LARA, “Preliminar”, en Edición Facsímil de la
Universidad Europea,… X.
[25] Según consta en el prólogo al lector de la
edición de 1612, que es una ampliación del prólogo de Amberes de 1607. Los
autores de las cuatro lenguas no constan en el prólogo de la edición de 1607.
[26] Según consta en el prólogo de la obra.
[27] D. SAAVEDRA FAJARDO, Empresas políticas, (Ed. de Sagrario
López Poza), Madrid 1999, Ed. Cátedra, 23-31. Recordemos que el mismo A. Brum,
en el Proemio al Theatro Moral, cita a las Empresas de D. Diego Saavedra Fajardo.
[28] A. MORENO
GARCÍA, "Neoestoicismo: Prólogo al libro de La Constancia de Justo
Lipsius (1616)", Revista de Estudios
Extremeños 71 (2015) 517-530.
[29] Éste es el nombre popular del tratado de D.
Diego Saavedra, pero en verdad el título oficial de su libro es: Idea de un príncipe político christiano
representada en cien emblemas, donde pretendía destilar toda su sabiduría
práctica de diplomático. Cfr. la edición reciente de Sagrario López (Edª), Empresas políticas, Ed. Cátedra, Madrid
1999.
[30] J. L. MARTÍN
DESCALZO, Razones para esperar, Ed.
Atenas, Madrid 199310, y en concreto "Los que no piensan
nunca", 147-148: "De todos modos, lo indiscutible es que pensar en el sentido de la vida la
multiplica. Vivir sin pensar la atomiza, la vuelve bagatela. Y eso es lo
que me aterra en ese treinta y tres por ciento que no piensa jamás: tienen la
perla de la vida en sus manos y se mueren de hambre y de vulgaridad. Así,
cualquier perro se vuelve más importante que ellos".
[31] El texto integro lo hemos publicado en 2013
en Salamanca: A. MORENO GARCÍA,
"Introducción al Theatro Moral de la vida humana: Proemio desta obra y la vida del author, (A. Brum 1672)", Helmantica
64 (2013) 181-213.
Cfr. nuestro libro editado recientemente
en Alemania: A. MORENO GARCÍA, La muerte es la gran igualadora. Estética
humanística del Theatro Moral de la vida humana (Amberes 1612 - Bruselas 1672),
Editorial académica española, Saarbrücken 2016.
[32] Véase los
estudios clásicos de A. MARAVALL, “La literatura de emblemas en el contexto de
la sociedad barroca”, en Teatro y
literatura en la sociedad barroca, Ed. Seminarios y Ediciones, Madrid 1972,
149-188, y “La literatura de emblemas como técnica de acción sociocultural en
el Barroco”, en Estudios de historia del
pensamiento español. Siglo del Barroco, Ed. Cultura Hispánica, Madrid 1984,
197-22.
Cfr. también
el interesante estudio de la profesora de Pisa, G.
LEDDA, Contributo allo Studio
della letteratura emblematica in Spagna (1594-1613), Università de Pisa
1970. Y muy concretamente: A. SÁNCHEZ
PÉREZ, La literatura emblemática
española (siglos XVI y XVII), Ed. SGEL,
Madrid 1977; E.L. BERGMANN, Ars
inscribed. Essays on Ekphrasis in Spanish Golden Age Poetry, Ed. Harvard
Univ, Press, Cambridge 1979.
[33] Cfr. V. GARCÍA DE LA CONCHA, “Theatro moral
de la vida humana. Una vieja lección moral para nuestros días”, en un Studio
anexo y separado de la Edición facsímil de Arthur Andersen del Theatro moral de la vida humana en cien
emblemas, con el Enchiridion de Epícteto y la Tabla de Cebes philopho
platonico, Ed. De Amberes 1701, ahora en Madrid 2000, 6-7, y nota 23 en 17.
[34] Al margen: Philosophia.
[35] Al margen: Geometría y Geographía.
[36] Conviene notar que tiene 22 años cuando va a
estudiar a Salamanca.
[37] Al margen: Su llana confessión.
[38] Al margen: Su casamiento y mudanza de vida.
[39] Ni el Mote XXXI, ni su traducción se hallan en el ensayo de Paloma FANCONI que seguramente por error ha saltado el texto. Cfr. op. cit. p. XXVI. Al igual pasó con el mote latino y la traducción del epigrama quinto, que tampoco se encuentra en su estudio. Cfr. op. cit. p. XXV.
[40] Es clásica la biografía de K. VAN MANDER , Le livre des peintres, París 1885, cap. 37.
[41] W. STIRLING, Ut pictura poesis, on an attemp to explain in verse the Emblemata
Horatiana of Otto Vaenius, Londres 1875.
[42] S.
SEBASTIÁN LÓPEZ, "Theatro
Moral de la vida humana de Otto Vaenius. Lectura y significado de los
emblemas", Bol. Museo e Inst. Camón
Aznar, 14 (1983) 10.
[43] Como comenta la Prfª. Sagrario López, cuando introduce las Empresas Políticas de Diego Saavedra
Fajardo, 32-33.
[44] Según
explica muy bien L. LARA,
“Preliminar”, en la Edición facsímil de la Universidad Europea, Madrid
1996, VIII.
[45] P.
FANCONI, “Los Emblemata horatiana de Vaenius”, en el facsimil de
la Universidad Europea, Madrid 1996,
XVII-XIX.
[46] K. L. BELKIN, Rubens,
Phaidon Press, New
York 1998.
[47] Sobre estas ideas, se construyó M, la tercera novela ex-perimental del
autor anarquista: A. ORIHUELA, M, Ed. Calumnia, Moguer 2016.
[48] Conservamos la numeración original de las Explicaciones que responden a la edición
de 1672, y de los Epìgramas que
pertenecen a la edición de 1612.
[49] Notemos
que hay un cambio en el mote del Emblema, en el lugar que ocupa: La ed.
de 1672 lo ha interpretado de forma más pedagógica y ha escrito Vitium fugere virtus est (La virtud es
huir del vicio), fijándose en la iconografía de la imagen en el fondo, donde
los vicios persiguen a la virtud que huye; mientras que la ed. original de 1612
tenía Virtuti sapientia comes (La
sabiduría acompaña a la virtud) mirando la primera parte de la imagen donde la
diosa Palas acompaña a la virtud.
[50] En esta sección, el mote de la edición de
1612, se aparta de la de 1672. Allá DOMI
ARGUS, FORIS TALPA. Acá, en 1672: DOMI TALPA, FORI ARGUS.
[51] PLATÓN:
Ridiculum est, cum quis sua ignoret, aliena scrutari.
[52] TERENCIO: Ita comparata est hominum natura, aliena melius ut videant, et iudicent, Quam sua.
[53] Es justo agradecer aquí la colaboración de D.
Miguel GONZÁLEZ NÚÑEZ, -un gran Maestro ilustrado-, para castellanizar el texto
de la Explicación de los Emblemas,
como aconseja la paleografía de nuestros días, dado que el castellano del S.
XVI es demasiado duro para el no iniciado.
[54] En la edición de 1672 lo sustituye por Verdugo.
[55] Falta en la edición de 1672.
[56] La ed. de 1672 transforma abaxar en volver.
[57] La edición de 1672 contiene: “Si el escrito famoso”.
[58] Edición de 1672: “Que para mí lo creo”
[59] HYERONIMUS, In
Ecles. C. q. 1. Cfr. nuestros ensayos:
A. MORENO GARCÍA, “Fuentes y
contenido teológico del Comentario a Qohélet de S. Jerónimo”, (Bologna), Annali
di storia dell´esegesi, Bologna, 14 (1997) 443-475; y Idem, “Concepción
jerominiana de los sentidos bíblicos en el Comentario a Qohélet”, Estudios
Bíblicos 55 (1997) 239-262.
[60] A. MORENO GARCÍA, "Séneca, un
político humanista, a la luz de María Zambrano", Pax & Emerita 17 (2021) 185-226.
[61] La edición de 1672: “pues es, usar bien del,
nuestra ventura”
[62] Cfr. nuestro
ensayo: A. MORENO GARCÍA, “Saber
vivir: La ética del Argumento y breve
declaración de la Tabla de Cebes
(s. V a. C.)”, Helmantica 64 (2013)
7-40.
[63] Es un dato desde el punto de vista bibliográfico
sumamente interesante, un solo libro editado por F. Foppens con tres fechas
diferentes: en 1669 el Enchiridion de
Epicteto, en 1672 el Theatro moral de la
vida humana y, por último, la Tabla
de Cebes en 1673, ambas tres en Brvsselas editadas por Francisco Foppens
mercader e impresor de libros en Flandes.
[64] J. M.
RUÍZ GITO, “Olvido y actualidad de un texto griego en España: La Tabla
de Cebes”, Estudios Clásicos 35
(1993) 49-63.
[65] Cfr. S. SÁNCHEZ
MADRID, Arqueología y Humanismo. Ambrosio de Morales, Córdoba
2002.